Por Maribel Ramírez Coronel, Periodista en temas de economía y salud para El Economista.
Cuando sale una nueva cura lo obvio y razonable es que todos quienes padecen de la enfermedad reciban la nueva terapia, máxime si ello significa ahorros a futuro porque los pacientes curados dejarán de implicar costos al sistema de salud.
Con la cura de la hepatitis C esa historia lógica no ha sucedido en México, el esquema para aplicarlo ha quedado ahorcado y es necesario un reacomodo radical para que funcione. El país logró negociar un muy buen precio con las farmacéuticas a cambio de un volumen de 10.000 terapias. El problema es que en el 2017 se cubrieron apenas 2.500 pacientes con hepatitis C, una cantidad muy baja considerando que se estima son cerca de 300.000 mexicanos los que viven con esa carga viral que les lleva a una muerte temprana.
Cuando en abril del año pasado Mikel Arriola, entonces titular del IMSS, anunció que el organismo había hecho una gran negociación para adquirir la innovadora terapia que cura la hepatitis C, la noticia ampliamente difundida generó entonces muchos aplausos para la principal institución de salud del país.
A 10 meses de ello es hora en que no se ha podido implementar bien y el propio Instituto ha comprobado que el esquema no funcionó pues muy pocos pacientes han podido sumarse a la nueva terapia. Si antes los pacientes con hepatitis se trataban en 25 hospitales nacionales, con los nuevos tratamientos se estableció un sistema de control donde las terapias se aprueban a nivel central y se aplican en sólo 8 hospitales acreditados. Estos fueron totalmente insuficientes porque además no se destinaron recursos humanos adicionales y hoy hay un cuello de botella que impide hacer llegar la cura a quienes la necesitan.
Es algo lamentable y absurdo que teniendo la opción de curarse miles de pacientes no puedan acceder a la terapia. Y si se ve por el lado económico, hay estudios que han demostrado que sería mucho más costo-efectivo invertir en la cura, pues se ahorrará mucho más en un futuro por gastos en cáncer de hígado y cirrosis.
Erick Musalem, director general de la americana Gilead en México, la principal farmacéutica que cubre la cura para hepatitis C, considera que el IMSS tuvo buena intención pero estableció demasiados candados para asegurar el control apropiado y la calidad en el tratamiento.
Cuando Gilead se sentó con las autoridades de salud en la comisión negociadora a fin de definir el precio de la nueva terapia sus directivos acordaron dar un precio muy favorable a México -a la mitad del acordado con países de mayor desarrollo como Estados Unidos. El IMSS en su momento mencionó un costo de 168,000 pesos por paciente. El punto es que a cambio se acordó un volumen de 10,000 terapias y apenas se ha cubierto una cuarta parte. Y no es porque no haya pacientes. Otros países de igual nivel de desarrollo como Brasil están logrando cubrir 30,000 pacientes al año.
Para reactivar el programa es necesario aumentar las tasas de diagnóstico. El problema es que nadie en el sector salud está activo en ello.
Gilead ha tomado la iniciativa y decidió aplicar 100,000 pruebas para medir el nivel de anticuerpos contra el virus, lo cual es indicador para hacer otros estudios.
La idea de Gilead es que en el 2018 México logre curar al menos a 3,500 pacientes con hepatitis C. Lo importante sería que dentro de nuestras instituciones de salud hubiera funcionarios que pensaran como si alguien de su familia tuviera hepatitis C para darle tantito sentido de urgencia a la atención de miles de enfermos que hoy tienen la grandiosa oportunidad de curarse.