Pasar al contenido principal

ES / EN

La crisis de los refugiados: repensar las relaciones internacionales
Mié, 16/09/2015 - 08:59

Florent Sardou

¿Un New Deal para Europa?
Florent Sardou

Florent Sardou posee una Licenciatura en Derecho (Universidad de Toulouse, Francia) y un Master de la misma universidad en Historia Contemporánea. Su tesis fue sobre la Historia Social contemporánea de Chile. Ejerció como profesor en el colegio la Alianza Francesa de Santiago de Chile. Después de haber vivido cinco años en París, volvió a Chile en 2013. Desde entonces es invitado como analista en canales (CNNChile, 24Horas, NTN24 de Colombia) y radios locales (Duna, Zero, Bio Bio, Cooperativa, ADN).

El 14 de septiembre los ministros del interior de los 28 Estados miembros de la Unión Europea no lograron pactar un acuerdo para recibir a 120.000 refugiados. Estos últimos son la cara más trágica de un fenómeno atemporal e inherente a la naturaleza humana: las migraciones. Según la ONU, hay 230 millones de migrantes en el mundo hoy: un crecimiento de 65% en 25 años. La situación dramática de los refugiados sacude nuestras conciencias. Pero más allá de la emoción causada por las imágenes y por la muerte de niños durante sus travesías, es necesario abrir los ojos y dar paso a una reflexión más amplia, y de largo plazo, sobre las fallas de un orden jurídico-político internacional sin aliento.

Crisis de los refugiados: un síntoma de la crisis actual de las Relaciones Internacionales. Lo primero es reconocer la responsabilidad (no la culpa) de los países occidentales en el caos del Medio Oriente. Responsabilidad frente a la violencia, pero sobre todo frente a las escasas o ausentes soluciones, lo que genera una inevitable desesperación de los habitantes por dejar sus países para sobrevivir o ir en búsqueda de una mejor vida. Este éxodo refleja la incapacidad de la comunidad internacional (a través de la ONU) de garantizar la paz internacional. Debe llamarnos la atención que gran parte de los refugiados provienen de países  (Kosovo, Afganistán, Irak, Libia y ahora Siria) que sufrieron o están sufriendo el derrumbe de sus regímenes políticos por intervención directa de los países occidentales. Es decir, la crisis de los refugiados es un síntoma evidente de la crisis de las Relaciones Internacionales. Este desorden constituye también una paradoja en un mundo globalizado. Sin embargo, esta crisis puede convertirse hoy en una oportunidad. Es un momento clave para renovar las Relaciones Internacionales y tal proceso requiere potenciar la moribunda Organización de las Naciones Unidas, con el fin de fomentar la responsabilidad de la comunidad internacional.

Un error sería pensar que el fenómeno migratorio involucra solamente a la Unión Europea. Es un tema y un desafío mundial, que necesita de una solución global. Para que surja un principio de respuesta es necesario repensar las Relaciones Internacionales. La responsabilidad de la comunidad internacional es primero gestionar los flujos migratorios y segundo, aportar de forma concreta en la solución de los conflictos que hoy están generando millones de refugiados.

Gestionar los flujos migratorios a nivel mundial. Las tareas cumplidas del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados), de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y del PMA (Programa Mundial de Alimentos) son necesarias y dignas de elogios, sin embargo siguen siendo soluciones de emergencia, provisorias y que no permiten resolver las causas profundas de las crisis. Pero sobre las migraciones la ONU hace poco. En 1990 se creó una Convención Internacional sobre los derechos de los migrantes, pero ningún país de la Unión Europea la ratificó. Estados Unidos tampoco. Y la Organización Internacional de las migraciones (OIM) no es parte de la ONU. Es momento de confiar la gestión de los flujos migratorios a una organización supranacional capaz  de poner en marcha programas de acogida de refugiados. En paralelo es urgente crear un “Plan Marshall” de la cooperación para limitar las migraciones económicas. Estas propuestas existen hace mucho tiempo. Frente a la falta de respuesta coordinada y con la sensación de que el bloque económico más rico del mundo se encuentra desbordado por la crisis de los refugiados, es un momento histórico para organizar una cumbre de la ONU sobre este tema. Ya que no es algo que vaya a parar. El cambio climático y sus expertos anuncian que el número de “refugiados climáticos” seguirá aumentado de manera alarmante. Es de esperar que la cumbre COP21 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), organizada en París, pueda abordar este tema.

Pero todavía muchos países piensan que controlar los flujos migratorios es de exclusiva competencia de los estados. El rechazo a delegar tal responsabilidad revela una ceguera: los hombres políticos que se niegan a abrir las fronteras no quieren entender que los tiempos han cambiado. Estamos en un mundo globalizado.

Solucionar los conflictos. Después del derrumbe de la Unión Soviética, Estados Unidos se ha convertido en el único policía del mundo. La ausencia de rival, el triunfo de una cierta ideología (que simplificó las Relaciones Internacionales entre “buenos” y “malos”) y la pasividad de sus históricos aliados ha transformado profundamente la política exterior de Estados Unidos. Una política en la que, casi podríamos decir, ha ido desapareciendo la diplomacia para privilegiar soluciones militares e unilaterales.  El drama sirio es una clara muestra de que la comunidad internacional no sabe cómo solucionar los conflictos. No se tiene idea de cómo crear una intervención multilateral para resolver un conflicto interno de un Estado. Tras el fin de la Guerra Fría se creyó posible la existencia de una comunidad internacional unida y benevolente que lograría resolver todos los conflictos del planeta. Pero la realidad ha demostrado que frente a las crisis internas, frente a regímenes políticos que se derrumban, la comunidad internacional ha sido incapaz de encontrar respuestas satisfactorias, dejando las manos libres a Occidente para privilegiar a menudo la intervención militar (Kosovo, Afganistán, Irak, Libia, Siria). Agravando, de esta forma, los problemas en lugar de solucionarlos. Lo que en el fondo sucede es que ya no se sabe dialogar con el otro. Existen solamente “buenos” y “malos”: el enemigo es demonizado (leer y escuchar argumentos que justificaron las intervenciones en Afganistán, Irak y Libia).

Finalmente, el drama es este: la negociación es mal vista y considerada como una debilidad en las Relaciones Internacionales de hoy. Es trágico. Porque si se debilita el valor de la negociación, se fragiliza la esencia de la diplomacia y por ende las capacidades para resolver conflictos. La diplomacia es el “arte de gestionar las separaciones”. Un diplomático no es el amigo de su interlocutor sino que lo legitima, hecho que permite buscar una solución aceptable. Tan criticado por su supuesta indecisión, el presidente Barack Obama será visto en años más como el presidente que reintrodujo la diplomacia en la política exterior de Estados Unidos (ver como ejemplo las exitosas negociaciones con Irán).

¿Salvar la ONU? Los acontecimientos de los últimos años son un claro síntoma de la marginalización de la ONU. En tiempos de globalización, donde nuevos países y continentes (como América latina) reivindican con fuerza más protagonismo, el fracaso del actuar de un puñado de países obliga a repensar las RRII. Potenciar el papel de Secretario General de la ONU puede ser una vía a explorar, como también ampliar el Consejo de Seguridad (un escaño para Japón, Brasil, México, India y África del sur). Parece importante también permitir que Rusia vuelva a ser parte de las negociaciones y de la gobernanza mundial. ¿Qué se consiguió dejando a Rusia al margen? La profundización de la crisis en el Medio Oriente y la parálisis del Consejo de Seguridad de la ONU. A la luz de las experiencias pasadas y debido al despertar de nuevas potencias, una mayor repartición de las responsabilidades en la comunidad internacional es fundamental. Fortalecer el multilateralismo es permitir, en última instancia, asegurar la paz y la seguridad internacional.

Autores