Algunas décadas atrás Venezuela era un país que se distinguía por su riqueza petrolera y la estabilidad democrática que contrastaba con las dictaduras que reinaban en América del Sur. La pobreza que afectaba a la inmensa mayoría no llamaba demasiado la atención, porque -salvo contadas excepciones- no se distinguía del resto del subcontinente.
Las elecciones de diciembre de 1998 convocaron a muy pocos periodistas extranjeros, ya que la candidatura de un militar que había encabezado un levantamiento pocos años antes era vista como la aventura de otro golpista trasnochado que tendría poco futuro. Éramos muy pocos los que estábamos el día después del triunfo de Chávez escuchando su larguísima conferencia de prensa en la cual prometía una sociedad “donde no nazcan niños en cunas de oro, mientras otros lo hacen en pesebres de barro y paja". Y los que lo rodeaban insistían en que no era “un gorila carapintada y que no tenía nada que ver con el nacionalismo de extrema derecha, porque sus referentes eran Velazco Alvarado y Omar Torrijos”.
Chávez asumió en un contexto regional hostil hacia su persona. Eran los tiempos que el neoliberalismo se llevaba todo por delante de la mano de Carlos Menem, Alberto Fujimori y Carlos Salinas de Gortari, y él era sapo de otro pozo. Hasta la revuelta del 19 y 20 de diciembre en la Argentina, que fue percibida en América Latina como una revuelta contra las políticas neoliberales.
Y al aparecer Lula, Kirchner, Tabaré, Evo y Correa despertó el verdadero Hugo Chávez. A medida que más presidentes progresistas asumían él radicalizaba su discurso para que a su vez los otros también se sintieran más respaldados y entre todos proponer proyectos de unidad latinoamericana como no se habían visto en décadas.
Pasaron casi 14 años y Chávez revolucionó Venezuela y América Latina hasta convertirse en una figura de la política internacional que no puede ser ignorada por nadie.
En octubre de 2012 miles de periodistas y políticos fueron a Venezuela para presenciar las elecciones. Algunos ya habíamos comprobado las profundas transformaciones que experimentaba el pueblo venezolano. Pero muchos fueron convencidos de que festejarían el fin de la era Chávez. Ahora, frente a la enfermedad en conocidos sitios antichavistas aparecen artículos titulados “Viva el cáncer” o cartas que dicen “Adiós, Hugo, hasta nunca”. Ya hace tiempo que pronostican que Chávez está acabado. En realidad, no entendieron nada.
*Esta columna fue publicada originalmente en agencia Télam.