A veces los costarricenses tenemos una enorme capacidad para autoengañarnos –y embaucar a otros en el camino–. En el 2007, Óscar Arias proclamó que para el 2021 seríamos el primer país neutro en emisión de dióxido de carbono (CO2). Desde entonces, dicha promesa se ha convertido en el trapito de dominguear de nuestra política exterior. No hay conferencia o cumbre donde nuestros diplomáticos no la saquen a relucir, incluso como un fait accompli.
La estrategia para supuestamente alcanzar la meta consiste en dos pilares. El primero busca reducir las emisiones de CO2, lo cual es harto difícil para una economía en desarrollo como la nuestra, que más bien está destinada a producir más dióxido de carbono. Revertir esta dinámica sería terriblemente oneroso: un estudio del Minae y del Incae estimó que el costo total de impulsar medidas de mitigación de emisiones asciende a $7.800 millones (equivalente a una sétima parte del PIB).
El segundo pilar del plan consiste en aumentar la capacidad de captación de CO2, principalmente mediante la reforestación. La idea es que el secuestro de carbono compense las emisiones.
Pero un repaso de la evidencia revela que la meta de neutralidad de carbono no es más que una operación de venta de humo. Según el informe bienal ante la Convención Marco sobre Cambio Climático de la ONU, nuestras emisiones de CO2 equivalente aumentaron un 46,3% en el período 2005-2012 –y es un hecho que continúan creciendo–.
En cuanto a la captación de CO2, el sector forestal tiene una capacidad finita de secuestro del gas. La cobertura boscosa ya alcanza el 50% del territorio nacional y los mejores estimados indican que, aun así, el país está muy lejos de capturar la creciente cantidad de CO2 que estamos emitiendo.
Esto no detiene la mitomanía de los políticos. En el 2014, el entonces ministro de Ambiente afirmó con gran pompa que ya se había cumplido con el 81% del objetivo. No obstante, un informe de la fundación alemana Friedrich Ebert advirtió de que las autoridades no explicaron cómo habían calculado esa cifra. Es más, agregó que “el gobierno no ha accedido a la petición de diferentes actores de realizar una revisión y evaluación de este éxito parcial”.
El problema con el objetivo de neutralidad de carbono no radica en que nos propongamos grandes metas, sino en que esta en particular carece de cualquier sustento científico. Dejemos de engañarnos con este espejismo.
*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.