Toda persona que haya visitado Perú en los últimos años habrá atestiguado lo que el periodista Jaime de Althaus llamó la “revolución capitalista” de este país. El otrora Perú empobrecido y caótico, castigado por la hiperinflación y el terrorismo, es hoy una de las economías más sólidas del continente. Como resultado, la pobreza cayó del 54% en el 2000 al 21,8% en el 2015. Millones de peruanos se han incorporado a la clase media.
Como ha ocurrido en otros lares, esta drástica transformación en el bienestar material está siendo sucedida por cambios más graduales y menos perceptibles en los valores y los hábitos culturales de la población. En meses recientes, Perú ha visto marchas multitudinarias “en defensa de la familia”. Al igual que en Costa Rica, este es el eufemismo que utilizan los sectores que se oponen a la igualdad de derechos de la población LGBT. Las encuestas además revelan una oposición abrumadora al matrimonio igualitario.
¿Cuál es el cambio? Que este y otros temas, como la legalización de la marihuana para fines médicos y la despenalización del aborto en casos de violación, ahora están siendo abiertamente debatidos en un país que se ha caracterizado por ser de los más conservadores de América Latina. “El verbo ‘defender’ reclama necesariamente la existencia previa de un ataque. El statu quo solo se defiende si sus pilares están temblando”, me dijo Mijael Garrido, director de Altavoz.pe, un periódico digital.
Algo similar está sucediendo en Chile, históricamente reconocido por su conservadurismo apenas legalizó el divorcio en el 2005. La revolución económica de ese país, que lo ha catapultado a ser el más próspero de la región, también ha vuelto a la sociedad chilena más liberal en temas sociales. En el 2015 se legalizaron las uniones civiles para parejas del mismo sexo, por ejemplo.
Un estudio de dos economistas suecos, Niclas Berggren y Therese Nilsson, respalda esta observación. Ellos encontraron que la tolerancia hacia los homosexuales crece conforme los países aumentan su libertad económica y prosperidad. Las sociedades abiertas en lo económico tienden a ser más abiertas en lo social.
De tal forma, las marchas y las encuestas no deberían desalentar a los peruanos que aspiran a vivir en un país más tolerante. Los cambios de valores no ocurren de la noche a la mañana, pero la libertad, cuando se abre paso, suele hacerlo en todos sus alcances.
*Esta columna fue publicada originalmente en el centro de estudios públicos ElCato.org.