Hoy estamos más en el proceso de influir, de inspirar y motivar a la gente, crear vínculos de confianza y generar de manera natural un tema de admiración hacia la persona que está dirigiendo.
Bajo los paradigmas laborales que presenta el siglo XXI, me han preguntado si se puede ser jefe y amigo, mi respuesta es: Sí.
Parte de la evolución del liderazgo es que los líderes se vulneran en la parte relacional y eso puede generar un contexto de amistad en el mundo laboral; algo que se veía inapropiado en el siglo XX pero en el siglo XXI se ve como algo factible.
El paradigma del siglo XX se basaba en frases como “yo no vengo a hacer amigos, sino a dar resultados”, y hoy hemos aprendido que los líderes no tienen que conformarse nada más con dar resultados, sino que es muy sano también que generen vínculos con el equipo con el que trabajan, lo cual ya no está mal visto en ninguna organización. Eso no quiere decir que no estén perfectamente claros las encomiendas de cada una de las personas o colaboradores dentro de la organización y los objetivos que cada uno tiene que lograr, sus responsabilidades, etc.
¿Cómo definir el liderazgo del siglo XXI?
Las características que debe tener un jefe en la actualidad son las siguientes:
- Que sea un líder inspirador
- Que establezca con claridad el resultado que se quiere lograr; que lo defina y comunique de forma adecuada
- Que sepa facultar a su equipo de trabajo. Facultar en el sentido de fomentar el desarrollo de la gente para que ésta esté empoderada y pueda tomar decisiones sin la presencia del líder.
- Que fomente la sinergia y el trabajo en equipo. Que promueva el fortalecimiento de relaciones interpersonales para seguir creciendo.
- Que promueva la innovación como uno de los elementos del trabajo cotidiano.
El liderazgo del siglo XXI busca influir positivamente en el comportamiento de la gente, lo cual contrasta, totalmente, con el del siglo XX, ya que éste se basaba en el control: controlar a la gente, el resultado, el comportamiento.
¿Gana el influyentismo?
Suele ocurrir que hay un mal entendimiento de la amistad. Cuando tú creas un vínculo de amistad con alguien y entiendes la amistad como “te tengo que beneficiar aunque no seas la persona correcta, nada más porque eres mi amigo”, eso es, precisamente, lo que genera un entorno de influyentismo totalmente pernicioso para la organización.
Siempre y cuando separemos con mucha claridad la relación que tenemos con otra persona a nivel personal y a nivel laboral, se puede ser amigo de alguien. Cuando hay malas interpretaciones y esas líneas están desdibujadas entonces es fácil sentir que yo te tenga que beneficiar por el hecho de que tú eres mi amigo y no por el hecho de tus capacidades y competencias.
¿Malas personas liderando?
Aquí diría que el término “mala persona” es un tema subjetivo, pero, en principio, una mala persona es alguien que no se alinea con los valores de la organización; no obstante, no hablaría en sí de una mala persona, sino de una persona mal ubicada. Entonces, una persona mal ubicada en una posición de liderazgo genera una serie de perjuicios para la empresa.
Considero que sí es responsabilidad de quien lo pone pero también de quien ahora lo supervisa y lo desarrolla, ya que alguien lo pudo haber contratado con ciertas características en un momento determinado, pero al percatarse de que eso no está funcionando adecuadamente, podría hacer las adecuaciones necesarias en términos de su crecimiento, de su desarrollo y de su formación, para crecer.
En ese sentido, diría que es una responsabilidad compartida, es decir, no solamente es responsabilidad de quien contrata porque, a veces, el que contrata no es el que desarrolla a la persona.
*Por Raciel Sosa, experto en Liderazgo del SXXI.
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