El ancestral horóscopo chino está representado por 12 animales diferentes y en cada año, de forma cíclica, la suerte brilla de forma particular a uno de ellos.
Hablando de clases de activos, este año parece que la fortuna y los astros están alineados con los bonos en lo que podría denominarse “el año del bono”.
La fortuna es cíclica
2022 fue uno de los años más duros para el mercado de bonos (y en general para la mayoría de las clases de activos), cerrando con rentabilidades negativas de doble dígito. La Fed en el último año incrementó tasas en 4,25% para hacerle frente a una inflación récord (alcanzó niveles de 9,1%), siendo una de las políticas monetarias más expansivas de los últimos 40 años. Recordemos que cuando las tasas suben afectan negativamente al retorno de los bonos y el impacto es mayor para plazos mayores (medida por la duración).
Las perspectivas de una inflación más controlada (podría terminar 4% este año), con un fin estimado del ciclo alcista de la Fed (según los futuros las tasas podrían tocar techo en el segundo trimestre, para luego iniciar un proceso gradual de reducción hacia finales de año) marcan un nuevo destino.
Esa mala fortuna de los bonos en 2022 con precios muy castigados (y tasas implícitas altas) sería la buena fortuna de 2023, brindando nuevamente a los inversionistas renta con tasas aceptables, apreciación de capital y relativa baja volatilidad.
Aprovechando la ola
En general va a ser un buen año para la clase de activo, si somos más específicos, podemos aprovechar la parte corta de la curva que presenta tasas mayores respecto de tramos más largos y una menor volatilidad. De otro lado, los bonos grado de inversión con compañías con balances más sólidos pueden soportar mejor la caída de actividad y serían preferidos en comparación con los de alto rendimiento (high yield) cuyo rendimiento adicional no compensaría el mayor riesgo. Estrategias defensivas como la tasa flotante ofrecen puntos de entrada interesante.
Vehículos para acceder a este mercado serían los fondos colectivos de deuda, ETFs de deuda o directamente armando una cartera de bonos a la medida gestionada profesionalmente.
La otra cara de moneda
El año previo ha sido difícil para empresas (emisores) que buscan financiamiento vía bonos, ya que las mayores tasas e incertidumbre en la velocidad de los incrementos, produjeron una reducción del volumen de emisión y una concentración a plazos menores (y mayor uso de créditos) para evitar amarrarse (lock-in) a tasas altas esperando mejores condiciones de financiamiento.
En 2023 con una Reserva Federal menos agresiva y más predecible, una mayor demanda por bonos y necesidades de financiamiento postergadas, se produciría un mayor volumen de emisiones. El inicio de año comenzó con bastante volumen aprovechando una disminución (compresión) de spreads (compensación sobre la curva soberana) y tasas más razonables. Sin embargo, la potencial recesión podría ampliar los spreads y afectar a las compañías con balances menos sólidos.
Para los proveedores de deuda, un ambiente de tasas altas requiere una mayor rigurosidad en el análisis crediticio ya que la mayor carga financiera de las empresas sumado a un menor crecimiento brinda un menor margen de maniobra para errores de evaluación; navegar con marea baja exige mayor destreza.
El “año del bono” presenta excelentes oportunidades para inversionistas —y retos para emisores— quienes deberán asesorarse para no quedarse afuera de la fiesta.