Esa tarde fueron batidos algunos records: el debate entre Macron y Le Pen fue la lucha más brutal entre dos candidatos presidenciales en la historia de Francia. Nunca antes dos mordaces políticos se enfrentaron tan frontal y agresivamente. Además, Emmanuel Macron es el candidato más joven de todos los tiempos y Marine Le Pen dijo la mayor cantidad de mentiras jamás dichas en dos horas y media frente a las cámaras.
Macron lo hizo bien
El candidato presidencial liberal ha demostrado que tiene nervios de acero. Estaba bien preparado y lo hizo mejor de lo que se podía esperar, pues vencer en el enfrentamiento cuerpo a cuerpo a un oponente político tan experimentado como Marine Le Pen es igual a detener un tanque con las manos. Pero Macron ha demostrado que detrás de su fachada medio intelectual es duro. Interrumpió a Le Pen casi tantas veces como ella a él, la calificó de parásito del sistema político, heredera de una dinastía de radicales de derecha, predicadora del odio y creadora de miedos.
La estrategia de Le Pen desde el principio fue clara: atacó a su oponente con insultos, lo denunció como pupilo de Hollande y esclavo de los mercados financieros. Con ello probablemente esperaba que perdiera los nervios, pero Macron se mantuvo imperturbable.
La fuerza del candidato liberal es la política económica y aquí dejó al descubierto todos los vacíos de los slogans de Le Pen. Ella no tiene idea de cómo operan las empresas, qué es una moneda extranjera, cómo se está desarrollando la economía de Francia, cómo la gente lucha contra el desempleo. Ahí Macron dejó a la jefa del Frente Nacional contra la pared.
Le Pen y sus mentiras
Marine Le Pen, en cambio, es la encarnación de la propaganda. Y da lo mismo si sus declaraciones sólo rozan la verdad. Lo que relató sobre el euro, la enorme cifra de la contribución francesa a la UE o los beneficios que le traerá al Reino Unido el brexit, fue todo un sinsentido. El periódico "Le Monde” contó 19 mentiras y afirmaciones falsas de Le Pen.
Con respecto a su "programa económico": ella promete todo, pero no dice cómo lo financiará. Eso es lógico, ya que en el punto central de sus políticas no hay ningún programa, aquí hay ideología. Con una enorme máquina de hacer dinero de fondo.
De hecho, el aproximadamente 40 por ciento de los votantes franceses que presumen que Le Pen será electa, no son tan tontos para creer realmente en las promesas del Frente Nacional, aunque sí las creerían con agrado. Lo quieren todo: poco trabajo, jubilación anticipada y un sinfín de banderas. En Europa del Este la gente se burlaba antaño de las bendiciones del comunismo, "el paraíso de los trabajadores”. Muchos franceses sueñan ahora con el paraíso al estilo de la derecha radical.
El odio eterno a Alemania
Una nota al pie es el eterno odio a Alemania. Le Pen culpa a sus vecinos de los problemas económicos que tienen los franceses. Y según ella, Angela Merkel es la verdadera gobernante de Francia. Eso no puede ser, pues si así fuera estarían mucho mejor.
También Macron ha tocado esa tecla, aunque de forma más sutil. Una cosa: queridos vecinos, háganse cargo de sus errores y dejen de culpar de todo al resto. Ustedes son responsables de sí mismos.
La discusión con la extrema derecha es infructuosa
¿Sacaron algo en limpio los espectadores del debate? Al final, alrededor del 61 por ciento de los franceses ve a Macron como el ganador, y probablemente votarán por él domingo. Él ha demostrado que algo entiende de economía, conoce los hechos y, en caso de emergencia, también puede combatir a un nivel más bajo.
Y quienes son partidarios de Le Pen lo seguirán siendo después de este debate, en el que ha demostrado ser digna hija de su padre fascistoide, como reina de los insultos. Quienes comulgan con las consignas nacionalistas, la xenofobia, la exclusión y el patriotismo hueco, votarán de todas formas por Le Pen. Ningún debate –ni el más agudo, ni el más inteligente- puede derrotar a tal ideología. Aquí los paralelos históricos no son un accidente. Y que nadie diga en Francia que no lo sabían.