La semana pasada, toda la región estuvo palpitando al ritmo de las eliminatorias para el Mundial Brasil 2016. Dadas las dos derrotas de la selección peruana; el último lugar que ocupamos en este torneo; la grave crisis de nuestro fútbol en el cual los clubes más grandes y masivos (Universitario de Deportes y Alianza Lima) están quebrados y sobreviviendo con respiradores artificiales y; ante los comprensibles - e imposibles de evadir - arranques mundialistas en estos días de euforia futbolera; entre otros; se me ocurrió pensar en un paralelo entre el equipo nacional mencionado y el momento económico – social por el cual está pasando dicho país. En ese sentido, se me ocurren las siguientes ideas o características.
Triunfalismo excesivo. En el fútbol, los negocios, la economía, entre otros; los peruanos no le hemos ganado a nadie. De un momento a otro, nos sentimos con la autoridad para creer que hemos ganado sin haber antes jugado los partidos y habernos esforzado para la victoria. Esto no sólo se refiere a encuentros futbolísticos sino también, a episodios de nuestros días y realidades económicas y empresariales. El problema no es creer que podemos ganar (eso está muy bien), el asunto grave (gravísimo) es que no nos rodeamos de la cantidad de trabajo suficiente para respaldar los deseos de triunfo.
Esperanzarse con poco. Los peruanos estamos acostumbrados a albergar esperanzas sin contar con los recursos y capacidades suficientes que las fundamenten. El entorno puede ser el adecuado pero, es común que no estemos preparados adecuadamente para los retos que queremos afrontar.
Ilusionarnos con poco. Los años de debacles deportivas, económicas, sociales y de todo tipo, hacen que los peruanos estén sedientos de victorias en todo ámbito. Esto nos hace ser excesivamente fáciles de ilusionar y, encima, con muy poco. En esta línea, a veces los cuadros con los que contamos no son suficientes para los retos que queremos asumir.
Falta de dedicación constante al trabajo. Los grandes logros implican grandes y constantes cantidades de trabajo. Los peruanos tienden a relajarse ante los primeros logros, son pocos los que mantienen la disciplina que los hace triunfadores a nivel local y hasta global.
Falta de horizontes de largo plazo. Ni los gobiernos, ni las empresas, ni la Federación Peruana de Fútbol, ni los clubes profesionales de fútbol, ni las familias peruanas, ni muchos de nosotros, nos destacamos por trazarnos horizontes de largo plazo. Los que lo hacen, son los grandes ejemplos de éxito o eficiencia en los diversos ámbitos de nuestra sociedad.
Ausencia de liderazgo. ¿Quién asume las críticas y da la cara cuando las cosas salen mal? ¿Quién propone soluciones o cursos de acción en los momentos difíciles? Son muy pocos los peruanos que asumen estas actitudes y, de verdad, los necesitamos.
Falta de humildad. Actualmente, en muchos estamentos de nuestra sociedad se habla de que el Perú se encuentra en un nivel superlativo para la región (y algunos dicen, en el mundo). Esto puede ser cierto en algunos indicadores macroeconómicos pero, en general, se tiende a menospreciar a los demás. Seria bueno darnos un baño de humildad y trazarnos metas más altas, sobre todo en el nivel de las medianas y pequeñas empresas y, en la educación.
Dicen que el fútbol profesional y de selección, puede ser un buen reflejo de las sociedades que los acogen. Si bien, no siempre se cumple con esto, en el caso peruano podríamos ver el estado de nuestro campeonato y de nuestra selección y aprender a autoanalizarnos, reconocer nuestros errores, ser humildes, planificar, pensar en largo plazo, salir hacia adelante y asumir retos que nos lleven al desarrollo.