Los insectos comestibles son considerados como una alternativa ecológica y éticamente sensata frente al consumo de carne.
Muchas culturas tienen incorporada los insectos en su alimentación. Tailandia y México son algunos ejemplos. Sin embargo, no todos son muy proclives a este tipo de comidas. Así lo demostraron los alemanes, pues sólo uno de cada diez se puede imaginar agregar regularmente insectos a su dieta, según muestran los resultados de una encuesta representativa del Instituto Federal de Evaluación de Riesgos (BfR, por sus siglas en alemán) dirigida a personas que no han ingerido nunca insectos.
Alrededor del 30% de los encuestados se declara al menos dispuesto a probar los animalillos, pero el 60% los rechaza rotundamente como alimento comestible. Las principales razones para este rechazo son reparos de tipo higiénico y repugnancia.
Según la encuesta, el 86% de los indagados no ha comido jamás un insecto, mientras que un 10% dice haberlos probado durante algún viaje de vacaciones. Sólo un 3% de los participantes afirma haber comido más de cinco veces escarabajos, langostas (o saltamontes) o grillos.
Los insectos comestibles son considerados como una alternativa ecológica y éticamente sensata frente al consumo de carne. Contienen gran cantidad de proteínas y su cría podría jugar un rol importante en la lucha contra el hambre y la desnutrición.
Mundialmente se consumen alrededor de 1.900 especies de insectos. En Europa, sin embargo, los insectos no son habituales ni como fuente alimenticia ni como alimento para animales. El Instituto Federal de Evaluación de Riesgos BfR considera que es necesario aún un gran trabajo de investigación en el ámbito de la seguridad de los alimentos y de una posible cría industrial de los mismos.