En economía existen para las relaciones comerciales entre países tres escenarios: perder-perder; ganar-perder y ganar-ganar. La institucionalidad del comercio internacional, desarrollada primero por el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT en inglés) y luego por la Organización Mundial de Comercio (OMC), apunta principalmente al objetivo de un intercambio transparente, no discriminatorio y donde el comercio global permita ganar-ganar. O como la propia OMC sostiene, su objetivo es "garantizar que los intercambios comerciales se realicen de la forma más fluida, previsible y libre posible".
Es esta tensión, la de utilizar el intercambio comercial como una presión entre mercados, la que se ha dejado ver también entre Japón y Corea del Sur; en especial en una línea contradictoria al orden de libre comercio que fue reafirmada en la última reunión del G20.
El problema va más allá de su raíz histórica. Ciertamente, hay tensiones no resueltas entre ambas potencias, pero hoy han sido reactivadas con la sentencia de la Corte Suprema coreana, que requiere que la empresa japonesa Nippon Steel pague US$89 mil a Lee Chun-shink por su trabajo forzado en la producción de acero en Japón, durante la II Guerra Mundial. Tanto así, que el actual momento de tensión entre Corea del Sur y Japón puede tener un efecto global.
Efectivamente, la cuestión es que esta tensión comercial entre ambos tiene la proyección de transformarse y afectar no solo al comercio bilateral Corea del Sur-Japón, sino que también al internacional. Entre ambos, por ejemplo, según The Observatory of Economic Complex (OEC), en 2017 el intercambio llegó a los US$81 billones. Mientras, Corea del Sur exportó ese año a Japón US$26,9 billones, representando un 4,5% del total de las mismas; Japón, exportó US$54,2 billones, 7,8% del total exportado.
A nivel global, a partir de los datos de The Observatory of Economic Complexity (OEC), ambos países son considerados gigantes en el sistema económico. Mientras Corea del Sur, en 2017, fue la quinta economía en exportaciones, Japón alcanzó el cuarto lugar. Lo sensible es que los dos países son definidos como economía complejas, donde sus exportaciones de alto valor agregado y con un alto nivel de desarrollo tecnológico son centrales para el crecimiento y desarrollo de terceros países.
Los efectos de este actual momentun entre ambas naciones ya están siendo analizados; y en esencia podría afectar la cadena de suministro de fabricación global de los semiconductores. Así, se tiene claridad que uno de los sectores que podrían sufrir alzas en sus costos de producción, y con ello traspasados a los consumidores, es el del mercado de los smartphones.
No cabe duda, entonces, que es prioritario que Corea del Sur y Japón –con la experiencia que ha debido enfrentar el mundo con la guerra comercial entre Estados Unidos y China- deben lo antes posible avanzar en una solución y buscar una salida a un sistema internacional que los necesita en pos de un mayor y constante desarrollo tecnológico. Así como para evitar que las relaciones de cooperación y confianza entre ambos países sigan deteriorándose.