Para Francis Pisani en el libro “Creadores de futuro”, la innovación puede ser vista como un nuevo ensamblaje, de elementos no todos nuevos, con el fin de afrontar un problema o aprovechar una oportunidad. Por lo tanto la capacidad de innovar no depende tanto de la industrialización, como sí de la capacidad de hacer las cosas de manera distinta en un ambiente propicio, lo que significa que se puede innovar en todas partes del mundo donde se presenten determinadas condiciones favorables.
Sin embargo, de acuerdo a Clayton Christensen, profesor de Harvard existe una clara diferencia entre las innovaciones disruptivas, que conmocionan y cambian todo, y las innovaciones perpetuadoras, que refuerzan la posición dominante de una innovación ya existente. Sea cual sea el tipo de innovaciones, todas son necesarias para el avance de las empresas, instituciones y países, pues son la base de la competitividad y el desarrollo sustentable.
Yuri Lifshits, un ruso que trabajó en Yahoo y Silicon Valley y que fue entrevistado por Francis Pisani, opina que “innovar consiste en reunir recursos dispersos, para hacer con ellos algo que no existía antes y que el mercado o la sociedad va a adoptar. La motivación más conocida emana del deseo, de la necesidad de resolver un problema, pero eso en realidad es la mitad de lo que está en juego. La otra mitad desprende de la voluntad, del placer de descubrirla, en esa oportunidad única que el innovador y el emprendedor visualizan antes que todos los demás”.
La innovación se convierte en un hecho natural en la sociedad, cuando logran formarse los llamados “ecosistemas innovadores”. Los ecosistemas innovadores son complejos juegos de ensamblajes tecnológicos y de conexiones humanas que se retroalimentan al apoyarse en la mayor diversidad posible de intercambios, apertura, habilidades diversas, instituciones creativas. El concepto de “ecosistema de innovación” fue propuesto por el sueco Bengt-Åke Lundvall en 1985, subrayando que la innovación es el resultado de un proceso interactivo eficiente y exitoso.
Para entender mejor el concepto de ecosistema de innovación, se puede recurrir a la biología, que define ecosistema como una compleja dinámica compuesta por comunidades de plantas, animales y microorganismos y su entorno elemental (aire, tierra, agua) que brindan una interacción única que provoca una unidad funcional.
La similitud entre los ecosistemas de innovación y los ecosistemas biológicos es muy clara, pues en un ecosistema biológico existe una cadena alimenticia que mantiene el equilibrio natural del sistema, así como microorganismos que transforman la energía para que no se pierda, conservando el ciclo de la vida. De la misma manera puede entenderse el ciclo de fusiones y desapariciones de emprendimientos, nuevos resurgimientos y proyectos en los sistemas de innovación, tal que se mantiene continuo el ciclo tecnológico a través de relaciones complejas y permanentes entre las partes.
La complejidad de intentar crear un ecosistema innovador por decreto a través de políticas públicas y no que se forme de manera espontánea, bajo condiciones propicias, estriba en no entender la importancia que las relaciones se mantengan abiertas y libres entre los agentes del sistema, como ocurre por ejemplo cuando el Estado invierte grandes cantidades de dinero en un ecosistema de innovación y pretende controlarlo, en cuyo caso lo sofoca y puede llevarlo al fracaso, permitiendo que surjan ecosistemas depredadores de la innovación.
En los lugares del mundo donde tienen éxito los ecosistemas de innovación, como en Silicon Valley, los entornos son propicios, es decir se desarrollan espacios que facilitan el intercambio de ideas y germinación de proyectos, al relacionar a ingenieros, diseñadores y emprendedores de manera libre, donde hay capital accesible, universidades de alto nivel, clima favorable para los negocios de empresas privadas y apoyo técnico del Estado, sin que éste llegue a ser intervencionista.
Cuando el intervencionismo del Estado supera los límites naturales de la sociedad civil, en vez de provocar el desarrollo pleno de ecosistemas innovadores, incentiva el caso contrario, la aparición de ecosistemas depredadores de la innovación. Por ese motivo siendo Venezuela un país con los recursos para financiar grandes emprendimientos y proyectos, además de poseer diversidad intelectual y mucho talento humano, es una sociedad donde la fuga de capital humano es un hecho precipitado que está provocando una fuerte regresión económica y tecnológica. El Estado venezolano ha destruido la posibilidad de desarrollo de ecosistemas de innovación, al aislar presupuestariamente a las universidades autónomas, al atacar y reducir el margen de acción de las empresas privadas, al obstaculizar a los emprendedores, al provocar fuga de capitales, controlar precios, regular a empresas en
todo sentido, en resumidas cuentas, al destruir el clima de negocios.
Venezuela es de acuerdo al Doing Business 2017 del Banco Mundial, uno de los países que ofrece peor ambiente de negocios en el mundo, ubicándose de número 187 en una muestra de 190 países, sólo por encima de Somalia, Eritrea y Libia. Siendo las condiciones de la sociedad y la economía venezolana poco propicias para la formación y crecimiento de los ecosistemas de innovación, lo que se ha formado es su antítesis, lo que denomino ecosistemas depredadores de la innovación.
Los ecosistemas depredadores de la innovación son aquellos que tal como la isla de la película “la vida de Pi” (o una aventura extraordinaria) se tragan a los innovadores antes de poder desarrollar sus ideas, y el que quiera sobrevivir tiene que huir a tiempo y sin mirar atrás. Es decir, son sistemas autodestructivos donde los agentes compiten brutalmente por los cada vez más escasos recursos para sobrevivir, donde las nuevas ideas son sofocadas por la burocracia y los controles del Estado, donde falla el capital, las empresas se ven forzadas a tener pérdidas, las universidades tienen fuertes restricciones de presupuesto, las conexiones entre empresas y universidades están rotas y las personas más capaces y creativas terminan viéndose forzadas a emigrar si desean
tener alguna oportunidad para realizar sus propuestas innovadoras.
La importante lección que nos dejan los ecosistemas depredadores de la innovación, es que si bien la innovación es la energía del desarrollo, el avance tecnológico y mejora en el bienestar de la gente, no es un asunto exclusivo del Estado, sino que debe ser un proceso espontáneo donde toda la sociedad pueda participar sin restricciones, donde la educación y la especialización vayan de la mano y definitivamente las economías sean economías de mercado sanas, donde las ideas y proyectos innovadores puedan germinar y crecer como en una tierra sagrada.