Estudios recientes muestran que gran parte de la reducción de la desigualdad en América Latina se debe a incrementos sostenidos del ingreso laboral (hasta 45% de la reducción), seguido del impacto de transferencias sociales (16%) y pensiones (10%).
Para México el impacto de ingresos laborales llega a 64%, mientras que en Chile el impacto de transferencias sociales llega a 34%. A pesar de la variación entre países, estas cifras son un llamado de alerta. Las políticas sociales en la región tienen un bajo impacto redistributivo. Queda la duda si lo observado se debe a que el gasto social sea poco redistributivo o si la tributación anula los efectos de un gasto bien asignado.
Nora Lustig, quien lidera un consorcio de estudio sobre estos temas, acaba de responder a esta duda, con una serie de interesantes documentos de investigación sobre el impacto redistributivo neto del gasto social y de la tributación en países de la región. La respuesta, altamente frustrante para la trayectoria de reducción de pobreza, es que para los deciles medios de la distribución, parte del beneficio del gasto social progresivo queda anulado por una tributación regresiva –con un impacto neto atenuado. De nuevo, existe alta variación regional con países como Argentina con un alto impacto neto y países como Bolivia con un impacto neto relativamente bajo.
Lo que a primeras luces parece una clara victoria contra la marginalidad y la pobreza, es en realidad una balanza de pesos y contrapesos que se anulan entre sí. De nuevo, asistimos a la perenne batalla entre ministerios de finanzas y ministerios del área social. Una frase que queda en mi mente del estudio de Nora Lustig es el que contrasta las diferencias entre Europa y en América Latina:
“The extent of inequality reduction induced by direct taxes and transfers is rather small (2 percentage points on average) especially when compared with that found in Western Europe (15 percentage points on average). What prevents Argentina, Bolivia and Brazil from achieving similar reductions in inequality is not the lack of revenues but the fact that they spend less on cash transfers especially transfers that are progressive in absolute terms as a share of GDP”.
Esta cita abre una discusión importante para la región. El poco impacto redistributivo habla de una inercia política que dificulta que las políticas sociales y tributarias apunten en la misma dirección. ¿Qué medidas las alinearían más? Para empezar, depender menos de impuestos indirectos y más de impuestos directos a los ingresos y a la riqueza; segundo, dejar de financiar subsidios enormes a los hidrocarburos que -en términos absolutos y también relativos-benefician a los deciles medios y ricos de la población. Finalmente, apremia contabilizar el impuesto invisible a millones de mujeres que subsidian al estado en el cuidado de los niños y el desbalance de género en el trabajo familiar. Nuestra región tiene una enorme deuda de género que frena una mayor participación laboral y mayores ingresos en hogares pobres.
Estas tensiones se visibilizarán cuanto más se modere la tasa de crecimiento económico en la región. ¿Tendremos que esperar hasta la próxima crisis para tomar acción?
*Esta columna fue publicada originalmente en revista Humanum del PNUD.