Alejandro Toledo, uno de nuestros últimos presidentes, es un tipo simpático que ha salido adelante gracias a su esfuerzo, constancia y dedicación. Su persona es un ejemplo de lo que la educación puede hacer por las personas. Procedente de un estrato socioeconómico muy cercano a la pobreza, Toledo se dedicó a estudiar y salir para adelante sobre la base de su propio esfuerzo. Se transformó en un profesional destacado y, poco a poco, ingresó a la vida política. Así encarnó la lucha por volver a la democracia luego del segundo funesto régimen de Alberto Fujimori. Toledo se transformó en un paladín de la democracia; llegó a ser presidente del Perú, labor que no la hizo mal y luego de su paso por palacio, decidió volver a ser presidente para lo cual postuló en las últimas elecciones.
Sin embargo, según un estudio encargado por el principal diario del Perú y realizado en la primera quincena del mes de junio del presente año, la población del Perú ha sepultado políticamente al ex presidente Alejandro Toledo. Para testimoniar esto, podemos revisar algunos resultados de dicho estudio:
•El 75% de los encuestados afirma que el dinero usado en las compras inmobiliarias millonarias de su suegra procede de la corrupción.
•El 85% de los mismos no le cree en el tema de las compras de inmuebles de su suegra (en las que él niega no estar involucrado).
•El 62% piensa que el dinero con que su suegra adquirió los inmuebles es de él.
•El 72% desaprobó el accionar de Toledo.
•El 65% considera que debe dejar la política.
El estudio estadísticamente representativo, puede ser considerado como una partida de defunción para el ex mandatario. Toledo siempre se ha considerado presidenciable, sin embargo, estos hechos parecen quitarle esta condición de forma contundente y permanente. De confirmarse los hechos de corrupción de los que es acusado, Toledo se transformará en un cadáver político.
Pero más allá de la inocencia o culpabilidad del ex presidente, cabe preguntarse cuánto se ve afectada la reputación de la clase política peruana ante tamañas acusaciones que, de ser éstas reales, dejaría a un ex presidente en la peor condición posible, ya que el pueblo que lo eligió lo repudiará decididamente.
Acostumbrado a los escándalos, Toledo fue un presidente democrático que consolidó el modelo económico peruano, el cual está dando frutos desde hace algunos años. Mantuvo la disciplina fiscal y continuó sentando las bases que inició el actualmente recluido ex presidente Alberto Fujimori.
Que Fujimori esté en la cárcel y que Toledo sea acusado de magna corrupción nos hace pensar de no muy buena manera de nuestros ex presidentes. Así, las dudas están sembradas acerca de la calidad de nuestros ex mandatarios, de las personas que asumieron el cargo más importante del país, de aquéllos que deberían velar por nuestros intereses y llevarnos a buen puerto.
Entonces, cabe preguntarnos: ¿tan mala es nuestra clase política? ¿Son éstos los gobernantes que nos merecemos los peruanos? ¿Cuándo tendremos ex presidentes estadistas, que jueguen un rol relevante en la política del país, una suerte de guardianes de la democracia republicana?
La última pregunta podría ser un sueño de algunos peruanos: Tener una clase política que verdaderamente los represente y que se destaque por su trabajo y no por los escándalos que genera.
Sinceramente, ojalá que Alejandro Toledo salga inocente de todas estas acusaciones, ya que el Perú necesita que sus políticos sean verdaderamente decentes, porque eso hará que mantengamos aún la esperanza de ser bien gobernados, de creer ciegamente en la democracia y de que gente decente nos lidere.
El Perú se merece buenos ex presidentes, ojalá los tenga pronto.