Al inicio de la campaña, la elección presidencial del 10 de abril en Perú se planteó en términos de “cambio” / “no cambio”. Las actitudes electorales de millones de ciudadanos en todos el país mostraban un gran sector de ciudadanía con orientación de voto marcada por su profundo malestar con el sistema político, debido principalmente a las denuncias de corrupción, que ha dominado el espacio público con casos que han comprometido tanto a grandes líderes de los partidos nacionales como a alcaldes y funcionarios de pequeños distritos de los lugares más alejados del país, donde, en proporción equivalente, impera la corrupción, pasando por situaciones intermedias como los casos de presidentes regionales y alcaldes provinciales que han copado la agenda pública por hacer de la suyas.
Esto generó un incremento de la demanda natural de cambio, que se expresó en la búsqueda de un rostro nuevo. Así surgieron y crecieron en intención de voto César Acuña y Julio Guzmán, hoy fuera de la contienda debido a sanciones impuestas por el Jurado Nacional de Elecciones.
Estas sanciones han producido una discusión sobre la proporción entre crimen y castigo en la administración de justicia electoral, al punto que el mismo presidente del JNE, Francisco Távara, ha dicho que la sanción contra Guzmán es “desproporcionada” (increíble, así piensa el número uno de la institución que desembarcó al candidato). Simplemente… “elecciones a la peruana”.
Para los ciudadanos, la búsqueda del cambio no implica cuestiones ideológicas ni programáticas, es solo la necesidad de un rostro nuevo.
Hoy, Acuña y Guzmán no existen en la competencia electoral, pero la eliminación de ellos no ha eliminado la demanda de cambio, de manera que una buena proporción de peruanos ha emprendido la búsqueda de un candidato que pueda satisfacer su requerimiento de cambio. Así las cosas, hoy Alfredo Barnechea y Verónika Mendoza crecen rápidamente en intención de voto, cubriendo el vacío que se ha producido.
Durante algunos meses la lucha fue por el segundo lugar, y con criterio táctico, no se atacó a Keiko Fujimori, para evitar el desgaste que puede producir el hacer campaña negativa.
Eso cambió cuando quienes disputaban su billete al balotaje vieron la necesidad de demostrar que tienen la mejor capacidad o fuerza para vencer al fujimorismo en segunda vuelta. Así, se ha establecido un nuevo trazo que orienta la campaña: “fujimorismo” / “antifujimorismo”, que se esperaba para el balotaje, pero que ahora se suma al “cambio” / “no cambio”.
Esos dos lineamientos se pueden graficar en “cuadrantes presidenciales”, que permiten observar la evolución del voto en los términos de cómo se ha planteado la campaña electoral.
El gráfico que ilustra este artículo ha sido elaborado en base a la reciente encuesta nacional de Ipsos (campo del 5 al 10 de marzo), mostrando la intención de voto válido en cada cuadrante.
Se observa el claro liderazgo de Keiko Fujimori, quien está con un pie en una segunda vuelta electoral, pero enfrenta un panorama con los siguientes opositores ubicados en sus respectivos cuadrantes:
Cuadrante “no cambio” / “antifujimorismo”. Aquí PPK y Alan García suman 28% de intención de voto, pero el primero ha logrado recuperar algo de los votos que le quitó Guzmán y ha iniciado un contraataque publicitario (“yo no tengo arrugas”) muy intenso, ubicándose en mejor situación que el segundo, quien ha logrado beneficio cero de por lo menos el 25% de voto válido dejado por los dos candidatos vetados por el Jurado Nacional de Elecciones.
Cuadrante “cambio” / antifujimorismo”. Barnechea y Mendoza, que juntos llegaban hace dos meses a solo el 3% de voto válido, hoy suman 24%, mostrando una fuerte tendencia de crecimiento, siendo la de Barnechea una curva con mayor pendiente. Este es el cuadrante que ha dejado Julio Guzmán, es un espacio que ha vuelto a crecer.
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