El mundo ha estado cambiando velozmente en los primeros años de la Cuarta Revolución Industrial, una realidad que está reinventando la manera de producir masivamente y de relacionarnos socialmente. El proceso productivo está siendo determinado por tecnologías disruptivas que crecen exponencialmente y generan rupturas en los procesos tradicionales con los que se hacían las cosas.
La automatización total de la producción y la singularidad que se espera que ocurra, después del 2030 (cuando la inteligencia artificial pueda superar a la inteligencia humana), describen esta nueva revolución industrial como un proceso total de transformación del mercado laboral, la distribución del ingreso, de configuración del Estado, el marco ético de la humanidad y la productividad laboral.
La mayor parte de los gobiernos con intervención limitada y descentralizada en la sociedad, tienen el reto de adaptarse a las exigencias de la economía digital para optimizar la vida de los ciudadanos, a través de la prestación de servicios de alta calidad que fortalezcan la competitividad del capital humano. De allí la importancia del gobierno digital como una palanca para la gestión eficiente del gasto público y para garantizar la transparencia en el manejo de los recursos. Por lo tanto, dependiendo de la situación política de cada país, los avances de la economía digital pueden darle más poder de influencia a la sociedad civil, fomentando las libertades económicas y bienestar de los ciudadanos, o por el contrario, dar más poder y control al Estado sobre los ciudadanos.
No podemos omitir que las nuevas tecnologías también ofrecen oportunidades de apalancamiento de la sociedad civil para la recuperación de su libertad de acción, brindándoles herramientas que les permitan exigir transparencia al gobierno en el manejo de los recursos y delimitando el papel del Estado, a través de la contraloría ciudadana directa. Pero toda ventaja lleva intrínseca un riesgo.
Los escenarios políticos podrían configurarse en dos tendencias extremas, democracia o totalitarismo. En democracia, los países tendrían que abocarse a la adaptación a los cambios que impone la Cuarta Revolución Industrial, los esfuerzos buscarían la optimización de la vida de los ciudadanos, el gasto público tendría que ser eficiente y transparente, además de centrarse en educación y tecnología, con lo que la sociedad civil tendría más autonomía e influencia en las grandes decisiones, fortaleciéndose las libertades económicas.
Por el contrario, en un escenario de totalitarismo se provocarían rezagos y brechas en el aprovechamiento de los avances tecnológicos al alcance de los ciudadanos, se impondría el control digital sobre las personas, el gasto público expansivo con fines populistas se exacerbaría, además de la opacidad del manejo de recursos; el Estado concentraría más poder y se amenazarían las libertades económicas. Un ejemplo de esta posibilidad es Venezuela, donde el gobierno controla la plataforma de telecomunicaciones y los avances de la economía digital.
La innovación debe ser el centro de la política pública en sociedades al servicio del bienestar y felicidad de los ciudadanos. Los ciudadanos se hacen más exigentes, en la medida que descubren y ponen en práctica sus libertades civiles, mientras que ocurre lo contrario cuando se les priva de ellas, en ese caso se vuelven esclavos de un Estado todopoderoso que los alimenta, controla y les dice qué hacer.
Siendo así, el gobierno digital puede ser un arma de doble filo y ofrecer tanto ventajas y desventajas para los ciudadanos, dependiendo del sistema político donde se desarrollen, por ejemplo si se trata de una auténtica democracia o de un régimen totalitario.
En el escenario democrático, las ventajas más obvias de un gobierno apalancado en las nuevas tecnologías son, de acuerdo al Banco Interamericano de Desarrollo: en primer lugar la transparencia, al colocar los datos de monitoreo del presupuesto público disponibles a la ciudadanía. Además, permite colocar al ciudadano como eje central, de manera que se presten los servicios y se realicen los trámites adaptándolos a la medida de las necesidades de los habitantes.
Un gobierno digital en democracia, permite usar las nuevas tecnologías para facilitar la vida de todos, en lugares remotos y de difícil acceso; apunta a la simplificación de todos los trámites y la reducción del gasto público, y permite una recaudación más eficiente de impuestos y transparencia en la gestión fiscal.
En democracia,las ventajas del gobierno digital son para los ciudadanos, mientras los retos son para el gobierno que debe ser muy transparente, por la contraloría ciudadana
Lamentablemente en totalitarismo, todas las ventajas del gobierno digital son exclusivamente para el gobierno. En el escenario de régimen totalitario, se deducen que los riesgos de gobiernos apalancados en nuevas tecnologías de información se centran en la obtención fácil de datos privados de los ciudadanos, que se utilizan en su control y extorsión, además se crean las condiciones que permiten que el Estado pueda intervenir en todos los ámbitos de la sociedad civil (especialmente si monopoliza la plataforma de telecomunicaciones).
La Cuarta Revolución Industrial amenaza con imponer cambios en el mercado laboral y todas las relaciones que se establecen en la sociedad, porque viene acompañada de tecnologías que hacen énfasis en la concentración de esfuerzos en las áreas de ciencia aplicada. Por lo tanto, el gasto público en los países menos desarrollados de la región, debería enfocarse en educación de primera calidad, ciencia y tecnología, para la formación de capital humano adaptado a la nueva economía mundial digital.
Sin embargo, en países como Venezuela el deterioro de la democracia, ha provocado que el gobierno use las ventajas de las nuevas tecnologías, no para beneficio de la sociedad civil, sino para controlar y extorsionar a la población. En el caso del gobierno venezolano, el gobierno exige transparencia de datos de los ciudadanos, pero sólo muestra opacidad en el manejo de los recursos de la República.
El gobierno digital puede ser una palanca que fortalezca la democracia o un instrumento que genere más mecanismos de control y extorsión para los ciudadanos en regímenes totalitarios, todo depende de quién tenga el poder económico y cómo se configure cada sociedad.