Nuestros gobernantes, quienes protestan contra ellos y hasta nosotros mismos, pregonan (pregonamos) el cambio o transformación como motivador de todo lo que formulan (o formulamos).
En medio del “milagro peruano” basado en años de crecimiento económico con - seamos ampliamente sinceros - muy poca inclusión social; cabe preguntarse: ¿Qué puede significar este cambio, transformación o alguna otra palabra empleada como sinónimo rimbombante?
Me animo - humildemente - a responder esta pregunta. Así, el cambio en el Perú quiere decir (o puede querer decir): Que la educación sea para todos. Es decir, que la educación estatal tenga igual de calidad y validez que la educación particular o pagada. En este país, ciertas universidades particulares parecen contar con el monopolio de la calidad educativa ante el resto de instituciones universitarias que forman profesionales sin mayor valor que el que puedan generar sus alumnos por si mismos. Muchos pensamos que la clave de la transformación de un país es la educación. Ante mayorías ignorantes y poco informadas, el futuro se vislumbra árido; sin promesas y menos con realidades.
Que los niños entiendan lo que leen. Este punto está muy relacionado con el anterior pero apunta a la educación primaria. El Perú se destaca por tener los índices de comprensión de lectura más bajos de la región. Un país que pretende llegar a un nivel de desarrollo superior en los próximos 25 años no puede presentar esta triste realidad. Es decir, un consumo actual sin mayores ambiciones que lucir mejores bienes, sólo por el hecho de lucirlos.
Que las reglas de juego se mantengan en el largo plazo.
La estabilidad política y legal es una condición para el crecimiento de la economía. En el Perú, cada cambio de gobierno implica la incertidumbre, duda y angustia ante la continuidad de las condiciones legales. La salud y desarrollo del sector empresarial dependen de reglas claras, por lo menos, en el corto plazo ni decir en el mediano y largo. Las inversiones de todo tipo necesitan de un marco estable que permita desarrollar proyecciones medianamente confiables.
Que la ley sea igual para todos. Cuando las normas, reglas, leyes, políticas, entre otros; sean aplicadas de manera similar para todos; podremos hablar de un país desarrollado, moderno y que mire al futuro con esperanza.
Que la iniciativa empresarial sea realmente una posibilidad de todos. Si bien el sistema peruano actual trata de vender que todos pueden ser emprendedores, aún el empresario exitoso es visto como una suerte de “héroe”, cuando esta condición debe ser mayormente común ya que se trata de la principal vía de desarrollo económico de un país como el Perú. La empresarialidad debería ser una opción posible para los peruanos y no tratarse de una condición cercana al “heroísmo nacional”. Graso error venderla de esta manera.
Que no haya analfabetismo. Si bien existen niños y jóvenes que no entienden lo que leen, existe una situación peor: Hay peruanos que ni siquiera pueden leer. Este tema debe ser prioridad del gobierno para ponernos en una situación probable de competitividad de nivel mundial.
Que se trate de un país orgulloso de su diversidad. A pesar de exhalar diversidad por todos lados, el Perú no se asume como diverso. Es suficiente ver a países vecinos que asumen este tema como fuente de ventaja competitiva.
Que deje de ser un país racista en su esencia. En la línea del punto anterior, desgraciadamente en su día a día, el Perú es un país racista. A pesar de ser un país diverso, al Perú le cuesta dejar de lado la discriminación y asumirse como una totalidad. La cultura popular y la gastronomía están asumiendo la labor de la integración pero, aún falta mucho por recorrer.
Que se trate de una nación que no tenga que preocuparse tanto por su salud. Los sistemas de salud peruanos son terribles. Para las clases menos favorecidas de este país, enfermarse es probablemente lo peor que le pueda pasar y no sólo por el efecto de la enfermedad en sí sino, por el terrible enfrentamiento, penuria y desgracia que significa atenderse en los sistemas de salud pública.
Cada uno de nosotros puede ensayar su condición o definición de cambio y transformación para el Perú. Más allá de discusiones teóricas, económicas o políticas, el punto es preguntarnos: ¿Qué hacemos para alcanzar esa definición de cambio en la cual creemos?