Un informe de la Cepal y la ONU hace un llamado a incrementar los esfuerzos para avanzar en la sostenibilidad ambiental en la región, con el objeto de cumplir las metas propuestas para el 2015.
Santiago. En el 2000, los 189 países miembros de las Naciones Unidas establecieron los Objetivos de Desarrollo del Milenio, con el fin de lograr avanzar en la superación de la pobreza y garantizar la sostenibilidad del medioambiente. El acuerdo fijó un plazo de 15 años para el cumplimiento de estas metas.
Son ochos los objetivos que se plantearon, y uno de los que más preocupa es precisamente el que busca garantizar la sostenibilidad del medioambiente, ya que la urgencia que ha puesto el cambio climático está dificultando el logro de la meta propuesta a nivel mundial.
A cinco años de que se venza el plazo, en América Latina la situación no es menos preocupante según un informe elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en conjunto con los organismos del sistema de las Naciones Unidas, quienes hacen un llamado de atención para aumentar las acciones.
“Hay algunas metas que tenemos al alcance, pero hay otras donde aún es arriesgado. Es necesario no descuidarse para poder lograr los objetivos y urge que se tomen las medidas adecuadas”, asegura a AméricaEconomía.com, José Luis Samaniego, director de la División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos de la Cepal.
Samaniego habla con fundamentos, los que se encuentran en el estudio "Objetivos de Desarrollo del Milenio: Avances en la sostenibilidad ambiental del desarrollo en América Latina y el Caribe", informe que fue presentado este miércoles en México, y donde se realiza un seguimiento a los avances y dificultades en el cumplimiento de las metas del séptimo objetivo regional.
Las metas asociadas a este objetivo buscan incorporar los principios del desarrollo sostenible en las políticas públicas; reducir la pérdida de recursos naturales y diversidad biológica; frenar la contaminación de la atmósfera; aumentar el acceso a los servicios de agua potable y saneamiento, y disminuir el número de habitantes de tugurios.
Los resultados. Pese a que hay buenos resultados en algunas áreas, el aumento sostenido de las emisiones de dióxido de carbono y la deforestación en América Latina están poniendo en jaque a este objetivo. La tasa de deforestación en la región duplicó el promedio mundial entre 1990 y 2005; la superficie cubierta por bosques en la región se redujo 7%, lo que equivale a la pérdida de casi 69 millones de hectáreas, un déficit que en el 86% se produjo en América del Sur, especialmente en la Amazonía.
Las emisiones de CO2 también han registrado fuertes aumentos debido a la quema de combustibles fósiles y la producción de cemento. Entre 1990 y 2005, éstas crecieron cerca de 41%, aunque la relación entre estas emisiones y el PIB descendió levemente. Un aumento preocupante, aunque las emisiones regionales representen sólo una pequeña fracción de las registradas en los países desarrollados.
Según detalló el estudio de Cepal, estas cifras excluyen las emisiones producidas por cambios de uso de suelo y deforestación, con lo cual el indicador subestima las emisiones de CO2 en la región. Se calcula que a nivel mundial, América Latina y el Caribe son responsables de más de 48% de las emisiones de dióxido de carbono por cambio de uso del suelo.
Los buenos resultados se registran en el aumento de 120% de la superficie total de áreas protegidas; la disminución en 85% del consumo de sustancias que dañan la capa de ozono, y la disminución en 31% de la población urbana que vive en tugurios.
El aumento de la cobertura de los servicios de agua potable (10%) y saneamiento (17%) es también uno de los puntos buenos que registra la región, aunque el ritmo de acceso difiere dependiendo de los países y la situación en la zonas urbanas versus las rurales, donde el cumplimiento es mucho más bajo.
“A pesar de la crisis, el avance ha sido muchísimo”, asegura Samaniego, aunque destaca los logros que ha habido principalmente en el acceso al agua potable, porque en 2006 ya se había cumplido la meta para las zonas urbanas. Ahora, la tarea pendiente es lograr los objetivos en las zonas rurales. “En las áreas rurales aún estamos ocho puntos por debajo de la meta, lo que pone en peligro lograr el objetivo. Pero debemos hacer un esfuerzo extraordinario”, resalta.
Tendencias de indicadores oficiales del Séptimo Objetivo
* Variación acumulada en el período 1990-2005
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal)
Acciones combinadas. Samaniego destaca que el factor clave para seguir avanzando en los objetivos, y que se logre cumplir las metas, es el irrevocable compromiso de los gobiernos latinoamericanos. “Lo que falta es que se le dé la importancia que el tema requiere”, apela. El principal obstáculo, asegura, son los escasos recursos que destinan las administraciones: “se mantiene la institucionalidad, pero el gasto es muy volátil”.
Según precisa el informe, el gasto ambiental de los gobiernos latinoamericanos no sobrepasa las cinco décimas del PIB en promedio. Sólo en el último año, México, Costa Rica y Brasil superaron el medio punto. Samaniego destaca que los países miembros de la OCDE destinan en promedio entre 1 y 2 puntos del PIB en gastos ambientales. Una disparidad que refleja que se “está corriendo un riesgo, y que es necesario, sin duda, un llamado de atención”.
Presupuesto total ejecutado de Secretarías de Medio Ambiente respecto del PIB
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal)
Y agrega: “el Estado juega un rol de coordinación y de mejora de las normas para proteger el ambiente”. En ese sentido, también destaca el importante rol que tiene que jugar el sector privado en la consecución de las metas. “Los gobiernos fijan los marcos regulatorios y los privados deben orientar las actividades en torno a ello, ya que éstos tienen mucho que definir”, explica.
El estudio de Cepal agrega que la crisis económica fue un factor que sumó problemas al cumplimiento de estos objetivos, debido a que la insuficiencia en la generación de empleos puso mayor presión sobre los recursos naturales y las finanzas públicas, donde se debió reducir el presupuesto y las políticas ambientales sufrieron importantes recortes. Además, se disminuyó la capacidad para absorber nuevas tecnologías, menos contaminantes. Sin embargo, Samaniego augura que ahora el panorama debería retornar a los niveles normales.