Hace cuatro años que comenzó la guerra civil en Siria. Más de 250.000 personas han perdido la vida. Varios millones decidieron huir y se encuentran atrapados en el Líbano, Turquía, Jordania o, tras haber perdido ya la esperanza de que la guerra acabe, de camino a Europa.
Siria está arrasada. En Damasco, al igual que en las zonas alauitas del país, manda todavía Bashar al Assad. Una gran parte del territorio, sin embargo, está controlada por el autodenominado Estado Islámico (EI) y la no menos brutal milicia yihadista Frente al-Nusra. Además, a veces, los rebeldes democráticos son capaces de mantener el control de alguna ciudad. Entre todo este desorden hay algo claro: la guerra aún no tiene visos de terminar.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Desde un punto de vista militar: ¿Debería intervenir Occidente? ¿De qué lado debería tomar parte? Y, sobre todo, ¿quién es el enemigo? ¿El Estado Islámico? Sin duda, aunque esta última opción sería razonable, no basta con realizar ataques aéreos. Quien declare la guerra al autoproclamado califa Al Baghdadi, fortalece indirectamente la posición de al Assad en Damasco. Algo que no favorece a nadie. Y es que pVías de negociación complicadas.ara empezar, el presidente sirio es el responsable de la mayoría de las muertes que se han producido en el país. Por otro lado, nadie quiere intervenir en una guerra con dos frentes abiertos –las tropas de Al Assad y el EI- y pocas opciones de éxito.
Vías de negociación complicadas. Queda la solución diplomática. O mejor dicho, el intento de solución diplomática. Algo que sólo es factible si interviene al Assad. Para ello habría que sentarle en una mesa de negociaciones, lo que sería un desastre para sus opositores democráticos. Algo que quizás se vean obligados a soportar, teniendo en cuenta que la decisión de al Assad de sentarse a negociar es sólo una cuestión de tiempo. Puesto que el presidente sirio no va a ir a ningún sitio –no tiene a dónde ir-, Rusia entra en juego como posible interlocutor en las negociaciones.
Otra opción sería Irán. Llegado el momento, sería prácticamente imposible evitar una gran ronda de negociaciones, en la que tomarían parte Vías de negociación complicadas.Washington, Moscú, la UE, Irán y Arabia Saudí, es decir, el opositor más acérrimo de al Assad y el principal rival de Irán en la lucha por la supremacía en el mundo musulmán. Si se diera el caso, lograr una solución resultaría muy difícil. Por lo tanto, quizá sería mejor no contar con ambos países –Irán y Arabia Saudí-. Pero, ¿aceptarían no formar parte de las negociaciones?
Precisamente Arabia Saudí ha sido el país que ha seguido con mayor recelo el ascenso y regreso de Irán al escenario político mundial gracias al recién alcanzado acuerdo nuclear. Un regreso que, sin duda, Riad habría preferido evitar. Desde entonces, y apoyada por Israel, Arabia Saudí sostiene que el acuerdo nuclear es un error fatal.
La búsqueda de una solución negociada va camino de convertirse en un rompecabezas. Las opciones de éxito son desalentadoras pero, ante todo, hace falta tiempo, algo de lo que no dispone el pueblo sirio. Asimismo, es inútil prometer una intervención militar sin garantía de éxito. Entonces, ¿qué se puede hacer para detener esta guerra civil sin sentido? Por el momento, nadie lo sabe.