Los especialistas advierten que el número de casos de dolor crónico en Latinoamérica podría incrementarse en los próximos meses a causa de la falta de atención médica.
Debido a la crisis sanitaria causada por el COVID-19, miles de pacientes en Latinoamérica se vieron forzados a discontinuar indefinidamente su tratamiento contra el dolor crónico, una enfermedad que, según la Federación Latinoamericana de Asociaciones para el Estudio del Dolor (FEDELAT), afecta a cerca de 190 millones de personas en la región.
El Dr. João García, presidente de FEDELAT, estima que alrededor de la mitad los pacientes con dolor crónico están careciendo de un tratamiento integral durante la pandemia, lo que comprende terapias farmacológicas, físicas y psicológicas.
Por su parte, el presidente de la Asociación Peruana para el Estudio del Dolor (ASPED), el Dr. Enrique Orrillo, coincide con esta afirmación y prevé que entre el 35% y 50% de los pacientes con dolor crónico dejan de asistir a centros hospitalarios puesto que son considerados personas de alto riesgo, debido a sus trastornos inmunológicos. Para esta población resulta riesgoso acercarse a un establecimiento de salud cuando albergan una gran cantidad de pacientes COVID-19.
Así mismo, al ser Latinoamérica una de las regiones más afectadas por la pandemia, la mayoría de los centros de salud están priorizando la atención de pacientes COVID-19, postergando los tratamientos para otras enfermedades, entre ellas, el dolor crónico. El Dr. Orrillo resalta que la interrupción del tratamiento y cuidado de los pacientes con enfermedades crónicas puede tener como consecuencia la automedicación.
“Cuando un cuadro de dolor no es atendido correctamente, se incrementa progresivamente hasta cronificarse, y la persona puede recurrir a antiinflamatorios que no necesariamente son la solución y por el contrario podrían agravar su estado. Cada caso debe atenderse de forma personalizada y oportuna, que es lo que no está ocurriendo ahora”, explica el especialista.
Por otro lado, el dolor crónico también podría presentarse como una secuela al COVID-19. El Dr. García indica que los pacientes que pasaron periodos en cama y sin actividad física son propensos al dolor musculoesquelético debido a la pérdida muscular y a las contracturas, mientras que el virus puede causar dolor crónico neuropático por su afectación a los nervios periféricos.
“Para el 2021 habrá una mayor demanda por atender pacientes con dolor crónico, se espera un aumento considerable de personas con esta patología y más tipos de dolor precipitados por la pandemia”, asegura el experto.
Para manejar la situación de la población afectada, los hospitales y los especialistas están apoyándose en la tecnología para realizar teleconsultas y activando la atención presencial en consultas privadas.
Ambos especialistas resaltan la necesidad de crear conciencia entre la población para considerar al dolor crónico como una enfermedad real que tiene gran impacto físico, emocional y económico en las personas y en la sociedad.
Por ello, hacen un llamado a las autoridades, a las instituciones educativas y a los médicos para crear programas o políticas públicas que ayuden a visibilizar el dolor crónico para dejar de considerarlo como parte sintomática de una enfermedad y diagnosticarlo como una enfermedad independiente.
Para lograr esa meta, la labor de los profesionales de la salud es fundamental, indica el Dr. Orrillo. “Al diagnosticar a un paciente con dolor crónico, la patología se registrará y sumará en las estadísticas oficiales. Con esta información, los Estados podrán ver que el dolor crónico es un trastorno que está en aumento, más aún en la coyuntura actual, y que necesitan destinar los recursos necesarios a los sistemas de salud para tratarlo”.