¿Por qué el Estado necesita comprar los activos de Repsol en el Perú? Esa pregunta es la que ronda en foros, conversaciones, discusiones y otros ambientes sean académicos, empresariales, amicales o de cualquier tipo.
¿Por qué gastar US$2.000 millones en la compra en una empresa que no parece ser muy eficiente? ¿Hay una estrategia clara detrás de esta decisión? Si se revisa las declaraciones de los representantes del gobierno, al parecer el plan no es claro y las respuestas de los responsables de la evaluación de esta compra confunden más a los peruanos, quienes avanzan hacia su convencimiento.
El Estado peruano ha demostrado históricamente que no es un buen empresario y además la experiencia de varios países vecinos nos brinda argumentos concretos en contra de esta decisión que convertiría al Estado en el principal jugador de la industria de hidrocarburos peruana.
De acuerdo, pensemos entonces que ése es el principal objetivo: dominar dicha industria, lo que permitiría que el gobierno fijara precios, pueda aplicar subsidios de forma mucho más libre y una serie de prácticas que ya parecían haberse dejado de lado en un país que pareciera estar encaminado hacia el desarrollo económico mediante un modelo claro.
No es muy complejo llegar a la pregunta de en qué se podrían gastar esos US$2.000 millones, que no sea dicha compra y que empujen de una forma más decidida el crecimiento de la economía peruana. Ideas que apunten a la inclusión social y económica, objetivos que este gobierno planteó en su etapa electoral.
De verdad ¿no hay mejores opciones en las cuales invertir esta gran cantidad de dinero? El ministro de Energía y Minas ha hablado de un “project finance”, por eso pregunto: ¿no hay otros “project finance” más atractivos? La evaluación de opciones y riesgos debería estar presente en cualquier decisión de ese tipo y es parte del enfoque empresarial al cual el gobierno parece querer ingresar.
Otro tema que es muy relevante y que se derivaría de una decisión de adquisición de este tipo es el impacto en la confianza de los empresarios internacionales y nacionales. Observamos países vecinos y esta decisión nos parece familiar por desgracia, ya que vemos problemas y situaciones que no queremos para nuestro país. Entonces, ¿vale la pena meterse en esta aventura empresarial que podría afectar la confianza que tantos años nos costó construir?
Por otro lado, si el Estado ya tiene una refinería, ¿no sería lo más eficiente invertir en su mejora? ¿Por qué no apuntar a algo que ya se tiene y que es perfectible?
Al igual que muchos peruanos me cuesta entender este anuncio de potencial compra. Muchos pensamos que es una pésima decisión que va a dejar mal parado al gobierno actual y que dejará una mochila muy pesada a los gobiernos que vengan. Si algo nos ha enseñado la historia es que el Estado peruano no es un buen empresario y que además, que el Estado mezcle la política en decisiones empresariales es uno de los peores errores posibles en un proyecto serio de nación.
Sería genial que el gobierno explique claramente qué pretende con la compra de los intereses de Repsol en el Perú. Por lo menos si es que hay un plan, algún horizonte de mediano o largo plazo. Todas esas cosas que en nuestro país parecen escasear. Por favor, señores del gobierno: convénzannos de que esta es una buena decisión, que en realidad al Perú le conviene la compra. No sé por qué, pero esto me hace recordar un poco al intento de estatización de la banca en el primer gobierno de Alan García. Ojalá, sea una alucinación mía.