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La oposición venezolana: divididos (todavía) siguen
Mié, 09/08/2017 - 09:58

Juan Carlos Hidalgo

La Marina estadounidense en aguas costarricenses
Juan Carlos Hidalgo

Juan Carlos Hidalgo es analista de políticas públicas sobre América Latina en el Cato Institute. Escribe frecuentemente sobre temas de actualidad y sus artículos han sido publicados en los principales periódicos latinoamericanos como La Nación (Argentina), El Tiempo (Colombia), El Universal (México) y El Comercio (Perú). También ha sido entrevistado en medios internacionales como BBC News, Al Jazeera, CNN en Español, Univisión, Telemundo, Voice of America, Bloomberg TV, entre otros. Se graduó en Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Costa Rica y sacó su maestría en Comercio y Política Pública Internacional en George Mason University.

Una razón por la que el régimen venezolano ha sido tan efectivo en lentamente —pero con seguridad— establecer una dictadura integral es gracias a las divisiones internas de la oposición. Desafortunadamente, esas divisiones una vez más están saliendo a la superficie, incluso ahora que la asamblea constituyente de Nicolás Maduro ha revelado explícitamente el verdadero objetivo del régimen.

La oposición boicoteó las elecciones legislativas de 2005 en protesta por la falta de independencia del Consejo Nacional Electoral (CNE), otorgándole así al gobierno el control total de la Asamblea Nacional durante cinco años. Solo decidió participar nuevamente en las elecciones una vez que percibió en las encuestas que podía ganarle al chavismo. Sin embargo, conforme la popularidad del gobierno empezó a desplomarse —una vez que la economía empezó a deteriorar— el régimen se volvió más implacable en su estrategia: descalificando candidatos, encarcelando a los opositores, chantajeando a los electores, manipulando el padrón electoral, cancelando elecciones programadas, y realizando un fraude electoral masivo. Aún cuando el chavismo aceptó algunas derrotas electorales, como unas elecciones de gobernadores o como la elección legislativa de 2015, el gobierno rápidamente tomó medidas para dejar sin poderes o recursos significativos a aquellas oficinas obtenidas por la oposición.

En 2013, Maduro fue electo presidente en una elección altamente cuestionable que sin duda involucró un fraude electoral reconocido por el CNE —lo suficiente como para que el resultado de la elección favorezca a Maduro. Sin embargo, la oposición continuó insistiendo en buscar un camino electoral hacia la salida. Luego de ganar una mayoría absoluta en la elección legislativa de 2015, la oposición vio cómo la Corte Suprema controlada por el gobierno sistemáticamente despojó de sus poderes a la Asamblea Nacional, efectivamente haciéndola irrelevante. Incluso en ese momento, la oposición insistía en librarse del chavismo por la vía democrática.

El año pasado, la oposición desplegó un mecanismo para hacer un llamado a un referéndum para revocarle el mandato a Maduro. Las encuestas indicaban que el voto hubiese resultado a favor de la oposición con un margen cómodo. Como era de esperar, el CNE arbitrariamente suspendió el proceso, dejando a la oposición con ninguna otra alternativa que la resistencia civil.

El voto fraudulento del domingo para elegir a los miembros de la asamblea constituyente de Maduro es un ejemplo de la corrupción rampante en el CNE. Según sus autoridades, 8,1 millones de personas votaron en las elecciones. Aún así, Reuters reportó que a las 5:30 PM —solo un par de horas antes de que cerraran los centros de votación— solo 3,7 millones de personas habían votado. Además, la empresa de software que instaló el sistema de votación del país denunció antes de ayer que el gobierno había manipulado el voto por “al menos” un millón de votos. No debería sorprender que la cabeza del CNE, Tibisay Lucena, sea uno de los principales 13 funcionarios del régimen venezolano recientemente sancionados por el gobierno de EE.UU.

Antes de ayer, Henry Ramos Allup, otrora presidente de la Asamblea Nacional y líder del Partido Acción Democrática, hizo una declaración desconcertante: su partido se postulará para las elecciones de gobernadores programadas para diciembre. Otras figuras de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), el grupo que reúne a varios partidos y movimiento de la oposición, también están considerando participar. Diosdado Cabello, tal vez el segundo más poderoso dentro del régimen, se burló con justa razón de Ramos Allup por aceptar participar en unas elecciones realizadas por en CNE que la oposición acusa de fraude masivo.

Esta división es un problema para la oposición. Mientras que algunos líderes insisten en la salida inmediata del régimen mediante la resistencia civil, otros están dispuestos a llegar a un compromiso a cambio de unas elecciones regionales fingidas. No debería sorprender que, a pesar de tener el respaldo de la mayoría de venezolanos, los partidos de la oposición no logran obtener un respaldo entusiasta.

Albert Einstein una vez dijo que la definición de la locura es “hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados distintos”. Esta definición ciertamente describe a algunos elementos de la oposición.

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