Este verano del hemisferio sur me sorprendió por la cantidad de opiniones favorables que suscita el presidente uruguayo Pepe Mujica. Me refiero a personas muy distintas entre sí, incluso cultural y políticamente distantes de la izquierda. Un pariente en su setentena lo sintetizó de la siguiente manera: “es el sentido común llevado a un gobierno”.
La frase me hace sentido hoy para para explicar el éxito del movimiento estudiantil chileno de 2011. Liderados por un conjunto de dirigentes que sonaban como una inspirada y afinada banda de rock & roll, los estudiantes lograron instalarse en la pauta noticiosa nacional e internacional, poniendo de paso en aprietos al gobierno de Sebastián Piñera. Pero en 2012 este éxito no se repitió, y en 2013 menos. Las movilizaciones seguían congregando a miles de estudiantes, pero la banda desafinaba, la canción dejó de calar.
En vísperas de la asunción de Michelle Bachelet a la primera magistratura del país, muchos se preguntan cómo se viene el “otoño estudiantil”, esa temporada cíclica en que los estudiantes de Chile se toman las calles (además de varios colegios y sedes universitarias). Algunos dan por sentado un periodo de conflictividad y presión sobre el nuevo gobierno como el que se vivió en 2011. Puede que me equivoque, pero creo no será así.
Se podrá parafrasear el título de Led Zeppelin en cuanto a que la canción sigue siendo la misma (The Song Remains the Same: educación pública, gratuita, laica y de calidad), pero en la banda ya no está ni la bajista (Camila Vallejo) ni el frontman (Giorgio Jackson). Los líderes de 2011 siguieron caminos distintos, hicieron carrera política y llegaron al Parlamento como flamantes diputados: una saludable renovación generacional en un cuerpo político más bien cincuentón.
Los actuales líderes estudiantiles chilenos, en contraste con aquellos de 2011, ya no tienen ese carisma transversal, ni suenan como una banda coordinada. Todo lo contrario, suenan como una banda amateur que no logra ponerse de acuerdo sobre cuán hard o cuán mainstream deben sonar.
Esto me hace recordar el comentario de mi pariente acerca de Pepe Mujica: la banda estudiantil de 2011 colocó el problema de la educación pública como un tema de sentido común. Resultaba -y resulta- impresentable que un país con recursos como Chile tenga un sistema público de educación tan pauperizado. Sé qué después de esto hay un largo etcétera, pero no me voy a detener en él, sino en el mix sonido-banda que hizo de aquel movimiento un hito histórico en mi país.
En contraste con el discurso del sentido común seguido por los líderes estudiantiles de 2011, los sucesivos liderazgos se sumieron en fórmulas cada vez más ideologizadas.
Sintomático ha sido el intercambio de declaraciones entre la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (la más antigua del país) y sus pares de la Pontificia Universidad Católica de Chile, a propósito de las protestas estudiantiles en Venezuela. Para los de “la Chile”, liderados por una militante del anarquismo, los estudiantes venezolanos son “golpistas” a sueldo de EE.UU; para los de “la católica”, una izquierda 2.0 sin mayores ataduras sentimentales con el siglo XX, la situación venezolana tiene muchos matices y amerita más análisis. Poco importa si usted o yo tomemos partido por alguno de los bandos en la sufrida Venezuela, el hecho es que esta banda no baila ni toca como la del 2011. Es más, la universidad laica suena como un rock duro setentero-punk con sus integrantes vestidos con el mono azul y la gorrita rojinegra de las brigadas internacionales de 1936. ¿Dialogar con los “vendidos” al sistema? ¡Por ningún motivo! ¡No pasarán! Del sentido común de Pepe Mujica, ni hablar.
Mientras tanto, Michelle Bachelet y su nuevo ministro de eEducación, Nicolás Eyzaguirre (ex militante de las juventudes comunistas, ex ministro de Hacienda, ex FMI), toman nota...