Como se ha repetido insistentemente, la inversión llevada a cabo en la construcción de la Planta de Pampa Melchorita es la más grande que se ha ejecutado en la historia del Perú. Desde el punto de vista tecnológico, representa un avance significativo que debería enorgullecer a todos los ingenieros peruanos. En todo el mundo solo existen 18 plantas similares y países con un potencial gasífero mucho mayor no han logrado desarrollar proyectos similares.
Por otro lado, desde el punto de vista comercial, si bien el precio está momentáneamente deprimido, el gas continúa siendo el combustible del futuro. ¿Por qué entonces la población no ha celebrado el inicio de operaciones como algo bueno para el país? Reconociendo todos sus logros, al proyecto le faltó una estrategia de comunicación que acompañara su desarrollo. Incluso, la campaña bastante imaginativa que se ha iniciado en estos días aparece como desubicada en el tiempo y circunstancia.
A veces no nos damos cuenta de que la realidad del país ha cambiado. Antes la noticia de que se había obtenido la financiación de un proyecto era el momento en que los promotores solían celebrar, pues consideraban que habían llegado a un punto de no retorno. Hoy, con una situación económica bastante saneada y con buenas perspectivas de crecimiento, la obtención de créditos, incluso para financiar megaproyectos, resulta menos complicada que en el pasado. Por otro lado, convencer a los stakeholders de las bondades de un proyecto y de la adecuada evaluación de sus posibles impactos resulta una tarea mucho más difícil.
En una reunión con los promotores del proyecto, en ese momento en plena construcción, un empresario nacional les llamó la atención sobre las expectativas de la población y los alertó sobre la necesidad de desarrollar una estrategia de comunicación y financiación de actividades más allá del ámbito restringido del “área de influencia”.
Lamentablemente esta sugerencia no fue tomada en cuenta y, si bien se financió un excelente programa de responsabilidad social en apoyo de las comunidades vecinas, se dejó que a nivel de los medios de comunicación se pintara una caricatura del proyecto, donde gran parte de la información que recibió la población fue un conjunto de medias verdades.
En primer lugar, sobre la disponibilidad de reservas de gas para atender en simultáneo el mercado interno y la exportación, se planteó una suerte de juego suma cero donde de antemano la peor parte la tenía la exportación. Nadie en su sano juicio aceptaría desabastecer el mercado interno para venderle al extranjero. Lo cierto es que existen reservas suficientes para atender ambos mercados y la exportación es el mejor incentivo para seguir explorando y desarrollando nuevas reservas. Casi a la defensiva, el gobierno ha tenido que salir a explicar la lógica de su política en el tema. Hoy la población ya no cree en la versión tremendista de que el país se podía quedar a oscuras mientras los promotores del proyecto se enriquecían a costa de un recurso no renovable.
La segunda gran objeción al proyecto fue que la exportación rendía fiscalmente menos que la venta de gas en el mercado interno. Este argumento resulta válido y debió explicarse hace mucho tiempo a qué se debía, así como las medidas que se pensaba tomar para corregir una tendencia del mercado internacional distinta a la esperada en el momento de diseñar el proyecto. Aquí también se debió reaccionar antes y evitar que se vendiera la tesis de la improvisación o, peor aún, la de la corrupción, que es la que utilizan como última línea de argumentación aquellos que se oponen, una vez que se les acaban los argumentos técnicos, comerciales o legales.
Por último, el mayor daño ocasionado es que se ha legitimado una metodología donde el camino más seguro para obtener cosas del gobierno es la revuelta. El desarrollo de la industria del gas y, en particular la ejecución del proyecto Camisea, no se logró por la protesta en las calles. Por el contrario, los principales beneficiarios fueron los que se pronunciaron en contra y demoraron su ejecución. Lo que ha permitido el desarrollo del gas, con todos sus vacíos y errores, ha sido la reforma del sector. Luego de una continuidad en las políticas a lo largo de cuatro administraciones se dieron las condiciones para la llegada de inversionistas privados a asumir el riesgo de desarrollar una actividad nueva en el país. No olvidemos esta lección ahora que grandes proyectos energéticos y mineros están en la etapa final de la evaluación.