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Amor y drogas: el drama de las extranjeras presas en América Latina
Miércoles, Marzo 22, 2017 - 13:46

Convencidas o engañadas por sus novios, muchas mujeres son atrapadas en aeropuertos transportando estupefacientes, tras lo cual se inicia la pesadilla.

El peruano Luis R. (28 años) atendía una heladería en Hannover cuando se cruzó en la vida de Veronique H., una estudiante alemana que se enamoró perdidamente de él. Tanto fue el encanto, que la muchacha aceptó viajar a Perú para conocer a la familia del chico, quien le ofreció pagar el pasaje de ambos. Seis meses después de conocerse, en noviembre de 2014, Veronique trataba de regresar a Alemania cuando en el aeropuerto internacional Jorge Chávez de Lima la Policía encontró en su maleta de mano dos kilos de cocaína.
 
Lo que siguió después en la truncada historia de amor fue la cárcel para los dos. Veronique fue confinada al penal Ancón II en la capital peruana, donde completó dos años y 35 días antes de que se dictara la condena en su contra: siete años de prisión, un dictamen sorpresivo para la chica, su familia y su abogado, Michael Tusch, quien cree firmemente en la inocencia de su defendida, pues hasta el mismo novio de la muchacha declaró que ocultó la droga sin que ella supiera.
 
La presunta inocencia de Veronique tropezó con el criterio de un juez peruano severo, pues como explica a DW la abogada y docente de la Universidad de Lima, Mary Claudia Alvarado, “en este tipo de casos se pueden encontrar casos de ‘burriers’ a los que les dan 5 años y el pago de 100 mil soles (28 mil euros), mientras que por situaciones parecidas a otros pueden darles 15 años y un pago de 400 mil soles (112 mil euros). Esto ocurre porque las sentencias en Perú dependen del criterio de los jueces y no de una jurisprudencia obligatoria”.
 
Un mal negocio
 
El caso de Veronique es sólo una de las historias protagonizadas por alemanas que son utilizadas como “burriers” o “mulas”, como también se las conoce: mujeres que intentan sacar droga de países sudamericanos para venderla en Europa. Para la abogada Alvarado, la razón principal que tienen estas mujeres son las ganancias que pueden obtener si completan esta acción con éxito. “Es todo un negocio, porque arriesgan su libertad considerando las ganancias económicas que van a tener. Lamentablemente la mayoría se queda acá”, dice.
 
El error de estas mujeres podría terminar una vez que cumplen la pena carcelaria. Sin embargo, después que recuperan su libertad, muchas veces les resulta imposible pagar la sanción monetaria que se les impone. Sus familias no cuentan con el dinero suficiente para ayudarlas y ellas sólo logran conseguir trabajos mal remunerados, lo que las obliga a vivir gracias a la ayuda de conventos y organizaciones sin fines de lucro.
 
 
Nicole Bartscher es otra alemana que actuó como “burrier” en Lima con pésimos resultados. Sentenciada a 6 años y ocho meses de prisión efectiva, esta mujer de 40 años, oriunda de Dortmund, cumplió dos años y seis meses de cárcel gracias a que el expresidente Ollanta Humala redujo su pena. No obstante, Nicole quedó atrapada en Perú al no poder pagar los 2.410 dólares que le debe al Estado peruano, ni mucho menos poder financiar el pasaje de regreso a Alemania. Además, su marido alemán la abandonó y se fue con la mejor amiga de Bartscher.
 
Distinto país, diferente jurisprudencia
 
Como es lógico, según el país en que se cometa el delito las penas y beneficios son diferentes. Aunque en los casos de las “mulas” extranjeras es común que deban cumplir la sentencia allí donde se cometió el delito antes de poder ser expulsadas.
 
En  Colombia, por ejemplo, “el delito de tráfico, fabricación o porte de estupefacientes previsto en el artículo 376 de la Ley 599, tiene como penas principales la privación de libertad y pena pecuniaria de multa, aunque en las leyes penales existen algunas medidas sustitutivas de la prisión que pueden ser reconocidas al infractor, atendiendo la gravedad de la conducta cometida y la reacción punitiva”, detalla a DW el Observatorio de Drogas de Colombia (ODC).
 
En el Parlamento de Colombia y Perú se ha dado el debate sobre la expulsión inmediata de quienes cometen este delito, lo que busca disminuir el hacinamiento carcelario. Este tipo de medidas ya se ha implementado en algunas naciones de América Latina. Así lo explica a DW el subprefecto Roy Farías, de la Policía de Investigaciones de Chile (PDI), donde justamente el 2016 una ciudadana con doble nacionalidad alemano-colombiana intentó ingresar el mayor cargamento de droga sintética que se ha incautado en ese país.
 
“Chile tiene un acuerdo con Perú, Colombia y Bolivia que hace posible la expulsión inmediata, en caso de que un ciudadano de estos países sea condenado como máximo a 5 años y un día de cárcel, algo que no ocurre con Alemania, por lo que seguramente una alemana tendría que cumplir la condena y pagar las costas que se impongan el juicio”, detalla Farías.
 
Los casos olvidados
 
En los años recientes se han registrado otros casos llamativos de alemanas que trasladan drogan desde países sudamericanos. Un ejemplo es Maren D., que fue sorprendida con 2,5 kilos de cocaína adherida al cuerpo en el aeropuerto de Guarulhos, en Sao Paulo (Brasil). Su objetivo era reunir dinero suficiente para instalar un restaurante con su novio venezolano en la isla Margarita. Maren D. tuvo que cumplir una condena de cuatro años en la cárcel de Tatuapé, donde tuvo un hijo unos meses después de entrar al penal. El pequeño Xavier vivió en un centro de protección infantil mientras su madre cumplía condena. El año 2008 ambos regresaron a Alemania.
 
Melanie Werner es otra “burrier” que tuvo que pasar 4 años y seis meses en una cárcel brasileña, tras haber sido atrapada con seis kilos y medio de cocaína en la maleta en la terminal aérea de Sao Paulo. Aunque tuvo que padecer las condiciones de hacinamiento, mala alimentación y violencia en Tatuapé, el año 2007 pudo regresar a Berlín junto a su familia.
 
Por último, se encuentra el caso de Yvonne P., quien pagó su condena en Caracas, donde la sorprendieron tratando de sacar 6 kilos de cocaína con rumbo a Frankfurt. Su caso resulta lamentable, porque es un fiel ejemplo de las alemanas que son embaucadas por hombres encantadores que les piden como prueba de amor que trasladen droga y así obtener miles de euros para su beneficio. Yvonne tuvo que cumplir los años de cárcel en Venezuela debido a la falta de un tratado de asistencia judicial recíproca entre ese país y Alemania, y del novio africano que la metió en este lío no se ha vuelto a tener noticias.

Autores

Mónica Nanjari/ Deutsche Welle