Las crisis en el Medio Oriente, desde hace varias décadas, son focos de tensiones que ponen en peligro la paz mundial. La historia reciente en la región es desoladora: guerras, actos de terrorismo, y dictaduras violentas. Ahora mismo, en Siria hay una terrible guerra civil y en su territorio se combate también contra los partidarios del Estado Islámico.
A este difícil panorama se añadió otra preocupación: el programa de desarrollo nuclear de Irán que –se dijo– estaría orientado a la producción de bombas atómicas, lo que aumentó el temor de una aventura –muy anunciada por los ayatolas– de intentar la destrucción del Estado de Israel.
Luego de muchos tentativas de persuadir al gobierno iraní que renuncie a la producción de armas nucleares, recientemente Irán y Estados Unidos, junto a Alemania, China, Francia, Gran Bretaña y Rusia arribaron a un acuerdo por el que Irán se compromete al uso «exclusivamente pacífico» de la energía nuclear; a no adquirir armas nucleares y a permitir inspecciones en sus plantas de enriquecimiento de uranio, aunque con limitaciones en sus zonas militares. Por su parte, los países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania, se comprometen a levantar paulatinamente, a partir de 2016, las sanciones impuestas al régimen de los ayatolas; sanciones que, según los entendidos, ocasionaron la difícil situación económica de Irán.
Pero no todos recibieron con agrado ese acuerdo. El Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, inmediatamente después de conocida su firma, expresó que éste es un «error de proporciones históricas». «El acuerdo es una rendición histórica por parte de Occidente al eje del mal capitaneado por Irán», añadió un alto funcionario de la cancillería en Jerusalén.
El presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, el republicano John Boehner, afirmó que «en lugar de hacer el mundo menos peligroso, este acuerdo solo envalentonará a Irán –el mayor patrocinador mundial de terrorismo– al ayudar a estabilizar y legitimar su régimen». «Mientras reviso los detalles de este acuerdo, todas las señales apuntan a que éste es malo» expresó John McCain, ex candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. Esto cobra importancia, pues el acuerdo, para que entre en vigor tendrá que ser aprobado por los respectivos parlamentos, y en Estados Unidos el Partido Republicano, que tiene mayoría en el Congreso, podría obstaculizar su entrada en vigor.
El analista George Chaya, estima que, «aunque no parezca, el acuerdo no ha frustrado las ambiciones nucleares de Irán y está por verse si lo firmado mantendrá a Teherán bajo supervisión internacional para asegurarse que sea incapaz de fabricar armas nucleares».
Hay otras señales de serias preocupaciones: Arabia Saudita, «el otro gran vértice en este pulso geoestratégico», se ha pronunciado a favor del acuerdo, pero con una sombre de duda: insistió en la necesidad de un estricto régimen de inspecciones, incluida la posibilidad de responder a eventuales incumplimientos con nuevas sanciones. Es que el gobierno de los ayatolas, nunca dio muestras de ser cumplidor de sus obligaciones internacionales. Por ello, un funcionario saudita, según Chaya, en declaraciones a Reuters señaló que la firma del Acuerdo nuclear con Irán ha sido «un día negro para el Oriente Medio. Occidente escogió perder y dejar ganar a Teherán en su tarea de alcanzar potencial nuclear en el corto plazo».
Asimismo, son válidas las observaciones de Antonio Rubio («Crece la desconfianza en Oriente Medio». El Diario Exterior. 21.07.2017) en sentido que el acuerdo nuclear con Irán «no disipa recelos ni sospechas». Añade «que hay quien asegura incluso que de aquí saldrá un nuevo reparto de influencias en Oriente Medio»; que «las especulaciones más atrevidas lo comparan incluso con el acuerdo franco-británico de 1916 que trazó el actual mapa de la zona». Pero está a la vista que «los saudíes nunca aceptarían la formación de un ‘eje chií’ del Mediterráneo al Golfo Pérsico. Tampoco la Turquía islamista de Erdoğan ve con entusiasmo el acuerdo y no solo por motivos religiosos. A Ankara le puede preocupar la expansión de la fe chií, pero le preocupa más todavía que los turcos puedan quedar reducidos a un papel secundario en la región».
De lo anterior, surge una pregunta: ¿Hay, en verdad, razones para desconfiar que Irán cumpla con el compromiso acordado y, lo que es relevante, que efectivamente renuncie a la destrucción de Israel? Las colectividades judías en Latinoamérica no olvidan los atentados a la Embajada de Israel y a la sede de la AMIA (este cobró la vida de 86 personas, incluyendo a seis trabajadores bolivianos), que fue atribuido a Hezbollah, con el apoyo del gobierno de los ayatolas. Se recuerda que la organización terrorista Hezbollah, comparte con los ayatolas el propósito de eliminar a Israel y pretende establecer en esa región un Estado Islámico, al estilo iraní. Se ha revelado que en las negociaciones que culminaron el memorando suscrito con el gobierno argentino de Cristina Kirchner, los funcionarios iranís demandaron que Argentina gestione ante Interpol se descarten las órdenes de captura contra los sospechosos del atentado contra la AMIA.
Tampoco contribuyen a la confianza las recientes declaraciones del líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Hamenei, que acaba de advertir que, pese al acuerdo alcanzado con la comunidad internacional en materia nuclear, «la República Islámica no modificará su política contra Estados Unidos, al que ha acusado de buscar la "rendición" de Irán». «Irán no permitirá la interrupción de los principios revolucionarios o su capacidad de defensa y seguridad. Tanto si el acuerdo se aprueba como si no, nunca dejaremos de apoyar a nuestros amigos en la región y a los pueblos de Palestina, Yemen, Siria, Irak, Bahréin y Líbano. Incluso tras el acuerdo, nuestra política ante el arrogante Estados Unidos no cambiará».
Es más: Si persiste el apoyo iraní a los grupos radicales y subversivos como Hezbollah, no es probable que el acuerdo vaya a ser cumplido. Entonces, la situación en esta región convulsionada sería aún más preocupante y peligrosa.
Por otra parte, es pertinente preguntar: ¿Contribuirá en algo el acuerdo para que el pueblo iraní no sea tan ferozmente sojuzgado por una eclesiocracia de Irán? La periodista Pilar Rahola, sobre esto, afirma: «Irán, el Irán que ha fumado la pipa de la paz con un Obama encantado de haberse conocido, no dejará de reprimir a su población brutalmente ni dejará de lapidar mujeres.»