El neurólogo, autor del libro “En la zona gris”, logró establecer contacto por primera vez con una persona en estado vegetativo a través de resonancias magnéticas.
Scott Routley, un físico de la Universidad de Waterloo (Canadá), tenía 26 años cuando su carro fue arrollado en medio de una persecución policial. Un accidente que le provocó severos daños cerebrales y que lo dejó sumido en un estado vegetativo durante los siguientes 14 años, hasta que murió en el 2013. Pero, a diferencia de la mayoría de personas que están en coma, su caso no fue regular, pues Routley fue el primer paciente que logró comunicarles a sus médicos que no sentía dolor a pesar de estar encerrado dentro de su propio cuerpo.
Según cuenta Adrian Owen, neurólogo del Instituto del Cerebro y la Mente de la Universidad Occidental de Ontario (Canadá), en un fragmento de su libro En la zona gris, Scott Routley fue admitido en el hospital en un estado de inconsciencia. En pocas horas su puntación en la escala de coma de Glasgow, una escala neurológica que mide el estado consciente de una persona, cayó rápidamente hasta que los médicos concluyeron que estaba en estado vegetativo.
Así se le fueron a Routley 12 años de su vida, acompañado constantemente de sus padres, Anne y Jim, quienes afirmaban que todavía había algo de conciencia en él. Cuando escuchaba la ópera de Los miserables, por ejemplo, “su cara era más expresiva”.
“Había visto este escenario muchas veces a lo largo de los años. Una familia está convencida de que la persona que ama es consciente, a pesar de la ausencia de cualquier evidencia clínica para apoyarlo”, cuenta Owen en el texto.
En este punto fue cuando Routley se convirtió en un candidato para estudiar su cerebro a la luz de la resonancia magnética, una tecnología que permite detectar la actividad cerebral asociada con pensamiento, sentimientos e intenciones. Las áreas más activas reciben mayor oxigenación y la resonancia magnética puede mostrar específicamente dónde están ocurriendo.
“Mientras Scott estaba en el escáner, mi colega, Davinia Fernández-Espejo, y yo pasamos por la rutina que habíamos desarrollado para determinar si los pacientes en la zona gris eran conscientes o no de lo que les estábamos diciendo”, continúa Owen.
Lo primero que hicieron fue decirle a Routley que imaginara que estaba jugando tenis, pues la visualización activa una parte del cerebro conocida como la corteza premotora. Si esta se activa, quiere decir que el paciente está consciente, lo que sucedió con Routley. Para asegurarse de una respuesta parecida, le pidieron que imaginara que estaba caminando alrededor de su casa, lo que, en teoría, debía activar el giro parahipocampal, otra parte del cerebro. De nuevo, se activó esta parte del cerebro.
“El cerebro de Scott respondió, demostrando que estaba allí, dentro, haciendo exactamente lo que le pidieron. La familia de Scott tenía razón. Era consciente de lo que estaba sucediendo a su alrededor”, continúa Owen en su relato publicado en The Guardian.
Pero ¿sentía dolor? Hacerle esta pregunta no era fácil, sobre todo cuando la madre de Routley, Anne, se encontraba a su lado. Si respondía que sí, esto significaba que llevaba 12 años sufriendo dentro de su propio cuerpo. “Me gustaría preguntarle a Scott si tiene dolor, pero me gustaría tener su permiso”, le dijo Owen a Anne. A lo que ella respondió: “Deja que Scott te lo diga”.
“Íbamos a empujar la ciencia de la zona gris al siguiente nivel”, explica Owen. Después le pidió a Scott que si no sentía ningún dolor imaginara que estaba jugando tenis.
La pantalla dio su respuesta: manchas rojas brillantes empezaron a aparecer en la zona del cerebro que esperaban. Routley estaba diciendo que no sentía dolor. El avance del doctor Owen y Routley, quien murió dos años después, no fue sólo un logro científico, sino que dio piezas claves para descifrar cómo tratar a estos pacientes. El relato completo de cómo el doctor Owen ha estudiado este fenómeno será publicado en su libro En la zona gris, esta semana por Guardian Faber.