El Estado de Israel, y especialmente su pueblo, tienen mucha historia que se remonta a la antigua tierra de Canaán y los tiempos del primer testamento bíblico.
Si bien su fundación como Estado moderno data desde 1948, su pueblo es milenario y en sus espacios geográficos son muchas las culturas que allí se han desarrollado, en algo más de 70 años han transformado un territorio mayoritariamente desértico en uno de los países más desarrollados del mundo.
Alrededor de la mitad de los judíos del mundo lo habitan y su idioma oficial es el hebreo.
Israel es una democracia parlamentaria con un sistema pluripartidista y separación de poderes con sufragio universal y secreto. El sistema político israelí está formado por tres poderes: el legislativo, el ejecutivo y el judicial.
Sus instituciones más importantes son la presidencia, que se desempeña como jefatura del Estado, la Knéset (el parlamento unicameral del país), el primer ministro y su tren ministerial, que forman el gobierno; y el sistema judicial, cuyo más alto tribunal es la Corte Suprema, y su independencia está garantizada por su ordenamiento jurídico.
Israel es considerado como el país más avanzado del sudoeste de Asia en el desarrollo económico e industrial. Se ha clasificado en lo más alto en la región por el programa de facilidad para hacer negocios del Banco Mundial, así como en el Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial.
Tiene el segundo mayor índice de compañías incipientes -Startups- en el mundo y el mayor número de empresas que cotizan en la bolsa tecnológica de Nasdaq fuera de los Estados Unidos.
A pesar de sus limitados recursos naturales y su pequeña extensión territorial, el desarrollo intensivo de la agricultura y el sector industrial durante las últimas décadas convirtió a Israel prácticamente en autosuficiente en la producción de alimentos.
Importantes importaciones a Israel, en su gran mayoría lo constituyen los combustibles fósiles, materias primas y maquinarías altamente especializadas. Sus principales exportaciones incluyen, productos farmacéuticos, programas informáticos, frutas, productos químicos, tecnología militar, y diamantes.
Es líder mundial en la conservación del agua y la energía geotérmica y su desarrollo de altas aptitudes en diversos conocimientos la ha llevado a la vanguardia en aplicaciones informáticas y nanotecnologías, telecomunicaciones, las ciencias de la salud, por lo que ha sido comparada con Singapur y el Valle del Silicio en California. Igualmente se cultiva algodón de fibra larga de alta calidad y hay piscifactorías especializadas en la cría de truchas y otros peces.
Cuenta también con fama reconocida en el campo de la moda y como destino turístico, cuya industria es importante en Israel, con clima templado, playas, lugares religiosos, arqueológicos e históricos, y geografía singular que la hacen especialmente atractiva. Este país se encuentra entre los 20 con los índices de Producto Bruto Interno per cápita más elevados del mundo y de los primeros en la región.
La educación es obligatoria y uno de los valores más apreciados en la sociedad israelí, comenzando a partir de los tres años de edad los niños empiezan a educarse y en muchos de los casos obtienen titulaciones universitarias. En las escuelas árabes, cristianas y drusas, el examen sobre los estudios de la Torá es sustituido por un examen sobre el islam, el cristianismo o el patrimonio druso, respectivamente. Lo cual deja patente la cultura de la tolerancia y el respeto confesional en un país que es un crisol étnico y multicultural constituido en gran medida por inmigrantes. Varios israelíes han ganado el Premio Nobel en Ciencias, así como en otras áreas del saber.
Existen diversas universidades e institutos tecnológicos en Israel, algunas consideradas entre las mejores del mundo, especialmente en el área de tecnología.
Israel ocupa el tercer lugar en el mundo con una población universitaria. Una afluencia de alrededor de un millón de inmigrantes de la ex Unión Soviética en los años 90, en buena medida con calificación universitaria, ha impulsado al país a estimular en diversos campos de la vida nacional, dado que, contando con tolerancia política y los recursos que ofrece la economía de libre mercado, pudieron desarrollar sus potencialidades para el beneficio también del país.
Los aportes israelíes a la ciencia y a la tecnología han sido muy significativos y más si se tiene en cuenta su pequeña población. Desde su fundación, Israel ha dedicado notables esfuerzos a la ciencia y a la ingeniería. Los científicos israelíes han realizado contribuciones relevantes a la genética, a la informática, a la electrónica, a la óptica y a otras industrias de alta tecnología.
Desde hace dos décadas, su capital, Tel Aviv, es considerada entre las diez ciudades más influyentes del mundo en el ámbito tecnológico. Ya en los años 90 Israel propuso al mundo árabe vecino transformar al Medio Oriente en uno de los más importantes centros tecnológicos y financieros del mundo.
En comparación con el índice poblacional, en Israel se formaliza el mayor número de empresas del mundo y tiene la concentración más alta de empresas de alta tecnología.
También es el único país del mundo que comenzó el siglo XXI con un crecimiento neto en la cantidad de árboles, tiene 17 veces más campos agrícolas que hace 25 años, lo que refleja su vocación ambientalista y aprovechamiento de los espacios cultivables.
Los comentarios anteriores son algunos de los ejemplos de cómo una nación puede progresar y alcanzar niveles extraordinarios de desempeño en la medida en que logre convertir sus adversidades en acicates transformadores de realidades que, unidas con una fe inquebrantable y el compromiso a la consecución de los objetivos a largo plazo pueden generar espacios de paz, de tolerancia y de solidaridad que agreguen valor para todos.
*Esta columna fue publicada originalmente en ElMundo.com.ve.