Casi a 15 días del 2012, el Perú se ha despertado de las celebraciones de fin de año y las actividades regulares se empiezan a estabilizar. En estos días contamos con el gran impulso que el Dakar está dándole al Perú. Se habla del país desde que empezó la carrera y además, las imágenes de la televisión internacional muestran espacios imponentes y paradisiacos. Lograr la inclusión del país en este evento fue un gran acierto que va de la mano con la construcción de la marca Perú. Ahora, nos toca aprender a organizar este tipo de carreras, tanto a nivel de Estado, empresa privada y de la población en general, la cual no está acostumbrada a lidiar con competiciones (y realizaciones) de este tipo. El Dakar ha sido la gran oportunidad de mostrar el Perú a todo mundo e impulsar los objetivos de turismo para este 2012.
Además, empezamos el año envueltos en la posibilidad de revocatoria de la alcaldesa provincial de Lima, ya que una buena cantidad de limeños piensa que no está trabajando en el nivel de calidad y cantidad esperado. El bajo índice de aprobación de la Sra. Villarán, es una muestra contundente de que los peruanos somos cada vez más activos, exigentes y contestatarios, lo que puede servir de precedente para nuestro presidente, ya que si sus promesas de campaña son muy ajenas a la realidad del manejo del país, se pueden dar movimientos de similar naturaleza (y nuestras provincias son mucho más activas y activistas que la capital).
Otro tema muy fuerte con el que los peruanos hemos empezado el 2012 es la sensación de inseguridad extrema que nos brindan nuestras calles. Si bien no se trata de una situación similar a otras urbes latinoamericanas más violentas, al parecer, si nuestras autoridades no hacen algo inmediato, estamos encaminados a ello. Esperemos que congresistas, alcaldes, ministros y el presidente, tomen “el toro por las astas”.
En esta línea, se esperan pasos más concretos y seguros hacia la inclusión social. No se debe confundir ésta con el asistencialismo, porque aunque suene redundante, es evidente que se debe “enseñar a pescar y no limitarse a regalar pescados” a los más pobres y menos privilegiados económicamente. A la larga, el asistencialismo nos hace daño a todos porque nos quita competitividad. Lo mismo aplica para las empresas que aún creen en la filantropía. Estado y empresa deben entender esto.
Continuando en el ámbito del gobierno, ojalá que haya avances concretos en la mejora de nuestra educación y de los servicios de salud. Ambos como piedras angulares de la competitividad futura de todo país.
En lo que se refiere al mundo empresarial, este 2012 el tren seguirá avanzando a punta de algunas industrias clave. El turismo será cada vez más importante -por ello debemos ofrecer seguridad como parte de nuestra propuesta de valor al mundo-. Simplemente, basta darse una vuelta por el distrito de Miraflores en Lima, y ver la cantidad de negocios relacionados con el turismo que existen y el número de turistas que cada vez es más grande.
El retail también será relevante: supermercados, tiendas por departamento y centros comerciales seguirán multiplicándose, generando empleos directos e indirectos e incluyendo en el progreso -y mejorando– a zonas de todos los niveles socioeconómicos.
La moda peruana también es una industria que dará qué hablar. Tenemos una explosión limeña de diseñadores y marcas independientes con propuestas alternativas a las grandes marcas y tiendas. Además, no debemos olvidarnos del emporio comercial textil de Gamarra que sigue creciendo y brindando progreso a raudales.
Finalmente, la minería siempre será fundamental para el país, solo que cada vez será más responsable, porque ahora la gente ya no se queda callada (protesta, y de qué manera). Además, tenemos una tarea muy fuerte con la industria agroexportadora que podría generar aún más progreso sobre la base de clusters, transferencia tecnológica y un largo etcétera que demanda una mejor agenda (una de verdad orientada a la competitividad).
En fin, un año más de tareas pendientes, planes y expectativas que deberían volverse realidades, porque si no, la espera para convertirnos en un país desarrollado -sitial que algunos dicen, se logrará en el año 2050-, será aún más larga (mucho más larga).