La separación ya es un hecho: el Partido de los Trabajadores, de Lula y Dilma Rousseff, ya está durmiendo en camas separadas con el Partido Socialista Brasileño, presidido por el gobernador de Pernambuco, Eduardo Campos, y sólo falta el anuncio oficial de la desvinculación definitiva de estas fuerzas políticas.
Los motivos de la ruptura son claros. Campos, que es un viejo aliado del PT (el PSB acompaña a Lula desde su primera candidatura a jefe de Estado, en 1989), se habría cansado de jugar roles secundarios y estaría dispuesto a enfrentar el gran desafío de ser candidato a presidente de la República en 2014, lanzando un reto a la posible continuidad de Dilma por otros cuatro años.
Para cumplir su propósito, juega con los tiempos. Ya ha declarado, por ejemplo, que es un socio fiel hasta 2013, pero que no podría prometer lo mismo para el 2014. El umbral de tiempo está determinado por experiencias previas, ya que fue entre marzo y abril de 2010 que el PSB decidió que no llevaría como abanderado a Ciro Gomes y que apostaría, en cambio, por Rousseff. La candidata impuesta por Lula a las bases petistas.
Entretanto, la convivencia se hace difícil y no es imposible prever que la pareja PT-PSB se disuelva antes de llegar a este horizonte prefijado de ruptura. Por lo pronto, Campos se ha lanzado a coquetear, de una forma nada discreta, con el PSDB (Partido Social Demócrata Brasileño), que es la cabeza de la oposición de centroderecha al lulismo. Hace poco se reunió con José Serra, el ex gobernador de Sao Paulo que disputó los comicios en 2010 a Dilma, y que es una figura prominente de los “tucanos”, cuya mayor fuerza está en el sur del país.
“Afinidades” con el PSDB. No sólo eso: declaró, además, que con Serra tenía muchas más afinidades que con buena parte de la base aliada del gobierno, donde los principales partidos, aparte del PT, son el PMDB, el PC do B, el PDT (el ex partido de Dilma) y (por lo menos, hasta ahora), el PSB, que tiene 26 diputados y gobierna seis estados. La mayoría de ellos, en el nordeste, donde está Pernambuco, el estado de Campos.
El gesto del pernambucano despertó preocupación en el PT, pero también en el PSDB, donde el candidato ya virtualmente proclamado para bregar por la presidencia el año próximo es Aécio Neves, nieto de Tancredo Neves, quien debió ser el primer presidente civil tras el final de la dictadura, en 1985, pero falleció en el período en que estaba electo. Campos descartó que este encuentro molestara a Aécio, diciendo que pronto ambos (Neves y Serra) también se reunirían.
Y arguyó que su abuelo, Miguel Arraes, quien fue también fue gobernador de Pernambuco, antes y después del régimen de facto, y figura histórico del PSB, había apoyado a Serra cuando éste se postuló, en sus años mozos, a presidente de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE).
Como sea, los guiños de Campos hacia el ex gobernador de Sao Paulo generaron una notoria molesta en el PT, que no se calló su disgusto y por boca de la propia Dilma salió al cruce de las tentaciones rupturistas. El lunes 25 de marzo inauguró obras en Pernambuco y anunció otra serie de grandes inversiones por un monto de hasta US$3.000 millones en la región, con el fin de evitar que Campos alegue malos tratos de parte del gobierno federal. Pero marcó territorio al decir que las obras respondían a una iniciativa de Brasilia. Y que “no solamente no debemos olvidarnos de donde venimos, como no podemos olvidar los compromisos políticos”.
Un mensaje destinado, sin duda, al gobernador que la acompañaba en la tribuna, que debió sonreír, imperturbable, ignorando el recado que se le enviaba en público. Lo cual reforzó, de algún modo, lo ya dicho por Lula, a comienzos de marzo, cuando indicó que “quien quisiera romper con nosotros, que rompa”.
“Defiendo la libertad incondicional de cada partido de hacer lo que bien entienda. Si no fuese así, el PT no habría llegado a la presidencia. Por lo tanto, yo jamás tomaría cualquier actitud para impedir que un compañero fuese candidato a presidente. Lo que tenemos que ver es si, estratégicamente, es importante para nosotros colocar en riesgo una cosa que ha funcionado en este país, que es la alianza histórica entre PT y PSDB”, señaló.
Punto de quiebre. Con las cosas amenazando llegar a un punto de quiebre, ¿cómo se ven, sin embargo, los aprontes con vistas a las elecciones de 2014? En ese plano, se observa una notable ventaja de Dilma sobre sus dos competidores ya en carrera: Aécio Neves y Marina Silva, la candidata ecologista, quien renunció al PT en 2009 y que un año más tarde obtuvo un sorprendente 19,3%, en la primera ronda electoral por el Planalto.
Las últimas encuestas indican que Rousseff concita 58% de apoyo –lo que le daría el triunfo en primera vuelta-, contra 16% de Silva; 10% del actual senador Aécio Neves, que gobernó Minas Gerais por espacio de ocho años (de 2002 a 2010), y apenas 6% de Campos, según Datafolha (marzo de 2013). Con Dilma al alza y Neves a la baja, comparados con una medición anterior de la misma encuestadora.
Otro sondeo, el de Ibope, referido a la posibilidad de crecimiento del voto y realizado en igual fecha, mostró que Rousseff tiene 76% versus 40% de Silva. Y que el potencial de la Presidente es tres veces mayor que el de Neves y siete veces mayor que el de Campos.
Estas cifras parecieran no aconsejar una aventura personal, como la que se apresta a ensayar Campos. Pero, desde su punto de vista, hay otras razones que lo impulsarían a dar el salto. En las municipales de 2012, el PSB fue el partido que más creció en las nueve mayores regiones urbanas (141%). La oposición “tucana” está dividida en varias facciones y no levanta cabeza. Y Brasil enfrenta dos acuciantes problemas: un crecimiento débil (0,9%, en 2012) y un pacto federal que está enfrentado a serias posibilidades de desgarros, a partir de la lucha desatada entre los estados para ver cómo se reparten las regalías del petróleo descubierto en el “pré-sal”.
Eso ha hecho que muchos empresarios vean en Campos una alternativa competitiva frente al PT, y que no arrastre detrás suyo una trayectoria de grandes concesiones al modelo neoliberal, como ocurrió durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, otra figura consular del PSDB. Y, en consecuencia, le hayan ofrecido todo el dinero que necesite para armar una campaña electoral con opciones de éxito.
La pregunta del millón es, sin embargo, si Campos se atreverá finalmente a concretar el distanciamiento tantas veces anunciado. Dentro de su sector, hay quienes lo empujan a romper el statu quo y el paradigma de la dicotomía PT-PSDB, que lleva ya 20 años instalado en la política brasileña. Otros, por su parte, preferirían que fuera más cauteloso y tratará de renegociar la baraja dentro del actual pacto de gobierno.
Los primeros piensan que si llega segundo el próximo año se consolidará como la principal carta opositora para el 2018, y le quitaría al PSDB el rol de líder en ese ámbito. Los que prefieren que se tome las cosas con calma creen que no está descartada la posibilidad de ser tercero o cuarto, con menos del 10% de los votos, puesto que si bien el PSB es fuerte en el nordeste, no alcanza todavía la implantación de un partido a nivel nacional. Lo que postergaría por muchos años, y hasta quizás en forma indefinida, su ambicioso sueño presidencial.