Finalmente Chávez logró la relección por una cómoda diferencia de alrededor de 10 puntos. Este triunfo define no solo el escenario futuro de Venezuela sino que también establece el marco de relaciones en América Latina para los próximos seis años. De esta forma, Chávez logra consolidar su proyecto de revolución bolivariana y asegura 20 años en el poder.
Sin duda, la primera sorpresa de analistas y observadores ha sido lo holgado del triunfo, cuando se esperaba una diferencia no mayor a 5%. Ello implica que el universo de indecisos, especialmente los jóvenes, finalmente optó por Chávez. Con ello el escenario esta completamente a favor del proyecto bolivariano.
Como resultado de esta elección, Chávez exhibe una legitimidad incuestionable desde el punto de vista electoral. Recordemos que la crítica al régimen chavista tiene que ver con la arquitectura de la organización estatal y la concentración de poder que define una estructura de corte autoritario y con espacios controlados para la expresión de ideas y el desarrollo de la oposición. Con ello, la revolución de Chávez queda con el camino libre para consolidar los espacios de control político y minimizar a la oposición.
En lo que concierne a Venezuela, el resultado da cuenta de una situación de polarización como resultado natural de una campaña que por momentos abrió la posibilidad cierta de un cambio de gobierno.
Por tanto, la primera prioridad de Chávez será la de neutralizar esta oposición activa cuya capacidad para construir una plataforma opositora tendrá que medirse nuevamente en diciembre en la elección de gobernadores y en abril de 2013 en la municipal.
Si la oposición liderada por Capriles logra canalizar este importante apoyo ciudadano (44,97%) ocupando espacios en la estructura democrática, sin duda el objetivo chavista de profundizar el modelo y dotarlo de condiciones de irreversibilidad será más difícil. Esta será la prueba democrática que enfrenta Venezuela en lo mediato. Si Capriles no logra consolidar una fuerza opositora con capacidad de mantener un respaldo electoral, la oposición pasará de ser un actor político reconocido a una expresión romántica de una oposición política alternativa.
Como bien sabemos Chávez domina y maneja la estructura del Estado con plenos poderes. En este aspecto y considerando que la salud de Chávez es aun una incógnita, el inicio de un nuevo periodo en estas condiciones permite que resuelva con toda tranquilidad los temas asociados a su sucesión como también dejar jalonado los tiempos y procesos que le permitan avanzar en la profundización de su modelo y sentar los pilares para hacerlo irreversible. Venezuela inicia lo que probablemente será la última etapa de una revolución que ha logrado consolidarse electoralmente y donde los mecanismos democráticos han sido incapaces de evitar la centralización del poder ni la generación de estructuras paraestatales de control ciudadano, como es el caso de las milicias bolivarianas.
El apoyo logrado en sectores juveniles permiten plantear que la revolución chavista gozará de buena salud por un buen tiempo, teniendo presente que se ha impuesto en las urnas y no pareciera existir una capacidad política y social capaz de desarrollara una alternativa al modelo neopopulista de izquierda (si me permiten la expresión) bajo un esquema de autoritarismo democrático. En la lógica del este modelo se encuentra como factor central el concepto antimperialista y la exigencia de tomar distancia y establecer una trinchera que vaya contra el capitalismo financiero y las estructura económica asociada a la globalización.
Este planteamiento no es solo de Chávez sino que es acompañado con distintos énfasis y matices por los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y otras naciones de América Latina y el Caribe.
Este factor es el de mayor importancia, pues esta condición fortalece su expansión en la región latinoamericana, dando nuevo impulso al ALBA y estableciendo alianzas e influencias que en definitiva tendrán una expresión concreta en los distintos organismos regionales donde participa Venezuela y los demás países socios.
Es el caso de Unasur, Mercosur y Celac, organismos que se han potenciado como expresión netamente regional y cuya características principal que importa a Venezuela es que allí no esta la presencia de Estados Unidos. En términos simples, Venezuela junto a Cuba, Bolivia y Ecuador entre otros representan una visión anti-globalización que se contrapone con la de países como Chile, Perú y Colombia que es absolutamente a favor de la globalización.
Por otra parte, las demandas de estos países –como sería el caso de Bolivia con su demanda marítima- encontrara un respaldo político importante para darle visibilidad y legitimidad política a dicha demanda, previéndose la regionalización de la misma en los distintos foros.
El nuevo escenario regional con el triunfo de Chávez da cuanta de un respaldo importante respecto a los argumentos políticos e ideológicos, estimándose que los procesos de negociación al interior de la región se harán más complejos por la inserción de una visión ideologizada representada por la revolución bolivariana. Si bien las nuevas condiciones tendrán un impacto directo en las relaciones políticas entre los Estados, es poco probable que incidan, en el mediano plazo, negativamente en el intercambio comercial entre los países.
Las implicancias de un frente común alrededor del ALBA ya tuvimos oportunidad de conocerlas en las declaraciones y votaciones en la última asamblea de la OEA en Bolivia, como también en Unasur con motivo de la reunión sostenida por la destitución del ex presidente Lugo de Paraguay. En la ocasión se desplegó una estrategia de crítica a la OEA, la que lleva a Venezuela a anunciar su retiro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), como también un respaldo a la demanda marítima de Bolivia en términos de abogar por una solución bilateral.
Por tanto, será esperable una acción concertada de estos países en la próxima reunión Celac – UE a realizarse en enero en Santiago de Chile y cuya relevancia es indiscutible en términos económicos, financieros y políticos.
En términos de beneficiarios de este triunfo, sin duda esta Cuba y todos los países que mantienen una relación “comercial-política” con Venezuela, conforme la cual los términos de transacción se definen por contraprestaciones de alto contenido ideológico. A pesar de su condición interna y los problemas que deberá enfrentar, Venezuela se presenta como una alternativa de desarrollo y de visión política que capta adherentes en distintos países, lo cual es coherente con la búsqueda de influencia social y política que persigue. Por ello, es esperable que el “modelo Chavista-Bolivariano” capture la tención de grupos políticos y distintos movimientos en cada país, pudiendo llegar a transformarse en una opción ideológica emergente en un contexto donde los partidos políticos –en todos los países- y las instituciones democráticas están subvaloradas o sencillamente en una evidente crisis de legitimidad.
Si el escenario regional cambió en virtud de las perspectivas esperables, la pregunta natural es plantearse los contrapesos que existen en la región. El contrapeso natural de Chávez, por razones geopolíticas y geoestratégicas, es Brasil. Es este país el que tiene un rol decisivo respecto a los espacios de poder regional que puede ocupar Venezuela.
Al efecto, Brasil exhibe un liderazgo incuestionable vasado en una proyección como potencia mundial pero con un modelo que combina globalización con equidad social que resulta atractivo para Chávez y genera una sintonía mínima donde Brasil impondrá condiciones que no pasaran inadvertidas a los demás países de la región.
El protagonismo de Chávez en la región vuelve a surgir no solo con su liderazgo personal sino que ahora asociado a un modelo que además de consolidarse puede ser exportado. Para algunos significa un retroceso en términos ideológicos y lo compararan con la experiencia vivida en la guerra fría en América latina. Sin embargo, ello es erróneo, tanto Venezuela como Cuba y demás países que siguen este eje bolivariano están funcionando conscientemente en el siglo XXI y ello implica pragmatismo en las decisiones políticas y económicas, capacidad de darle vida a un modelo mediante alianzas de conveniencia y generar un vinculo ciudadano que compartan movimientos sociales a toda América Latina.
Chávez esta transformando Venezuela y ello tiene consecuencias e implicancias que es necesario observar y evaluar bajo criterios estratégicos y acorde a los otros modelos existentes en la región. El entorno regional ha cambiado.