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Desempleo juvenil en Costa Rica
Mié, 10/08/2016 - 10:50

Juan Carlos Hidalgo

La Marina estadounidense en aguas costarricenses
Juan Carlos Hidalgo

Juan Carlos Hidalgo es analista de políticas públicas sobre América Latina en el Cato Institute. Escribe frecuentemente sobre temas de actualidad y sus artículos han sido publicados en los principales periódicos latinoamericanos como La Nación (Argentina), El Tiempo (Colombia), El Universal (México) y El Comercio (Perú). También ha sido entrevistado en medios internacionales como BBC News, Al Jazeera, CNN en Español, Univisión, Telemundo, Voice of America, Bloomberg TV, entre otros. Se graduó en Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Costa Rica y sacó su maestría en Comercio y Política Pública Internacional en George Mason University.

La noticia de que encabezamos Centroamérica en desempleo juvenil debe alarmarnos. La desocupación dentro de la población económicamente activa entre los 15 y los 24 años ronda el 25% y va en franco aumento. Lamentablemente, una de las posibles causas brilla por su ausencia en los diagnósticos realizados hasta ahora: el elevado nivel del salario mínimo.

Es conocido en la literatura económica que un salario mínimo alto afecta negativamente el empleo, particularmente el de los trabajadores menos calificados -que es donde encontramos a la mayoría de los jóvenes-. Esto se debe a que, por definición, el salario mínimo es una prohibición a contratar trabajadores por debajo del piso establecido. Si la productividad de un empleado -producto de su inexperiencia o falta de capacitación- es inferior al salario que la ley exige, la decisión del patrono es obvia: no contratarlo.

En Costa Rica no tenemos un salario mínimo único aplicable a todos los sectores de la economía -como se estila en el resto del mundo-, sino varios dependiendo del trabajo y nivel de especialización. Esto dificulta hacer comparaciones internacionales, pero si tomamos como referencia el monto para un trabajador genérico no calificado ($530 al mes), veremos que es superior a todos los salarios mínimos latinoamericanos (con excepción de una categoría de Panamá). Esto incluye a naciones que cuentan con mayor nivel de desarrollo como Argentina, Chile y Uruguay.

Un estudio publicado en la revista especializada Labour Economics (Gindling, Terrel; 2007) analizó datos de Costa Rica de 1988 al 2000 y encontró que “los salarios mínimos legales tenían un impacto negativo significativo en el empleo”. A una conclusión similar llegó otro informe (Rodríguez; 2010) del International Development Research Centre de Canadá. Un estudio más reciente (Gindling, Mossaad, Trejos; 2014) no discernió un efecto negativo en el empleo a raíz de la Campaña Nacional de Salarios Mínimos del 2010, pero solo examinó un año de datos.

Para el 2011, la OIT estimó que el salario mínimo de un trabajador no calificado representaba 81% de la mediana salarial del sector privado, una relación muy por encima del promedio de la OCDE. Esto apunta a que en Costa Rica tenemos un salario mínimo desproporcionadamente alto.

La evidencia indica que el salario mínimo es un factor a tomar en cuenta a la hora de buscarle soluciones al desempleo juvenil. ¿Prevalecerá el dogma de ni siquiera mencionarlo?

*Esta columna fue publicada originalmente en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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