Al parecer la austeridad y las políticas de destrucción de empleo no son el camino para enfrentar los problemas económicos actuales. La verdadera solución tiene que ver con el aumento del gasto público.
Como un avión que espera la autorización para poder aterrizar en la pista, así se encuentran actualmente millones de jóvenes entre 24 y 34 años en gran parte del mundo, sobre todo en Europa y Estados Unidos, dos de las zonas más afectadas por la actual crisis económica.
No sólo han disminuido las oportunidades laborales para ellos, sino para la población en general que ha tenido que enfrentar los costos psicológicos de cuestiones macroeconómicas y errores políticos.
La actual crisis repercute en lo más profundo de la dimensión humana y es precisamente eso lo que convierte a este desastre en un suceso sin precedentes.
Cuando el desempleo penetra en la vida de las personas, las finanzas familiares se resienten: el dinero ahorrado se agota rápidamente, no se pueden pagar las cuentas e irremediablemente ello deja huellas.
Ésa es una de las tantas ideas que intenta implantar en la retina de los lectores el Premio Nobel de economía Paul Krugman con su libro ¡Acabad ya con esta crisis! De acuerdo al autor, las cifras de cesantía que hoy se aprecian en Estados Unidos ni siquiera son comparables con las que se observaban durante la llamada “Gran Depresión” que estalló en 1929 en pleno corazón financiero. Hoy por cada nuevo puesto de trabajo, hay cuatro personas que buscan empleo, lo cual significa que a los trabajadores que pierden su empleo les resulta muy difícil encontrar otro.
En su mayoría, la bibliografía sobre el desastre económico que llena las estanterías de las librerías a nivel mundial sólo aborda las causas de este desastre.
Los grandes economistas hablan sobre lo que no se hizo, las malas decisiones que han tomado los líderes de las potencias. En cambio, Krugman se pregunta: ¿ahora qué haremos? De acuerdo al autor, lo que realmente se necesita para salir de la depresión actual es aumentar el gasto gubernamental, tal y como sucedió décadas atrás, antes de Pearl Harbor.
Cuando el gasto militar repercutió en el aumento de los puestos laborales, en el crecimiento de los ingresos familiares y en los niveles de gasto de los consumidores. Fue así como el mundo privado respondió aumentando el gasto y terminó la Depresión.
Hoy, hay pruebas de que la política fiscal es importante; que un estímulo de este tipo ayuda a la economía a crear empleo, mientras que reducir el déficit presupuestario tiene consecuencias negativas en el crecimiento, al menos a corto plazo. Sin embargo, estas evidencias no parecen ser vistas por los representantes políticos de la población en general que constantemente mienten.
¿Por qué lo hacen? Admitir que hay otras alternativas a la salida de la crisis sería asumir que su movimiento neoliberal está equivocado. Porque el problema no empezó en 2008, sino en los 80, con las políticas que iniciaron Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido, que posteriormente se trasladaron a Europa.
Por estos días somos testigos de cómo una combinación de intereses creados e ideologías distorsionadas de algunos que defienden el modelo económico con uñas y garras nos impide resolver un problema que tiene una clara solución: aumentar el gasto fiscal.
Tal y como lo recalca Krugman, es tarea de todo aquel con capacidad de influencia hacer cuanto esté en su mano para remediar esta carencia. Sólo así se podrá frenar de una vez por todas el daño causado a millones de jóvenes que hoy viven sin mayores expectativas y ven cómo los sacrificios de sus padres y los de ellos mismos no rinden sus frutos