El presidente francés, Emmanuel Macron, está siguiendo una inteligente estrategia de comunicación: con la publicación simultánea, en 28 diarios, de su llamado a revitalizar Europa, dominará ahora el debate político europeo durante dos o tres días. Las visiones de Macron están en boca de todos, al menos entre los europeos que todavía leen diarios. Cabe dudar que llegue a esos ciudadanos "enojados" que usan chalecos amarillos en Francia y agitan banderas del "brexit” en el Reino Unido.
Pero al menos hace una oferta y establece objetivos ambiciosos, mientras que otros políticos de Europa prefieren desaparecer, como la canciller alemana, o predicar su rampante nacionalismo, como el primer ministro húngaro o el ministro de Interior italiano.
En el contexto del caótico intento británico de abandonar la Unión Europea (UE), el presidente francés ofrece una contrapropuesta, un renacimiento de la - en su opinión - amenazada Europa.
Entre lo archiconocido y lo radical
Algunas de las propuestas son viejas conocidas, como la protección comunitaria de las fronteras exteriores del bloque. Otras parecen radicales, como la adaptación de todas las políticas de la UE hacia la lucha contra el cambio climático. Macron está pidiendo un nuevo conjunto de instituciones: desde una poco realista agencia de protección de la democracia hasta un banco de inversión para el clima, que quizás puede tener oportunidades de implementación.
Hace solo 18 meses, el presidente francés había pronunciado un discurso de principios con un catálogo de demandas, de las cuales solo una pequeña parte, como por ejemplo el presupuesto para la unión monetaria del euro, podría hacerse realidad, con frenos, en un futuro previsible.
Emmanuel Macron se ve a sí mismo en el papel del pensador impetuoso. La otra mitad del tándem franco-alemán, la canciller alemana Angela Merkel, se halla más cómoda en el rol de la realista prudente, que reduce las visiones al marco de lo posible.
Presionado internamente, Macron se aburrió de esperar por Merkel. Él huye hacia adelante. Ella tendrá que seguirlo, vacilante. Apenas este enero, los dos más relevantes políticos europeos elogiaron, en el nuevo "Tratado de Aquisgrán", un enfoque común a nivel europeo, pero la política funciona siempre de forma muy diferente en la práctica.
Con su llamado a proteger a las empresas europeas de la competencia estadounidense y china, Macron responde al proteccionismo y a las guerras comerciales emergentes.
Con su exigencia de cerrar las fronteras del espacio Schengen a los migrantes y crear un derecho de asilo restrictivo dentro de la UE, reacciona a la necesidad de protección de muchos europeos, que impulsa a los nacionalistas y los populistas de derecha.
Sin embargo, también pide una distribución de migrantes en todos los estados miembros de la UE, lo que podría generar protestas entre sus "enemigos favoritos", en Hungría e Italia.
Por fin, un debate
La carta a las europeas y los europeos tres semanas antes de un posible "brexit” y doce semanas antes de las elecciones al Parlamento Europeo es, por supuesto, además, y no menos importante, el preludio de una campaña electoral que Macron ha transformado, con un discurso muy florido, en un momento decisivo para el futuro de Europa.
Con su jugada, el dinámico contendiente francés quiere influir también, en adelante, al Parlamento de Estrasburgo, y movilizar para tal propósito a las fuerzas pro-europeas.
Ya es hora de que alguien comience una campaña electoral seria. Hasta ahora, la discusión estaba languideciendo entre populistas y liberales. Ahora, el debate podría tomar impulso.
Las propuestas de reforma de Macron deben debatirse en una "conferencia europea" a fines de este año. El presidente francés no excluye la posibilidad de revisar y enmendar los tratados de la UE.
Esto es atrevido, pues, en la misma Francia, el pueblo tendría que votar sobre cambios fundamentales. Impulsado por las protestas de los "chalecos amarillos" y sus propios bajos índices de aprobación, Emmanuel Macron huye hacia adelante. A Europa podría venirle bien.