El nuevo presidente en la Casa Rosada no será un peronista. Y pese a todo, en el Río de la Plata a nadie le cayó el cielo encima. La campaña de miedo del gobierno Kirchner no logró cosechar. La insatisfacción de los electores fue más grande que los temores. Argentina votó con valentía y al mismo tiempo envió una señal a toda América Latina: se puede derrotar al populismo.
Hasta el último momento, los simpatizantes de la presidenta saliente, Cristina Kirchner, así como sus amigos desde Ecuador hasta Venezuela, advirtieron sobre un “regreso del neoliberalismo” si ganaba la oposición. Mauricio Macri representa todos los factores que desataron la última y desastrosa crisis económica en Argentina, mientras que el candidato de Kirchner, Daniel Scioli, simbolizaba en cambio la inclusión social, los programas de desarrollo, y un Estado fuerte.
Pero ese Estado le ha dado en los últimos tiempos a los argentinos inflación y recesión. Las prestaciones sociales fueron financiadas con el auge de las materias primas, mientras que se dejó de lado la inversión en infraestructura. Estatizaciones, estrictos controles de cambios y altas tasas impositivas para las exportaciones obstaculizaron un impulso por otros medios. Ni el ostentoso apoyo de los otros gobiernos populistas de izquierda en América Latina, ni una política de contención a veces agresiva hacia modelos económicos más liberales, pudieron disimular el hecho de que Argentina está arruinada económicamente.
En cambio, Macri prometió una “revolución de la alegría. Su “sí, se puede”, la variante argentina del “yes, we can” de Barack Obama, sugiere confianza en la fuerza de Argentina para emprender el cambio. Pero aún cuando logró una mayoría, ésta no es muy clara. Macri debe ahora demostrar que las políticas liberales no necesariamente son neoliberales, que la economía de mercado también puede tener un lado social, y que un cambio en el poder no equivale a revertir todos los logros del gobierno anterior.
Kirchner polarizó y Macri quiere unificar. Sin mayoría propia en el Parlamento y con gobernadores que en gran parte pertenecen al otro partido político, no será fácil. Además, cada uno de sus pasos tendrá relevancia internacional, pues Argentina no solo eligió a un nuevo presidente, sino que además sacó del poder a un modelo.
El “socialismo del siglo XXI” acaba de sufrir una severa derrota en Argentina. Lo que comenzó como un gran proyecto de integración latinoamericana y en un principio fue visto con esperanza y simpatía, no se ha convertido en un modelo exitoso. Ahora, los aliados de la región temen que se produzca un “efecto dominó”.
Antes de que Macri asuma el poder, habrá elecciones en Venezuela. El presidente de ese país ha anunciado que no aceptará una victoria de la oposición y advirtió de manera abierta que permanecerá en el poder en el marco de una “unión civil-militar”. En comparación, Argentina ha dado un ejemplo luminoso al escoger un cambio pacífico de régimen. Le ha enseñado claramente a su vecino Venezuela: la democracia es posible.