Juan Carlos Barahona, professor of Management of Innovation and Technology de INCAE Business School, conversó con AméricaEconomía.com sobre la innovación en los países de América Latina, sus características, deficiencias y pasos a seguir.
Invertir en educación, en instituciones más profesionales e interconectadas, en más investigación y desarrollo, y tener una fuerte política social mientras continúan con la apertura comercial, son algunas de las propuestas que hace a los países latinoamericanos Juan Carlos Barahona, profesor de Incae Business School, quien conversó con AméricaEconomía.com sobre la situación regional en innovación.
¿Qué caracteriza a un país innovador?
La eficiencia institucional y creatividad con la cual su economía responde a las presiones competitivas y oportunidades. Los países que así responden lo hacen sobre la base de procesos de creación o adopción de tecnologías, comportamientos y conocimientos que mejoran su productividad. Esto se logra si se invierte en educación, en investigación y desarrollo y en la efectividad de la colaboración interinstitucional (capital social). Sin embargo, hacer esto no es suficiente, pues como proceso de difusión es muy vulnerable a factores culturales, institucionales y gerenciales.
¿Cuáles son los países más innovadores de América Latina?
Con frecuencia Chile y Costa Rica aparecen citados en algunos rankings en las primeras dos posiciones. Es interesante ver que históricamente ambos países han tenido muchas cosas en común tanto en su sistema educativo (ambos hicieron reformas muy importantes en 1886, con base al modelo francés), y desde muy jóvenes fueron democracias cuyas banderas también evocan los colores de la revolución francesa. Ambas naciones, aunque con mucho por hacer, han gozado de estados fuertes, de instituciones públicas con altos niveles de profesionalismo y hoy por hoy, aunque en pañales, llevan también ambos países la delantera en gobierno electrónico. Los dos países asumieron riesgos desde hace dos décadas y se convirtieron, en lo comercial, en las economías más abiertas del continente.
¿Cuáles son las principales fortalezas y deficiencias de América Latina en materia de innovación?
De la anterior definición, sale el diagnóstico: la inversión insuficiente en investigación y desarrollo es una de las principales deficiencias. Llevamos décadas de discursos pero ni el sector privado ni el público han dado la talla en cuanto a inversión. Veamos sólo unas cifras: En este rubro el líder regional es Brasil con una inversión total en investigación del 1.05% de su PIB. Eso no es ni la cuarta parte de lo que invierte Israel (4.5%), ni la tercera parte de Suiza (3.7%), ni la mitad de lo que invierte Estados Unidos (2.7%). Ni siquiera alcanza a China que anda alrededor de 1.4%. Una parte de la explicación de los bajos niveles de inversión en investigación y desarrollo pueden ser barreras culturales, por alguna razón, si un profesor apoya a un grupo de estudiantes desde una universidad, para salir luego al mercado y a lo mejor hacerse muy ricos, no necesariamente va a ser bien visto y, posiblemente, no suceda con frecuencia porque las universidades crean “mecanismos” para prevenir ese tipo de “abusos” en lugar de estimularlos.
En educación la situación en América Latina sigue siendo una gran deuda social y evidencia de la miopía y la inercia inútil y poco estratégica con que asignamos presupuestos públicos. Un joven que opte por ser maestro en Chile entra en promedio ganando US$10.700 al año (ajustados por paridad de compra) y si acumula 15 años de experiencia llega a los US$12 mil, pero al otro lado del pacífico, su cliente y competidor, Corea del Sur, le ofrece US$26.300 y con 15 años de experiencia casi US$44 mil. ¿Dónde estamos poniendo los incentivos? Ese es sólo un indicador, uno importante pues habla de cuánto talento podemos atraer al sistema para sacar la tarea de educar a nuestros pueblos y prepararlos para este siglo. Pero evidencias de ineficacia, inequidad e insuficiencia en el gasto educativo, en algunos países parece ser la regla y no la excepción.
¿Qué pasos tienen que dar la región para ser más innovadora?
Invertir en educación, invertir en instituciones más profesionales e interconectadas, invertir más en investigación y desarrollo y tener una fuerte política social mientras continúan con la apertura comercial. Esto debe incluir un decidido apoyo al fomento de relaciones de colaboración y participación de los ingenieros, científicos y académicos locales en las redes globales de investigación y desarrollo.
¿Qué variables se toman en cuenta a la hora de medir la innovación en Latinoamérica?
Distintas organizaciones usan distintas variables, pero siempre va a ser importante la disponibilidad de científicos e ingenieros, la colaboración universidad-empresa, la capacidad de innovación del estado, el gasto en capital humano y el gasto en capital social. Lo que deberíamos estar seguros en América Latina es en que estamos de acuerdo en cómo se mide y contabilizan algunas de esas las cifras.
¿Cómo pueden colaborar las universidades para hacer más innovadoras a las naciones latinoamericanas?
Convertirse en “tejedores sociales” que conecten ideas, conocimiento y talento con la industria y el gobierno.
¿Se están formando ejecutivos que puedan impulsar a sus países hacia la innovación?
No en todas partes. Se mal entiende y se confunde la innovación con la creatividad y el chispazo. Somos muy dados a la moda y a quedarnos en la forma y no reconocer el fondo. La innovación y la tecnología deben gestionarse de acuerdo con la estrategia competitiva de la empresa y sus retos, pasa por tener las herramientas adecuadas para leer las tendencias relevantes, las tecnologías emergentes y el alineamiento organizacional requerido. No todos los MBA´s los capacitan para eso.