La crisis griega culminando con el tercer memorándum del pasado 13 de julio; constituye un momento histórico, porque se quitaron las máscaras y la verdad se mostró ante todos. Se derrumbó la visión de una construcción europea que fomenta la cooperación y la reconciliación. Alemania triunfó e impuso su modelo económico en toda la Eurozona. Una Alemania cada vez más distinta al país que inició el proyecto europeo.
El ordoliberalismo, punta de lanza del milagro económico alemán. A raíz de las interminables negociaciones sobre el caso griego, se ha popularizado la palabra "ordoliberalismo" (del latín ordo: orden), una corriente alemana del pensamiento económico liberal reivindicada por su ministro de Finanzas, Wolfgang Schauble. Tiene otro nombre: capitalismo renano. Esta teoría económica fue desarrollada por economistas de la Universidad de Friburgo en los años 30 (Walter Eucken, Wilhelm Röpke). Un grupo profundamente marcado por los continuos desastres económicos sufridos por Alemania en los años 20 (hiperinflación) y 30. Es una rama del liberalismo anglosajón. A diferencia de este último, el ordoliberalismo no privilegia de forma sistemática al individuo, el individualismo o el interés meramente económico. Sus creadores insistían en crear cuerpos intermedios e instaurar principios morales. Se inspira también del pensamiento de santo Tomas de Aquino.
El Estado no tiene que intervenir en la economía, sino que solamente crear reglas y asegurar que sean respetadas; además está ausente la idea de redistribuir las riquezas. La idea era crear una "tercera vía" entre el liberalismo utilitarista anglosajón y la planificación estatal nazi o el colectivismo soviético. Sus principios fueron: lucha contra la inflación y los déficits públicos, papel limitado del Estado (defiende la seguridad jurídica de los contratos y la propiedad privada); lucha contra los carteles; política monetaria bajo la responsabilidad de un banco central independiente y desarrollar las exportaciones. El orden económico de Europa hoy. Finalmente, es importante recalcar que la preocupación social (cristianismo social alemán) original del ordoliberalismo desapareció en los años 80, vencido por el discurso neoliberal de Thatcher y Reagan.
El país germánico es mucho más liberal de lo que algunos creen. Para muchos Alemania sigue siendo vista como un país socialdemócrata al igual que los países escandinavos. Es un error. Alemania es en realidad un país profundamente conservador. Desde su creación en 1871, Alemania fue gobernada desde hace 140 años casi siempre por la derecha. Históricamente, el Estado ha permanecido muy presente en la dirección de la economía, y de manera autoritaria (el militarismo del Káiser Guillermo II, la planificación estatal de Hitler y la sovietización de la RDA). Tratando de borrar esta tradición, la República Federal Alemana, demócrata cristiana, encontró en el ordoliberalismo la mejor manera de convertir el país al liberalismo. Y el tremendo éxito de esta teoría en la economía germánica, desde entonces, impide pensar que los alemanes decidan cambiar de modelo.
Puede ser que el triunfo de las ideas económicas alemanas se convierta en una seria amenaza para la sobrevivencia de la Eurozona. Sin embargo, esta victoria refleja antes que todo la consecuencia de una decisión política. La reunificación.
El giro de 1990: de una RFA "latina" a la restauración de una Alemania prusiana. Es momento de ver que el cambio fundamental en la Construcción Europea tiene una fecha: 1990. Alemania se unifica. Hasta entonces la RFA (o Alemania Occidental), pilar de la construcción europea, era una Alemania con una cultura con fuerte influencia latina. No hay que olvidar que las ideas de la Revolución francesa llegaron en las regiones del suroeste de Alemania (regiones del Rin) conquistadas por Napoleón: el emperador francés creó en 1806 la Confederación del Rin, un territorio cuyos límites correspondían a la antigua RFA. Si bien esta confederación fue efímera (se disolvió en 1813), las nociones de igualdad civil, de tolerancia religiosa, de libertad individual y el fin de los privilegios lograron ingresar. Sobre todo esta región de Alemania introdujo y aplicó el Código de Napoleón hasta el final del siglo XIX. Sin olvidar que las regiones del suroeste de Alemania son de tradición católica (y fueron las que menos apoyaron a Hitler. Leer trabajos de Jörg Spenkuch y Philipp Tillmann). Con la reunificación de las dos Alemania, la influencia prusiana volvió a ser predominante. En efecto, es importante decir que la ex Republica Democrática Alemana correspondía a los territorios históricos del reino prusiano. El centro de gravedad de país unificado se desplazó hacia la antigua Prusia y su histórica capital, Berlín, volvió a ser la de Alemania. Y los intereses geoestratégicos del nuevo Estado apuntan hacia Europa del Este con una pérdida de interés hacia Europa del Sur. Al volver a escuchar “Prusia”, en la mente de muchos se agolpan de forma inmediata los oscuros recuerdos de un Estado, que si bien lidió la construcción de una unificada Alemania, fue regido por la militarización, la burocratización y desembocó en regímenes imperialistas y totalitaristas. El 13 de julio de 2015, Alemania volvió a demostrar que tiene la capacidad y la voluntad de destruir la soberanía de un país, Grecia, que no aceptaba su modelo. ¿Y mañana? Dentro de este sombrío panorama, la esperanza viene de los medios alemanes. Muchos lamentan la actitud de su gobierno. Der Spiegel escribió “el gobierno alemán destruyó en un fin de semana varias décadas de diplomacia”.
Quizás Alemania se reconcilió con su historia, pero a costa de su compromiso europeo.
*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Panorámica Latinoamericana.