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Brasilia: cinco décadas de la obra maestra de Niemeyer
Dom, 18/11/2012 - 21:23

José Ignacio Moreno León

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José Ignacio Moreno León

Ingeniero químico de la Universidad de Louisiana (USA), Master en Administración de Empresas de la Universidad Central de Venezuela y en Administración Fiscal y Desarrollo Económico de la Universidad de Harvard. Es además rector de la Universidad Metropolitana de Venezuela.

No hay dudas que entre las grandes obras arquitectónicas y de urbanismo, Brasilia destaca a escala mundial por su novedosa concepción y lo espectacular de su diseño como una gran metrópoli con visión futurista, la cual fue diseñada, construida e inaugurada como la nueva capital de Brasil en abril de 1960.

Fue un proceso que apenas tomó para su ejecución 41 meses, equivalente a menos de un mandato presidencial de ese país y mucho menos del tiempo que lleva el gobierno venezolano en la construcción del pequeño cabletren de Petare. 

En la actualidad Brasilia, en cinco décadas de su inauguración,  alberga una población cercana a los 2,6 millones de residentes que la convierten en la cuarta ciudad más poblada de Brasil, y con una de las mayores tasas de crecimiento, la cual se asienta en el centro del país, en lo que para 1955 era solo una gran sabana despoblada, a 1.200 kilómetros del litoral atlántico y a 1.200 metros sobre el nivel del mar,  por lo que para su construcción se tuvo que recurrir a un gran flujo de migración de mano de obra hacia ese territorio.

Esa magna obra de la ingeniería y arquitectura brasileña fue iniciativa del entonces presidente del país, el médico y político Juscelino Kubitschek de Oliveira (1902-1976), quien al frente de su gobierno en el período 1956-1961 fue un gran impulsor de la industrialización de ese país y promotor de grandes obras públicas, siendo Brasilia la más relevante de su mandato, y es recordado en Brasil, a la par de la gestión de Getulio  Vargas y, en tiempos más recientes de la de Luis Inácio Lula da Silva, por lo que Kubitschek  fue reconocido en 2001, como "el brasileño del Siglo XXI".

Kubitschek promovió en 1956 un concurso público para el desarrollo de ese proyecto, el cual ganó el urbanista Lucio Costa, pero a instancia del propio Presidente, se incorporó a otro reconocido experto, el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer para responsabilizarse del diseño de los edificios de la nueva ciudad, mientras que Costa asumió la supervisión del plan general de la ciudad y su desarrollo urbanístico. Niemeyer en pocos meses produjo el diseño de todas las edificaciones residenciales, comerciales y administrativas, incluyendo el palacio presidencial o Palacio de la Alvorada, la sede del Congreso Nacional, la Catedral Metropolitana, el Palacio de Itamaraty y las edificaciones de los diferentes ministerios y otras importantes dependencias que son ahora sedes del Gobierno Federal.

La impronta del estilo arquitectónico de Niemeyer, que refleja en cierta forma el estilo de Le Corbusier, es marca distintiva de Brasilia. Niemeyer, uno de los profesionales más influyentes de la moderna arquitectura mundial, es reconocido como el pionero en el empleo de las posibilidades constructivas y plásticas del hormigón armado y de los diseños fundamentados en las formas curvas que caracterizan las construcciones de Brasilia. Este renombrado arquitecto, nacido en Río de Janeiro en diciembre de 1907 y quien estuvo activo hasta la edad de 102 años, concibió y realizó el desarrollo de esta moderna urbe regido por un desarrollo urbanístico con una estricta planificación que incluye  más de 50 millones de metros cuadrados de áreas verdes, áreas residenciales, bastante homogéneas, sin locales comerciales y áreas comerciales ausentes de facilidades residenciales y con áreas administrativas exclusivamente para el trabajo en oficinas. Todas estas edificaciones se asientan en súper cuadras y fueron propuestas para promover la interacción entre los residentes de la ciudad, eliminando las distinciones sociales y promoviendo un amplio contacto con la naturaleza. Producto de esta rigidez del diseño y construcción y de las apreciables distancias entre unas y otras zonas, los habitantes de Brasilia deben forzosamente desplazarse con vehículos, por lo que los brasileños se refieren a los brasilianos como seres de "cabeza, tronco y cuatro ruedas".

Por la rigidez de su diseño urbanístico, Brasilia fue motivo de algunas críticas por respetables visitantes que estuvieron allí en sus primeros años, tales como Jean-Paul Sartre, quien la definió como una metrópoli fascinante, pero demasiado rígida para la vida de sus habitantes. Otros la han catalogado como una urbe "artificial", "fría" y "sin alma". A pesar de todo, y por lo revolucionario de su diseño urbanístico y su arquitectura futurista, Brasilia fue declarada patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987, distinción que la destaca por sobre las otras grandes ciudades de Brasil y de América Latina y la ubica conjuntamente con Putrajaya (capital administrativa de Malasia) y Naipyidó (nueva capital de Birmania), en el grupo de las tres más importantes y novedosas ciudades capitales de reciente construcción en el mundo. A pesar de algunos críticos, lo cierto es que los residentes de esta capital brasileña alaban su tranquilidad bucólica, gozan del más bajo índice de inseguridad del Brasil y poseen la más elevada renta per capita y la mayor calidad de vida de ese país, con un índice de desarrollo humano de 0.936, equivalente al de un país desarrollado. Por sus especiales características, su diseño y arquitectura futurista, Brasilia representa un importante logro de la arquitectura, a escala mundial y la obra maestra de Oscar Niemeyer, el longevo arquitecto brasileño de 104 años, reconocido como el paladín del funcionalismo arquitectónico. 

*Esta columna fue publicada originalmente en ElMundo.com.ve.

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