Se develaron los nombres de los miembros de la lista para el Senado de Colombia que el uribismo presentará en las elecciones legislativas a realizarse en marzo próximo. E independientemente de sus integrantes y los renglones ocupados por cada uno de ellos, su composición, en términos generales, dista de ser sorprendente.
Es una lista evidentemente uribista, encabezada por el carismático líder y completada por una suma de fieles personajes con trayectorias políticas opacas y un puñado de sus más devotos escuderos mediáticos (no necesariamente con una percepción social favorable como es el caso de José Obdulio Gaviria).
Podríamos definirla también como una lista defensiva, cuyo foco son los más obstinados, aunque no por eso escasos, seguidores del caudillo antioqueño y no la captación de votos del centro moderado real, mucho más cercano a Juan Manuel Santos. De hecho, es previsible una importante dificultad para acercarse a la mayor parte de los indecisos, para quienes los nombres hechos públicos hace una semana, lejos están de constituirse como una primera opción. A Uribe y el uribismo se lo vota o no se lo vota, extrañamente dejará espacio a dudas y quienes realmente tengan incertezas difícilmente se decantarán hacia él.
Pero atención, lo anterior lejos está de significar que su performance electoral vaya a ser pobre. Por el contrario, se ubicará sin mayores inconvenientes entre las tres principales fuerzas dentro del Senado. De hecho, no sería sorprendente que peleara por el primer lugar en las elecciones para esa corporación. Sin embargo, paralelamente, tampoco debemos perder de vista que posiblemente sea el único espacio, junto a algún distrito en las elecciones para la Cámara de Representantes, donde tenga el potencial para realizar una elección destacada.
En primer lugar, porque en el caso de la Cámara baja, sobre todo si partimos de la premisa que son treinta y tres distritos de carácter departamental, es necesario algo más que una figura nacional y su séquito para conseguir votos a gran escala. En este caso, es mucho más rentable la presencia de líderes regionales electoramente destacados y el manejo de recursos estatales que, a diferencia del santismo y los partidos que forman parte de él, el uribismo, hoy por hoy, no maneja.
En segundo lugar, porque lo perjudica el calendario electoral. El hecho que las elecciones legislativas y presidenciales no se celebren de forma simultánea, ocasionará seguramente un debilitamiento del efecto de “arrastre” que Uribe podría producir. Efecto indispensable, sobre todo, si tenemos en cuenta la fuerte debilidad que presenta su movimiento en lo referido a la candidatura presidencial, donde ninguna de las opciones cercanas al ex mandatario parece ser siquiera aceptable para la mayor parte del electorado.
De todo lo anterior podemos inferir, en síntesis, que el principal objetivo del “Centro Democrático” más que alcanzar el gobierno parece ser el de institucionalizarse como el principal partido de oposición. Una oposición con un perfil claramente programático e ideológico (no justamente de centro) que se dedicará a hacerle difícil la vida a la próxima administración.