Pasar al contenido principal

ES / EN

A 40 años del estreno cinematográfico, asoma el verdadero Rocky
Lunes, Diciembre 5, 2016 - 15:13

La película fue inspirada en la historia de un desconocido boxeador que tumbó a Mohamed Alí.

Charles Wepner es un viejo exboxeador de barrio en Bayonne, Nueva Jersey, donde el tiempo se detuvo para el gigante de casi dos metros de estatura, 120 kilos de peso y 77 años. Para Chuck (así lo conocen) todos los días se convirtieron en el 24 de marzo de 1975, fecha en la que el pugilista gris, que se ganaba la vida haciendo trabajitos sucios en Manhattan y peleando en gimnasios de segunda, tuvo su momento de gloria: ¡Puso en la lona a Mohamed Alí!
 
El viejo, de piel blanca, cabellos castaños y más de 300 puntos de sutura en las destruidas cejas, viaja en un Lincoln negro modelo 2013 en el que transporta botellas de alcohol que reparte en casas y establecimientos. Trabaja en una licorería que lo mismo atiende a toda hora a jóvenes que a exmilitares.
 
Chuck Wepner es una especie de figura pública en Bayonne, donde hay un poco más de 60 mil habitantes. Él saca de inmediato su tarjeta de presentación, cuyo frente dice: “Exboxeador, vendedor de bebidas, el hombre que logró tumbar a Mohamed Alí en una pelea épica, el que inspiró uno de los más grandes éxitos de taquilla de la historia del cine”. Del otro lado del cartón aparece la foto donde el otrora Cassius Clay está tirado en el ring, a los pies del llamado Sangrador de Bayonne.
 
Yo soy el verdadero Rocky”, suelta al aire el viejo Chuck, a 40 años de que la película escrita y actuada por Silvester Stallone se asomara en los cines estadunidenses. La historia de Rocky, sus premios millonarios, los Oscar y secuelas es vieja. La de Chuck Wepner también lo es.
 
II
 
Fue en octubre de 1974 cuando Mohamed Alí, el Más Bonito arriba del cuadrilátero, regresó al escenario boxístico después de haber perdido el título por negarse a combatir en Vietnam. La Batalla de la Selva (The Rumble in the Jungle), como se le nombró al histórico combate, reuniría a un toro llamado George Foreman, invicto y campeón mundial de los pesos pesados, a enfrentar al que se convertiría en el Atleta del Siglo XX.
 
Mohamed Alí enloquecería a la afición reunida en el antiguo Zaire, tras hacer añicos la enorme humanidad de un campeón que nunca había visitado la lona. Menos ser noqueado.
 
 
Meses después de aquel combate y con el cinturón de campeón del mundo en su poder, Mohamed Alí se enteraría que tenía que enfrentar a un desconocido a 15 asaltos. Un pugilista treintón que no aparecía en la lista de los rivales clasificados.
 
Era un tal Charles Wepner y el combate de trámite lo había heredado de su oponente Foreman. Resulta que Big George pensaba que derrotaría sin problemas a Alí y había firmado el pleito contra Wepner, ante la insistencia de Don King, el promotor de los pelos parados y piel negra.
 
Mohamed aceptó con cierta molestia el combate ante un gigante blanco y segundón, aunque no le apetecía estrenar el cinturón ante un reverendo desconocido. Para Chuck, la noticia le cayó como bomba. Hubo temor de enfrentar al campeón de los pesados y a la vez euforia de saber que ganaría 100 mil dólares por aguartarle 15 asaltos al hombre más fuerte y más rápido de los encordados. Alí ganaría un millón y medio de dólares por fanfarronear ante aquel desconocido.
 
¿Le suena la historia? El boxeador de barrio, viejo y acabado, ante el campeón del mundo, el negro hablantín. La pelea interracial en el país donde pueden darse los milagros. Aquel pugilista con la cara maltratada y zurda como roca decidió entrenar en serio, mientras el campeón abría la boca, cada vez que se acercaban los micrófonos.
 
El día de la pelea, el 24 de marzo de 1975, el Richfield Coliseum de Ohio (mas no en Filadelfia) Chuck levantaría de sus asientos a los ahí presentes, mientras Mohamed Alí yacía en la lona, con los ojos más abiertos que de costumbre y la boca cerrada. Fue en el noveno asalto de una pelea de trámite para todo mundo, menos para Chuck. El gigante del rostro ensangrentado decidió soltar un derechazo con sus 120 kilos sobre el costado del Más Bonito. Aquellos segundos convertirían a Charles Wepner en el hombre más famoso de Bayonne y en el segundo peleador en poner en la lona a Mohamed (el otro fue Joe Frazier).
 
Cuentan los cronistas que Chuck se fue a su esquina para tratar de festejar con su mánager, quien puso cara seria al ver que Alí se levantaba del piso. “No festejes todavía, creo que Alí está muy enojado”.
 
Los que vieron el combate recuerdan a un Cassius Clay demasiado irritado, quien dejó de bromear en el ring y comenzó a dar una paliza al gigante blanco, quien terminó noqueado, demolido y con el rostro sangrado en el último asalto. Alí retenía el título, pero Chuck pasaba a la historia.
 
El verdadero Rocky no se apellidaba Balboa, ni vivía en Filadelfia. Tampoco tumbó a Apollo Creed. Eso lo sabe Silvester Stallone, quien aquella noche gastó unos pocos dólares para ver la función de box desde un cine angelino. Stallone confesaría años después y luego del éxito de su película y los Oscar, que aquella pelea lo inspiró para darle vida a Rocky.
 
 
Lo supo el viejo y acabado Chuck, quien declinó salir como extra en Rocky II, pero fue lo suficiente astuto para demandar al actor por robarle su historia. La demanda no prosperó, debido a que Sly decidió depositar algunos millones de dólares en la cuenta de un gigante blanco que terminó sus años de peleador dando espectáculos de lucha ante osos amaestrados.
 
III
 
Aquel que viaje a la pequeña Bayonne encontrará a un viejo de enormes manazas y rostro maltrecho conducir el Lincoln negro que compró con el dinero que recibió de Stallone. En la guantera hay recortes, fotos y otros recuerdos que el viejo Chuck aprovecha para mostrar a todo aquel que le recuerda que una vez tumbó a Mohamed Alí y vivió para contarlo.
 
Lo que no cuenta Charles es que dos años después de aquel episodio decidió colgar los guantes, pues su fama la aprovechó para enfrentar animales de circo y subir al pancracio para convertirse en títere del otora famoso André el Gigante.
 
Wepner terminó purgando una pena de 22 meses en la cárcel, luego de encontrarle culpable de consumo y posesión de drogas. Además, esa pequeña fama lo llevó al consumo exagerado de drogas y alcohol, producto de los cientos de amigos que conoció en los bares y discotecas de antaño.
 
A Wepner suelen gritarle Rocky los habitantes de Bayonne, donde él se mantiene repartiendo alcohol a domicilio. No hay día en el que Wepner no platique lo que sucedió aquella noche ante Mohamed Alí y suelta a cada rato la diestra al aire para explicar cómo fue aquel golpe demoledor en el noveno asalto.
 
Su historia sale a colación porque el sábado se cumplieron 40 años del estreno de la película Rocky, lo que hace que los habitantes de Bayonne voltén hacia el exboxeador que inspiró al personaje. De hecho, piensan pintar un mural con la imagen de Chuck Wepner y un escultor ya trabaja en su estatua. Hablan, incluso, de un documental en el que la estrella principal será el Sangrador de Bayonne, sin Stallone en el escenario.
 
Chuck vuelve a cobrar vida, señala sus cejas suturadas y maltrechas y repite: “Yo soy el verdadero Rocky”.

Autores

JC Vargas/ Excélsior