Colombia ocupa la esquina noreste de Sudamérica; es una posición estratégica estupenda, con ventajas comparativas excelentes por sus dos océanos, por estar cerca de la línea ecuatorial, lo que nos da un clima tropical delicioso y placentero, pisos térmicos diferentes y ricos para la agricultura; equidistante de Norte y Sudamérica, y ser la puerta de comunicación con Centroamérica. Es una posición envidiable y debemos aprovecharla para desarrollar el comercio y las comunicaciones marítimas norte-sur, así como nuestros puertos de salida a Europa por el Atlántico y al Asia por el Pacífico. Con estas ventajas, "¡Colombia es el país del futuro!", me comentaba mi profesor de geografía hace más de 50 años... Pero a mí me llegó el futuro, Colombia sigue estando allí y esas ventajas comparativas no se han visto reflejadas en el desarrollo, ni en el aprovechamiento de las oportunidades.
Por el contrario, hoy vemos como nuestra soñada posición geográfica se ha venido deteriorando no solo por nuestra falta de competitividad, desarrollo e inversión en la "economía azul", sino que también porque el vecindario está demasiado convulsionado y deteriorado. Mirando alrededor, destaca la debacle de la economía venezolana, la recesión en la que está sumido el gigante Brasil, la parálisis de la economía ecuatoriana, el encarcelamiento de los últimos cuatro expresidentes peruanos y, más recientemente, la mala hora de la economía argentina. ¿Para qué más? No por nada las potencias económicas mundiales siguen viendo este vecindario como "Banana Republics" y nosotros cada día hacemos méritos para ganarnos tan peyorativo sobrenombre.
Esta semana, Argentina el país con las más grandes riquezas de suelos agrícolas de Sudamérica, proveedor de alimentos para todo el mundo; un pueblo culto y bien educado, y con un desarrollo histórico y urbanístico de los más bellos en nuestro hemisferio sur, ha sido escenario de un duro golpe en las urnas para el gobierno del presidente Macri, derrotado por la oposición, el Kirchnerismo. Un triunfo que las economías del mundo no han visto con buenos ojos. Al contrario, se han alarmado y el país austral ha perdido el respaldo, aumentando el riesgo país, cayendo sus acciones en la bolsa de una manera estrepitosa y devaluando su moneda en más de 35%. Triste futuro le espera a nuestra hermana república si no cesan estas incertidumbres. Hoy es, después de Venezuela, el país con la más alta inflación mundial, un triste récord.
Desafortunadamente, los colombianos estamos allí; este es nuestro vecindario. No nos podemos mudar a otra parte. Es nuestro mercado próximo, una cercanía que se extiende al plano de la cultura. Pero tendremos que aprender a navegar en estas aguas agitadas, porque estas malas noticias en el vecindario no nos ayudarán a mejorar la reputación y confianza en el escenario mundial. Por el contrario, seguirán perjudicando nuestro futuro y nuestra esperanza, para Colombia en particular y para la región sudamericana en general, de alcanzar un mejor futuro.