Cuando me doy cuenta de que en 2016 van a ser realizados los Juegos Olímpicos en Brasil, pero aún hoy solo se habla de la Copa del Mundo de Fútbol de 2014, comprendo mejor cómo los actores políticos y económicos del país trabajan con la mirada a corto plazo, en un sentido estrecho del concepto. No estoy hablando del corto plazo que es el rasgo fundamental del capitalismo contemporáneo, en el cual las grandes empresas actúan con toda prisa para producir las mercancías y mantener los índices de productividad al mismo tiempo que intentan garantizar la cualidad que las mantenga económicamente fuertes en la competitividad internacional. Lo que pasa en el capitalismo brasileño es que al revés de pensar estratégicamente a los eventos, con una perspectiva de largo plazo, aunque mirando también los lucros inmediatos, los actores políticos y económicos miran mucho más los lucros más inmediatos y fáciles, olvidándose del planeamiento que podrían hacer de los eventos oportunidades más amplias de desarrollo nacional.
La prensa, por ejemplo, toma parte en esa mirada corta al hacer del Mundial de Fútbol todo el asunto a tomar las páginas de los periódicos y poco preguntando de lo que pasa con el planeamiento de los Juegos de 2016. ¿Será que todo el país va a empezar a pensar en los Juegos solamente después de 2014? Si fuera así, se estaría dejando pasar la oportunidad de hacer de estos eventos una parte fundamental de un proyecto más profundo de revitalización de las ciudades y de generación de renta, al colocar los eventos como “el comienzo, el fin y el medio”, para usar una expresión de un famoso cantante de Bahía, Raul Seixas. Una acción hecha de ese modo solo podrá resultar en eventos que no aprovechan todo el potencial de las oportunidades abiertas cuando el país fue escogido para ser la sede de esas citas mundiales. Los dos eventos podrían ser un suceso porque la infraestructura más inmediata es posible de ser construida, aunque haya retrasos. Sin embargo, la cuestión fundamental es: ¿quienes van a ganar con ese suceso?
Así es que el problema mayor no es tanto los retrasos para empezar las obras y atender los plazos y demandas, una vez que en Brasil los agentes políticos y económicos se han acostumbrado a hacer todo en la víspera. Por ejemplo, yo comentaba con otra profesora cómo las obras de renovación de nuestra universidad siempre empiezan cuando las clases ya han comenzado. Esto no es un hecho aislado, sino parte de un padrón de relacionamiento con el tiempo y los cálculos costo-beneficio. La explicación para la demora en las obras de la universidad es que el presupuesto solo puede ser usado a partir de marzo. Pero ¿cómo no se cambian las leyes y regulaciones para atender las demandas lógicas de la realidad?
Sin embargo, es necesario decir que no todo cambio es bueno. Cuando se habló de cambiar las leyes, el gobierno presentó al Congreso (ya aprobada en la Cámara de Diputados) la Ley General de la Copa, negociada entre la FIFA y el Ministerio de Deportes de Brasil, de modo de garantizar los intereses de la entidad deportiva privada que actúa como actor político haciendo lobby para alcanzar sus intereses económicos. De hecho, la ley busca, por ejemplo, declarar que la FIFA, una asociación privada con sede en Suiza, tendrá el derecho de decir quiénes van poder ingresar en el país sin posibilidad de control por las autoridades brasileñas:
Art. 26. Até 31 de dezembro de 2014 serão concedidos, sem qualquer restrição quanto à nacionalidade, raça ou credo, vistos de entrada para:
I - todos os membros da delegação da FIFA
La participación del pueblo brasileño en los estadios tampoco está garantizada, una vez que los precios de los billetes serán establecidos por la FIFA, de acuerdo con sus cálculos de lucro, como está dicho en la Ley General de la Copa:
Art. 32. O preço dos Ingressos será determinado pela FIFA.
Claro que los turistas de los países desarrollados y la gente de la clase media que comprarán los billetes en agencias de turismo tendrán muchas más facilidades para obtenerlos.
Las oportunidades económicas más fáciles, por lo tanto, serán aprovechadas por los más conectados al mercado global y las estructuras del poder. Los eventos también podrán tener las condiciones mínimas para su realización. Pero el planeamiento estratégico insuficiente y la poca autonomía del gobierno frente a los poderes económicos lleva a las inversiones a un aislamiento del resto de la sociedad que no toma parte ni comprende cómo esas oportunidades podrían ser aprovechadas por todos. Es más, parte de los brasileños ya son posibles víctimas del modelo de progreso representado por ese planeamiento basado en lucros fáciles y de corto plazo: para la Copa del Mundo y las Olimpiadas se habla de la posibilidad de desplazar a 170.000 personas cuyas casas están ubicadas en favelas que deben ser destruidas para abrir espacio para las grandes obras de los eventos.
Asimismo, el reto más importante no es la dimensión económica o política, en las cuales el país ya tiene un desarrollo y liderazgo notables, sino que, como siempre ocurre en Brasil, es la cuestión social. ¿Cómo evitar que la organización y realización de la Copa y de las Olimpiadas reproduzca los mismos padrones de inequidad y exclusión que siguen dominando el escenario más amplio?
El gobierno podría comenzar promocionando oportunidades educacionales, es decir, tanto para la preparación de los recursos humanos necesarios (traductores, profesionales poliglotas, etc.), como para la organización y profesionalización del fútbol. Los equipos de fútbol hoy en Brasil no están más en el tiempo pasado del fútbol-arte basado en el amor al deporte y tampoco están insertados en la nueva organización empresarial del mismo. La consecuencia es que en esa situación precaria se pasó a exportar jugadores como se exporta caña o soya; la diferencia es que los productos primarios vuelven al país como productos con valor agregado y los jugadores solo vuelven cuando están viejos. Los tres significativos eventos -la Copa de las Confederaciones, la Copa del Mundo y las Olimpiadas- podrían ser una oportunidad única para la profesionalización del fútbol nacional y la transformación de Flamengos, Vascos, Corinthians y Bahías en Real Madrids, Milans y Barcelonas.
La educación del pueblo en general también es importante. En los últimos días, peleas entre las torcidas de Palmeiras y Corinthians están siendo parte de las noticias de los periódicos. Dos jóvenes de torcidas organizadas fueron asesinados en luchas callejeras sin sentido alguno. Pero no hay una sola campaña significativa en las escuelas y universidades o en la prensa para trabajar la conciencia del pueblo acerca de la importancia de la paz para el éxito de los eventos y la superación de la violencia en los deportes. La prensa se queda contente en decir lo que pasa porque esto garantiza el titular del día, mientras el gobierno se limita a ejercer la represión post facto.
Asimismo, las Olimpíadas son una oportunidad para el desarrollo también de los demás deportes, un desarrollo en el que las universidades sería fundamental. Cuando enseñé en los EE.UU. me preguntaron si los atletas brasileños también venían de las universidades, y me quedé pensando acerca de cómo no hay actividades significativas y organizadas para hacer frente, a partir de nuestras universidades, a los altos niveles de competencia deportiva internacional. Todo esto porque la improvisación es la regla en casi todos deportes, donde los atletas necesitan trabajar en otras actividades para tener el dinero necesario para la supervivencia. El gobierno no los ayuda casi en nada. Las empresas, incluso las cadenas de televisión, prefieren la rentabilidad previsible del fútbol.
En fin, una oportunidad puede tener resultados distintos a partir de lo que hacen los actores políticos y económicos. Por eso es que el objetivo debería ser que los eventos internacionales formen parte de una estrategia de acción coordinada por el Estado para promocionar las oportunidades sociales. Hoy solamente hay oportunidades económicas para la FIFA, las TVs y las compañías de construcción u oportunidades políticas para la imagen del Estado brasileño en el extranjero y del gobierno en el país.
Desde 2007 el país fue escogido para ser sede de la Copa y desde 2009 venció la competencia para las Olimpiadas. Poco ha sido realizado tras esos logros. Y ahora el país tiene poco tiempo. Una vez más seremos víctimas del síndrome de la prisa que sigue en una dirección distinta de las necesidades de cambios profundos del país... Aunque todavía hay tiempo para dar los primeros pasitos. Por eso es tiempo de recordar el consejo del educador Paulo Freire: “la educación no cambia el mundo. La educación cambia a las personas. Las personas cambian el mundo”.
Aunque despacio, se puede ir en la dirección correcta.