Independientemente de cuál sea el resultado final del balotaje en noviembre, Argentina ya ganó. A pesar de lo que pronosticaban las encuestas, los argentinos le pusieron límites al populismo gobernante. El resultado de estas elecciones no es ni una victoria para la oposición ni un total rechazo de la política actual. Es, sobre todo, una prueba de la madurez de los argentinos.
Daniel Scioli, el candidato de la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, sale debilitado camino a la segunda vuelta. En lugar de haber logrado una clara diferencia o de haber ganado en primera vuelta, el resultado fue una carrera cabeza a cabeza con su rival conservador, Mauricio Macri. Y la ventaja de Macri durante el recuento acentuó la humillación del sector oficialista. Scioli no posee ni con mucho el talento histriónico de Cristina Kirchner, y sus promesas de continuidad en el cambio recuerdan un poco al lema económico de la última etapa en la ex República Democrática Alemana: “adelantar, pero no sobrepasar”.
A eso se suma que Scioli no era el candidato deseado por la presidenta. Mientras ella era creíble en la pasión que demostraba, él es poco convincente. Por ejemplo, cuando anunció la continuación de los programas sociales y hasta las negociaciones con los odiados “fondos buitre”. Su planteo -a falta de alternativas más prometedoras- era el reflejo de las estrategias del ala gobernante, y el resultado demuestra que los ciudadanos no se dejan engañar.
Pero todavía no es seguro que la oposición obtenga el mandato presidencial. El sorpresivo buen resultado obtenido por Macri muestra, entretanto, la magnitud del descontento de la población frente a temas como la inflación, el despilfarro en la economía y la corrupción. Y eso no alcanza para ganar un balotaje, ya que aún queda abierta la decisión de los que votaron a Sergio Massa, el peronista disidente que quedó en tercer lugar.
Macri no solo quiere otra política económica sino también una política exterior diferente, para lo cual tomaría distancia de otros gobiernos populistas de América Latina y se acercaría otra vez a EE. UU. A muchos argentinos, la política nacionalista y en parte agresiva de Cristina Kirchner les hizo ganar una nueva autoestima, y los planes de Macri representarían un retroceso en ese sentido.
En el balotaje de noviembre también se votará un modelo: el modelo del nuevo socialismo latinoamericano, con las esperanzas que surgieron al comenzar el siglo XXI, desde Venezuela y Ecuador hasta Bolivia y Argentina. La mayoría de esas esperanzas quedaron truncas y evidencian que el progreso no se logra solo a través de programas sociales. Sin embargo, es difícil renunciar a esos sueños. Las semanas que faltan para la segunda vuelta en Argentina serán vividas con expectativa en los países vecinos. Si bien el resultado es abierto, algo queda claro luego de esta primera ronda: a 32 años del fin de la dictadura militar, la democracia argentina probó que es estable. La preocupación acerca de posibles manipulaciones en el escrutinio evidentemente fue infundada. La participación en estas elecciones fue alta y los argentinos expresaron claramente su compromiso tanto con los logros del gobierno como con el cambio necesario. Luego de años de una casi total polarización, de estas elecciones nace una señal de esperanza nueva y más adulta. Si la clase política la toma en serio, Argentina saldrá beneficiada, sea quien fuere el que gane.