Construir castillos en el aire no cuesta nada. Pero su mantenimiento puede ser costoso. Con motivo de su próxima reelección, Vladímir Putin promete más dinero para la educación y la salud, salarios más altos, crecimiento económico, una lucha más consistente contra la corrupción, seguridad jurídica, una mejor infraestructura, en resumen, promete todo lo que ya prometió en las últimas elecciones y que lamentablemente no cumplió. En entrevistas y ruedas de prensa promete un futuro color de rosa. Pero, ¿cambiará realmente algo después de su reelección?
La "resovietización" continúa
Probablemente no. La improvisación permanente continuará, algo que le cuesta miles de millones a Rusia. Las reformas dirigidas hacia una economía de mercado brillan por su ausencia. Al contrario: continúa la "resovietización", la nacionalización de la industria rusa. Tres cuartas partes del producto interno bruto de Rusia son generadas por empresas controladas por el Estado. Las consecuencias son ineficiencia, una creciente burocracia y falta de competitividad. Un buen ejemplo es el sector bancario. A estas alturas, es el banco central quien manda en casi todo el sector. Cuando los bancos se manejan mal, recurren al banco central, que los apoya, siempre con el dinero del contribuyente. Otro ejemplo son los sectores industriales clasificados como importantes para la seguridad nacional. Aquí no se permiten inversiones extranjeras. No sorprende que las empresas extranjeras se marchen de Rusia. Las cámaras de comercio rusas siguen pintando un escenario diferente, alejado de la realidad.
El crecimiento económico ruso sigue siendo modesto desde hace años. De hecho, la economía está estancada desde 2013. El mercado ruso solo ganaría nuevos impulsos si el Estado permitiera más competencia, combatiera la burocracia y la corrupción y permitiera a los tribunales hacer su trabajo sin intervenciones externas. Pero eso no es más que un sueño. Porque todo ello pondría en peligro el poder de Putin.
La popularidad de Alexei Navalny entre los jóvenes rusos se debe principalmente al hecho de que públicamente y sin temor denuncia la corrupción de la clase política. Pero también hay que ser justos: Navalny, con todo su narcisismo y su arrogancia, tampoco es una alternativa viable. Denunciar la corrupción no basta como plan económico. Parece que el político de oposición ha conseguido al menos algo: entre muchos estudiantes ya no es considerado "cool" ser sobornados.
La influencia de los medios controlados por el Estado
El próximo 18 de marzo, los rusos votarán para reelegir a Putin, a pesar de que los salarios reales están disminuyendo desde hace años, mientras que los precios para los alimentos siguen aumentando. ¿Por qué? Porque los medio controlados por el Estado dicen que en las elecciones presidenciales la única elección es entre "Putin o el caos". Fomentan el miedo de que el país podría volver a la década de los 90 del siglo pasado. De esta manera, la televisión vence sobre la realidad del refrigerador que se queda cada vez más vacío. Pero algún día el refrigerador se vengará.