"Llevaba sobrio más de 22 años, eso hace falta que la gente lo sepa para que entiendan que tenía una enfermedad grave; lo que ha pasado no tiene que ver con la clase de persona que era, él quería muchísimo a su familia, a sus hijos, a su pareja", asegura la artista panameña.
La actriz panameña Daphne Rubin-Vega, amiga de Philip Seymour Hoffman desde los años 90, cuando ambos, junto a John Ortiz, entre otros, crearon la compañía de teatro LAByrinth, defiende al actor fallecido en febrero de este año a causa de una sobredosis al decir que "tenía una enfermedad mental grave".
"Llevaba sobrio más de 22 años, eso hace falta que la gente lo sepa para que entiendan que tenía una enfermedad grave; lo que ha pasado no tiene que ver con la clase de persona que era, él quería muchísimo a su familia, a sus hijos, a su pareja. No importa qué clase de inteligencia o éxito tengas, no depende de ti", asegura.
"Cuando uno llega a los 40 años cree que ya puede dominar las cosas que le pasan, piensas que, con todo lo que has vivido, no te va a volver a pasar. Él era muy perfeccionista, se torturaba mucho (...). Pero hablamos de una enfermedad mental grave; mira qué le pasó a Robin Williams, esto le pasa a mucha gente acá", reflexiona la actriz, bailarina y cantante hispana.
Rubin-Vega habla por teléfono desde Nueva York, donde vive y trabaja, con motivo del estreno en España de la única película dirigida por Seymour Hoffman, "Jack Goes Boating", que se rodó sobre la obra de teatro del mismo título que protagonizaron Ortiz, Hoffman y ella y que estuvo en cartel cerca de dos años en el off-Broadway.
"Al igual que hace Jack, su personaje en la obra, Phill visualizaba las cosas que quería conseguir; era como una cebolla, sacando capas del ser humano, hurgando para encontrar la verdad de la condición humana, tratando de averiguar cómo se comporta la gente honestamente, cuando actúa sin prejuicios", recuerda la panameña.
Para este actor neoyorquino, que ganó un Óscar por "Truman Capote" y fue otras tres veces nominado ("The master", "Doubt" "Charlie Wilson's War") "lo más grande era prestar atención a los detalles del ser humano; era lo máximo para él, investigar, desarmar y explorar al ser humano".
"Era perfeccionista y autocrítico, y su peor enemigo", añade John Ortiz, que, desde Los Ángeles (EE.UU), se suma a la conversación.
"Su nivel de exigencia era tan alto que era difícil que nunca quedara satisfecho, pero eso también le hacía muy bello como artista", afirma el actror estadounidense de origen portorriqueño.
Cuenta que fue idea suya provocar al actor para que aceptara dirigir su primera película. "Fue igual que si le propusiera jugar al fútbol, o al baloncesto, surgió con la misma normalidad -cuenta-. Pero yo sabía que él quería dirigir".
Ortiz fue, con Seymour Hoffman, director artístico de la compañía durante diez años; eran muy amigos, pero el hispano se trasladó a Los Ángeles para trabajar en varias superproducciones, como "Silver Linings Playbook" o la sexta entrega de "Fast and Furious" y perdieron el contacto, aunque seguían charlando por teléfono.
"Y yo creía que todo iba bien, como siempre", apunta Ortiz.
"En mi presencia nunca bebió ni nada de eso, estaba limpio, casi 23 años limpio. Y cuando lo pasó peor, yo no estaba con él", se lamenta el actor neoyorkino.
Seymour Hoffman y Robin Williams, fallecido recientemente, tenían varias cosas en común; aparte de ser ambos "artistas, y con esto quiero decir -aclara Ortiz- que eran mucho más que unos geniales actores", los dos tapaban con humor lo peor de su existencia.
"El humor estaba siempre al mismo lado del dolor; el dolor era la gasolina y el humor era la máscara. Ambos tenían la sonrisa del clown", concluye.