El peso colombiano ha venido presentando una fuerte debilidad frente al dólar. Somos la segunda moneda más devaluada en 2019, entre los países sudamericanos, solo superados por el peso argentino. No incluyo en este ranking a Venezuela, cuyos índices superan todas las expectativas: el bolívar soberano lanzado por el gobierno de Maduro, en julio de 2018, ya se ha devaluado (en diez meses) el 13.000%.
El tipo de cambio superior a los ColP 3.300 por dólar, asusta a los importadores, a las empresas con deudas en dólares, a los viajeros internacionales, al gobierno y a casi todos los consumidores. El componente de compras de productos importados por los colombianos es muy alta y esta devaluación va a repercutir, más temprano que tarde, en los bolsillos de todos nosotros.
Pero ¿qué ha pasado? Anteriormente, decían que si el petróleo subía, el dólar bajaba, por la dependencia de nuestra economía con las industrias mineras; pero hoy eso no es así, ya que el petróleo se mantiene por encima de los US$ 70 el barril, sin embargo, nuestro peso cada vez muestra signos de gran debilidad.
Para entender el fenómenos hay que mencionar una serie de factores externos que en las recientes economías globalizadas, como la colombiana, son una amenaza para el fortalecimiento del peso:
*Nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, enfrenta una lucha por disminuir su déficit comercial y está buscando por todos los caminos poner barreras a las importaciones, especialmente de China, protegiendo su mercado interno y muy especialmente la industria nacional. Aunque se ve como una política odiosa, a la luz de la globalización, los resultados internos del país del norte han sido sorprendentes: crecimiento interno de su economía superior al 3% y tasa de desempleo inferior al 4%.
*El comercio exterior colombiano está perdiendo el año: el déficit comercial, de exportaciones menos importaciones, muestra unos valores negativos con cifras acumuladas a marzo superiores a US$ 2.000 millones. Esto lo que demuestra es un mayor apetito del consumidor colombiano por productos importados, a la vez que un debilitamiento de la oferta externa de nuestras empresas.
*El Banco Mundial prevé un estancamiento en el crecimiento de las remesas en Latinoamérica.
*La inversión extranjera directa disminuyó, en 2018, 20% comparada con 2019.
Internamente también tenemos signos preocupantes:
*El aumento del desempleo a dos dígitos y la avalancha de venezolanos cuya población ya supera el millón y medio de refugiados de estratos bajos, que requieren todo del Estado.
*Los continuos hechos políticos y económicos que han montado a la población en una montaña rusa de expectativas y desconciertos: la reforma tributaria, las objeciones a la Ley Estatuaria de la Justicia Especial para la Paz (JEP), la reforma pensional, el florecimiento del ELN al suspender las conversaciones de paz, la reforma pensional, la renuncia del fiscal Néstor Humberto Martínez, la liberación y recaptura del ex líder de las FARC, Jesús Santrich, etc.
*Las repercusiones que ocasionan las decisiones americanas de suspensión y/o cancelación de visas a funcionarios del gobierno colombiano.
*Los cuestionamientos externos de Human Rights Watch y del The New York Times a las actitudes del ejército colombiano.
*El aumento del consumo interno que se ve reflejado en un incremento de las ventas nacionales de las empresas, las cuales tienen menos incentivos para buscar mercados externos que generarían ingresos de divisas al país.
*La acentuada polarización del país que crea desconfianza e inquieta a futuros inversionistas.
Los ingredientes anteriores junto, probablemente a muchos otros que no he mencionado, crean una "tormenta perfecta", generando desconfianza y presiones en el colombiano, llámese empresario, inversionista ahorrador o consumidor, decidido a refugiarse en terrenos más seguros para proteger su capital y sus ahorros. El dólar surge como el salvavidas y si su demanda continúa alta con una oferta mínima llegaremos rápidamente a superar los ColP 3.400 por dólar.