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Abuso de tecnologías en la oficina: ¿Quién es el culpable?
Viernes, Octubre 21, 2011 - 16:11

Así como se incrementa el uso de smartphones por los directivos y las empresas están cada días más conectadas, aumenta, afirman algunos, la libertad de los trabajadores. ¿Exceso de dispositivos? ¿Jefes poco éticos?

Tener un smartphone en una mano y en la otra una tablet puede ser una especie de arma para algunos ejecutivos, un arma contra sus empleados, sobretodo cuando se tiene poco tino. Sí, escuchó bien. En las empresas proliferan más que nunca los aparatos tecnológicos, que ingresan por la puerta ancha con el lema de “todos nos veremos beneficiados”, y en principio y generalmente sucede que la promesa se cumple. Pero también es cierto que existen ejecutivos que desconocen las limitaciones horarias y terminan abusando de estos y de paso complicando a los trabajadores.

Fue 21 años atrás cuando se creó el primer smartphone o también llamado teléfono inteligente, para en 1999 introducirse en el mercado mundial. Este dispositivo que fue pensado para facilitar la comunicación ha ido cambiando las costumbres de las personas y está desembocando en el uso excesivo y dependiente de estos teléfonos. Y es así como se está convirtiendo en una práctica común, principalmente entre los ejecutivos.

Pero esto también es paradójico, “porque los mismos recursos tecnológicos que los ayudan en su tarea pueden también ser importantes distractores en las juntas de trabajo, en la atención a las personas que hablan frente a frente en su oficina, pues se distraen con un mensaje y no logran una buena comunicación, por tanto el uso de estos dispositivos disminuye la eficacia y distrae a las personas en el trabajo generando pérdidas de tiempo y dinero”, dice Manuel Garzón, Presidente de la Fundación para la Investigación y el Desarrollo Educativo y Empresarial FIDEE.

El uso de los teléfonos, por ejemplo, es un fenómeno que continuará, así al menos, lo había informado en 2010 la consultora Analysys Mason en un estudio en que afirmaba que el número de teléfonos inteligentes en uso en todo el mundo crecerá a una tasa anual del 32% entre 2010 y 2014. Más del 50% de ese incremento se generará en la región Asia-Pacífico y los mercados de América Latina.

Gerente conectado

En el ámbito gerencial, los teléfonos inteligentes y los aparatos tecnológicos, en general, se han convertido en una extensión del trabajo en cualquier momento y lugar. “Puede generar imágenes distorsionadas del emisor o del receptor por las palabras que utiliza y más cuando se hace en idiomas que no son los nativos de cada uno de ellos. Porque en el correo electrónico no hay un tono de voz para escuchar, no hay gestos que observar, no hay presencia que sentir y no hay tonalidad de voz que identificar. Esto puede generar que el gerente crea tener el control sobre las personas por sentirse omnipresente y de que está en contacto permanente”, dice Garzón.

Sin embargo, para Enrique Hofman, quien es director de la Maestría en Gestión de Servicios Tecnológicos y Telecomunicaciones de la Universidad de San Andrés, el problema no sería de los aparatos tecnológicos sino del uso que se les da. Lo indicado en caso de verse afectado por llamadas o correos electrónicos, sería hablarlo con el jefe. Pero lo ideal es prepactar términos de uso de la tecnología antes de que el trabajador asuma el cargo. “Cuando hay una situación sindicalizada de los niveles más bajos de la pirámide, la queja la hace el sindicato. Pero en niveles intermedios o profesionales, el temor por perder el empleo no hace que se discuta la intromisión en la vida privada no pactada previamente”, asegura Hofman.

Esta falta de capacidad de diálogo entre trabajadores y jefes, puede ser un reflejo de la mala calidad, para algunos, de las charlas que se llevan a cabo por medio de la tecnología, pues “desarrollan conversaciones generalmente más superficiales, disfucionales, conformistas y desconectadas”, dice Garzón.

Hofman enfatiza en que el temor a ser invadido y controlado por los jefes a través de las tecnologías, es un fenómeno normal. “Hay algunos problemas al que nos enfretamos en los últimos 10 y 15 años, por el cambio de paradigma tecnológico, que son muy parecidos a la aparición de la imprenta, donde la gente se alarmaba con todo lo que podía pasar con la nueva tencología, y que correspondía a la posibilidad de tener libros. Todos ahora sabemos que los libros han sido un vehículo de dinamismo de la civilización, y el mal hábito puede hacer mal uso de estos dispositivos”.

De esta forma, estos dispositivos también contribuyen dentro de una compañía: son fuente de información para los gerentes y directivos, ayudan a una rápida comunicación, pueden desarrollar empresas que se mueven a mayor velocidad y son más competitivas. Garzón explica que estas facilidades han llevado a que las personas sean dependientes de estos. “Para muchos es costumbre dormir con ellos debajo de la almohada, llevarlos consigo al baño y no los sueltan ni siquiera mientras realizan una consulta médica, pues no pueden dejar de tenerlos delante de sus ojos, y todo por el miedo de no perderse alguna novedad. También puede ser el resultado de la soledad existencial y la falta de vínculos afectivos y comunicacionales de calidad entre las personas”, dice.

Sea producto de una adicción o por el simple deseo de estar conectado, los ejecutivos y las empresas no pueden prescindir de las teconologías y en varios casos, los especialistas explican que es mejor así. Por algo los procesos de las compañías han ido evolucionando de la mano de la tecnología. Ahora bien, el mal uso de los aparatos tecnológicos recaería en quién los comande y del no aclarar dentro de la empresas su debida utilización.

Autores

Daniela Arce y Manuel Garzón