Según sea la creencia de cada quien, algunos podrían decir que el Perú es un país “con suerte”, y otros que ha sido “bendecido por Dios”. En el siglo XIX contábamos con el guano de las islas, entonces muy demandado en el mundo. A partir del siglo XX, los minerales, que han estado en las entrañas de nuestras montañas por millones de años, son demandados por países desarrollados y emergentes.
La cotización internacional de nuestros minerales ha alcanzado niveles antes inimaginables, dado el importante crecimiento de la clase media en los países emergentes, reflejado en el mayor consumo de vehículos y equipos eléctricos o electrónicos, que son renovados en forma frecuente. A eso se suma la enorme inversión que vienen haciendo para incrementar el nivel de su infraestructura. Para todo esto demandan nuestros minerales. Pero la “fortuna” del Perú no solo se debe a la minería; con tamos también con otros recursos muy apreciados, como el gas, un rico mar, una gran diversidad ecológica, entre otros. Pero en esta ocasión tratemos sobre el sector minero, principal fuente de recursos.
La minería en el Perú es singular, no está concentrada en solo algunos metales, como el oro del que tanto se habla estos días. El Perú tiene la ventaja de ser el primer o el segundo productor mundial en más de diez metales necesarios para fabricar productos industriales y de consumo… y esto nada menos que en un entorno global cambiante en el que las economías emergentes seguirán creciendo y demandando nuestros minerales por mucho tiempo.
¿Y qué significa lo anterior? Para empezar, la minería representa el 60% del ingreso de las divisas de nuestro país. Tales recursos nos permiten importar los insumos, bienes de capital y tecnología avanzada que nuestra industria necesita para incrementar su productividad y competitividad, lo que al final del día implica manufacturar productos a precios más asequibles para nuestra población.
Otro aspecto a destacar es que la minería aporta un tercio de los impuestos que el estado recauda de las empresas. Y aun cuando parte importante de nuestro territorio carece de educación, salud, saneamiento, infraestructura, justicia y demás servicios básicos –que todos lamentamos-, la verdad es que la situación en el interior del país, especialmente en las áreas rurales, sería mucho peor si no existiera el extraordinario aporte de impuestos proveniente de la minería peruana.
Por otro lado cuando escuchamos acerca de las carteras de proyectos mineros, que alcanzan los US$50,000 millones de inversión, muchas veces ignoramos que el 90% de las compras que este sector realiza, ocurren en el Perú, lo que ciertamente impacta en la actividad económica general del país, y beneficia en forma directa –e indirecta- a todos los involucrados en la cadena de suministro, lo que redunda en la mejora de la calidad de vida de cientos de miles de familias. ¿Qué cosas no darían los gobiernos regionales de otros países por captar un nivel de inversiones como el estimado en nuestro caso para mejorar sus economías, especialmente en momentos de crisis internacional?
Por lo general, la minería –a diferencia de otros sectores- está ubicada en zonas inhóspitas de difícil acceso, muy necesitada de servicios básicos que un Estado –lejano y muchas veces ausente- no provee en forma suficiente. La minería formal y responsable en el Perú ha sabido brindar a la población una serie de beneficios que los gobiernos nacionales o regionales han sido incapaces de hacer, y han colaborado con mejorar la calidad de vida de gente muy necesitada. Esto ha existido desde hace décadas en las empresas mineras formales bien manejadas, cuando aún ni siquiera escuchábamos la frase ‘responsabilidad social empresarial’, y por supuesto mucho antes del impuesto extraordinario a las ganancias. La minería responsable ha efectuado aportes voluntarios bajo programas formales, en adición al canon minero que van a los gobiernos locales y regionales, así como a sus universidades.
Con la disponibilidad de fuentes de energía menos costosas –como la hidroeléctrica y la térmica-, las posibilidades que tenemos de progresar en el refinamiento moderno de minerales, así como la creación de clusters de desarrollo en la industria metalmecánica, son muy importantes. En este contexto, la minería formal y responsable seguirá siendo una heroína en nuestra historia, y cada vez más peruanos podrán incrementar sus posibilidades de desarrollo social y económico.