Por Gabriel Rovayo, presidente de CODEFE y director general del ESAI Business School.
Vivimos tiempos de incertidumbres y sorpresas. Hemos sido testigos de lo inesperado: el triunfo del Brexit, del NO en Colombia, de Donald Trump en la carrera presidencial estadounidense. Lo que parecía seguro o cierto no lo ha sido del todo. De allí que el planeta parece haber entendido que es hora de reflexiones sobre cómo afrontar el futuro.
Y América Latina no es la excepción. Todos estos cambios que experimenta el mundo inciden definitivamente en el tema económico, pues, nos guste o no, es el dinero lo que hace girar al mundo. En nuestra región hay un reto postergado que debe ser retomado hasta su realización: La integración económica de Latinoamérica.
No hay una receta infalible para lograr algo como eso, pero es fundamental lograrlo para contrarrestar los efectos negativos de un ciclo recesivo del comercio internacional. Al respecto, un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), concluye que: “El panorama es preocupante, el motor de crecimiento de América Latina se ha estancado, debe prender sus motores".
Según el informe del BID la caída del comercio internacional muestra signos de desaceleración pero no de reversión de tendencia y en 2016 ha alcanzado también al comercio de servicios. América Latina, por otra parte, siente más que ninguna otra región la retracción de la demanda mundial. Lo que hace aún más negativo el impacto sobre la balanza de cuenta corriente de los países.
En mi opinión, las perspectivas para América Latina son negativas alentadas por la fuerte volatilidad de los mercados y el alza de los tipos de cambio. Algo que (coincidiendo con el BID) puede desatar políticas proteccionistas respecto al manejo económico de la región.
Para el BID, el ambiente político también se está volviendo desafiante, no sólo por los cambios en Estados Unidos sino también en Europa, por lo que urge la integración regional no como una solución definitiva, sino como un paso hacia una forma eficaz de afrontar futuras dificultades.
La receta para lograr tal integración está compuesta por Brasil y su evidente potencial productivo y económico. Por México, si decide voltear su mirada hacia sus parientes pobres (ahora que parece estar en la mira de Trump). Y por los demás países latinoamericanos, siempre y cuando vean los acuerdos comerciales como puentes que nos permitan llegar más allá de nuestras fronteras.
Un informe divulgado el hace unas semanas por el INTAL concuerda con esto. Según la encuesta realizada, en América Latina, el 77% de la población apoya una mayor integración económica; y el 60% respalda más unión política. Pero hay un detalle más: La población desconfía de sus gobiernos. Incluso los ciudadanos comunes saben lo que le conviene a su país. Saben que la unión hace la fuerza. Pero la última palabra es de quienes están encargados del poder.