El próximo domingo 21 de febrero marcará para los bolivianos un antes y un después, cualquiera sea el resultado del referendo convocado para reformar la Constitución Política del Estado, donde se decidirá si se permite la reelección de los primeros mandatarios dos veces consecutivas, o que permanezca la limitación de una sola reelección, como ahora está establecido.
Este intento prorroguista del binomio presidencial se apoya en los sucesivos triunfos electorales del partido de Evo Morales (el Movimiento al Socialismo -MAS), frente a una oposición dividida y atemorizada.
Pero los pueblos dan sorpresas.
Los partidos no participaron en la campaña del referendo de modificación parcial de la Constitución. Sobre la base de grupos -especialmente de jóvenes- sin concertación entre ellos, que impulsaron el apoyo a la opción del no a la reforma, han logrado emparejar la contienda electoral y se espera un ajustado resultado. El pasado predominio aplastante del partido oficial parece que ha llegado a su fin. Hay quienes -sin partido político- auguran un triunfo sobre el continuismo.
Cuando se lanzó la convocatoria del referendo se descontaba el triunfo del oficialismo. Esto ya no luce como lo más probable. Hay una contienda más pareja. Pero, ¿por qué esta disminución catastrófica de apoyo al evismo? Hay muchas razones, algunas fácilmente identificadas y, otras, que sólo son esgrimidas en secreto, debido a la conocida política represiva del régimen del MAS.
No es una causa menor la soberbia de ganador anticipado que mostró el oficialismo. Hay que agregar la fatiga ciudadana por el predominio absoluto de un partido por más de diez años. Más aún: una serie de escándalos ocasionados por la ostensible corrupción de muchos de los militantes y dirigentes del oficialismo. La última estocada contra el MAS parece ser el descubriendo de que Evo Morales tuvo una pareja, Gabriela Zapata Montaño, que inclusive luego del término de su relación conservó una gran influencia en el gobierno. Como ejecutiva de una empresa china, obtuvo adjudicaciones directas, o sea sin licitación pública, de obras y otros contratos por cientos de millones de dólares.
Antes ya se supo que el Fondo de Ayuda al Campesino fue escenario de una enorme corrupción. Muchos de sus funcionarios han sido arrestados, pero los verdaderos responsables de los contratos (también sin licitación) siguen gozando de la protección del gobierno.
Tiene relevancia el derroche de fondos públicos en proyectos de dudosa utilidad.
No es menos preocupante la creciente actividad e influencia de los narcotraficantes, extranjeros y bolivianos, que predominan en la fabricación de cocaína, especialmente destinada a Brasil y Argentina.
Ahora, agotada la paciencia del pueblo, las expectativas del gobierno se han reducido a lograr un resultado muy ajustado en el referendo del 21 de febrero, mientras varias encuestas dan como muy probable el triunfo del NO.
Hay una convicción: la ciudadanía disconforme con el MAS le ha perdido el miedo a la represión. El crecimiento de los partidarios del no en el referendo son tantos, que ya no es posible reprimir las frecuentes manifestaciones y la intensa campaña por el rechazo de la propuesta del gobierno. Entre los que se manifiestan abiertamente contra la modificación constitucional destaca la nutrida participación de estudiantes y jóvenes, lo que da futuro a la articulación de un frente opositor democrático.
Así es como el 21 de febrero será el punto de quiebre del predominio absoluto de un partido. Éste marcará -hay que repetirlo- un antes y un después para el país.